Por Dioni Arroyo
LA POSMODERNIDAD QUE LLEGÓ CON LOS ’80.
Los años ochenta supusieron para España la consolidación de un sistema de libertades políticas y democráticas, así como lo que se dio en llamar “la década socialista”.
En 1979, el filósofo Jean-François Lyotard había publicado La Condición Posmoderna, ensayo que recogía el nuevo pensamiento que se había extendido no solo por occidente, y que se expresaba en todas las artes. La actitud posmoderna había surgido años atrás, pero alcanzó nuestro país en la nueva década, marcada por la victoria electoral del PSOE y su capacidad para gobernar hasta mediados de los ’90, apoyándose en la izquierda alternativa en algunas ocasiones para gobernar en numerosos municipios. Un cambio histórico inimaginable en una sociedad que anhelaba transformaciones radicales.
La posmodernidad nos habla de individualismo y de la necesidad de relativizar los principios absolutos del bien y del mal, de superar el dualismo aristotélico, del desencanto de la realidad y del fin de los sueños idealistas del Mayo del ’68, de la revalorización del consumo como un fin en sí mismo, y de que todo se debe ceñir al consumo y la producción en masa. Se desmitifican los poderes económicos, los políticos y se desacralizan las religiones, caen los principios inmutables que habían marcado la ética y una forma de vivir hasta aquel momento, que se vuelve caduca. La posmodernidad nos invita a dejar de creer con absoluta frivolidad.
¿Cómo influyó en el séptimo arte? Es importante recordar que, en 1980, Steven Spielberg había conocido a la guionista Melissa Mathison, y ambos elucubraron realizar una superproducción cinematográfica que se estrenaría dos años después, y que todos habréis adivinado que llevaría por título “ET, el Extraterrestre”. Se trata de una película cargada de emociones y sentimientos, de la revalorización de la amistad y del compromiso ético ante los asuntos trascendentales de la vida, y hacia una visión idílica de un posible contacto extraterrestre, así como de la relación interespecies, nada que ver con la posmodernidad, y demostrando una vez más, que la Ciencia Ficción funciona con unos cánones que poco tienen que ver en ocasiones, con el tiempo en que se fundamentan. No se trata de proyectar la realidad del momento, más bien al revés, de influir sobre ella para superarla y poder modificarla.
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Los años ochenta vivieron los éxitos de Star Trek, la última gran utopía, de Dune, Flash Gordon o Cocoon, pero sin duda alguna, la película que mejor encarnó la década y las corrientes de pensamiento de la actualidad, fue Blade Runner, romántica, melancólica, y que supo mostrar como ninguna película y con una tremenda lucidez, la realidad de seres sintientes que no están vivos pero que existen y son conscientes de su existencia, y como tales, reclaman derechos: los replicantes, la IA autoconsciente que se adelantó casi medio siglo de convertirse en una realidad.
En nuestro país, muy alejados de las novedades y estrenos anglosajones, desfilarán títulos tan sugerentes como “Los nuevos extraterrestres” (1983), dirigida por Juan Piquer Simón y basada en el guion de Joaquín Grau y del mismo director.
Pese a ser una película que pasó por nuestras salas “sin pena ni gloria”, hay que reconocer que recibió el reconocimiento europeo, consiguiendo un notable éxito de recaudación. Ya habíamos hablado de Juan Piquer Simón, que había dirigido en 1976 “Viaje al centro de la Tierra”, y es que, si por algo se caracterizó este director, es por su larga trayectoria cinematográfica apostando por el género fantástico, por una fidelidad que se repetirá en más de una docena de películas a lo largo de su vida. Entre décadas estrenó “Supersonic man”, una cinta de superhéroes con algunas similitudes a la norteamericana “Flash Gordon” y con desastrosos resultados, y la de terror “Misterio en la isla de los monstruos” con Peter Cushing y Terence Stamp.
Con “Los nuevos extraterrestres”, se adentra en un tópico argumento en el que un niño, que posee una colección de mascotas a quienes llama especímenes, encuentra un misterioso huevo de origen desconocido, que resulta ser alienígena. La criatura utiliza su trompa para comer cacahuetes y sus dedos para manipular el tiempo y el espacio. Podemos resaltar que la película se realizó con una enorme destreza imaginativa y creativa, pero con escaso presupuesto.
A mediados de la década y casi por sorpresa, se estrena la mayor producción española de ciencia ficción, y en esta ocasión, sí hubo un presupuesto digno: “El caballero del dragón”, por Fernando Colomo y con un reparto de lujo, con actores como Klaus Kinski, Fernando Rey, Miguel Bosé o Harvey Keitel.
Miguel Bosé interpreta a un extraterrestre que llega con su impresionante nave espacial a nuestro mundo en plena Edad Media, y que los humanos interpretan como un dragón que desciende de los cielos, una evidente revisión de San Jorge y el dragón. Un argumento muy bien elaborado con la importante aportación de grandes guionistas de la talla de Andreu Martín, Miguel Ángel Nieto o el mismo Fernando Colomo, a pesar de que, en los anales de la historia y en todas las críticas de cine más autorizadas, la calificaron como “un tremendo disparate”. Una gran producción para exiguas recaudaciones y que sirviera para alimentar el mito de “otra españolada” a la que el público abandonó en muy pocas semanas. A pesar de tratarse de un argumento serio, el resultado final no pasó de mediocre comedia, y es que, hasta el mismo Colomo reconocería que “al final, da igual la aventura cinematográfica en la que me embarque, todo lo que toco, se convierte en comedia”.
El año 1986 veremos el estreno de “El vivo retrato”, bajo la dirección de Mario Menéndez e interpretada por personajes tan populares como Victoria Vera, Luis Eduardo Aute, Javier Loyola o Jack Taylor. Se rodó en Asturias, y su gobierno autonómico colaboró con decisión, apoyando una comedia de ciencia ficción en la que un náufrago alemán – Andreas Pritwitz- llega a las costas asturianas durante la Segunda Guerra Mundial.
El náufrago, un soldado nazi, solo se puede comunicar en su lengua con la actriz Victoria Vera, que interpreta a la prostituta del pueblo, y juntos vivirán un romance del que nacerá una hija exacta a su madre, una réplica auténtica gracias a una foto. El militar alemán había estado trabajando con los nazis en un experimento para clonar de forma eficaz seres humanos, y surgirá la idea de organizar un lucrativo negocio con la implicación de la iglesia.
Su director de fotografía, Fran Vaquero, en una entrevista concedida por el diario asturiano El Comercio en la ciudad de Avilés, reconoció que la comedia bebió de “Los niños del Brasil”, y que la posterior oveja Dolly ayudó a su divulgación.
Es importante recordar una de las mejores cintas de la historia de nuestro cine: “Remando al viento” de Gonzalo Suárez, una película nostálgica que reproduce el encuentro veraniego de los grandes del romanticismo en Villa Diodati, a orillas del Lago Leman en Suiza. Se centra en especial en Mary Shelley, creadora de “Frankenstein”, la posibilidad de que el ser humano fuese capaz de crear vida artificial, y de la frustración y el dolor ante la decepción que le provocará nuestra especie.
La escritora imagina que el monstruo nacido en su ferviente imaginación se convertirá en real, y que las desgracias que transcurren en su entorno los próximos años serán causadas por Frankenstein.
La película se estrenó en 1987 y podemos admirar a un joven Hugh Grant en el papel de Lord Byron, en una cinta más que digna, y que cosechó grandes éxitos de crítica, de público y de recaudación. Recordemos que ganó el prestigioso premio al mejor director en el Festival de San Sebastián, y nada menos que seis premios goya.
Antes de que expirase la década, escasa en producciones de ciencia ficción, el director Agustí Villaronga, a quien ya conocíamos por la terrorífica “Tras el cristal”, nos sorprenderá con un drama muy original, “El niño de la luna”. El argumento nos habla de la larga espera de una tribu del África Subsahariana, por la llegada de un dios encarnado en un niño, un niño huérfano que vivirá en la Europa de entreguerras. Sin que puedan evitarlo, será entrenado para liderar un nuevo y peligroso imperio nazi. Clonación, manipulación genética y tecnología futurista en una película que rompió estereotipos con la trayectoria tan irregular de la década.
Juan Piquer Simón estrenará en 1988, “Slugs, muerte viscosa”, a caballo entre el terror y la ciencia ficción, y cuyos efectos especiales ganarán un goya. Su ambientación norteamericana, interpretada por actores extranjeros entre los que destacan Michael Garfield, Kim Terry o Philip MacHale, buscaron un público anglosajón que acostumbraba a consumir filmes de dicha temática. El argumento nos hablará de desagradables y nauseabundas babosas que se reproducen por millones y que asolarán un pequeño pueblo norteamericano, ávidas de carne humana.
En definitiva, los años ochenta fueron una época muy complicada para nuestro cine, que no conseguía remontar en ningún género, marcado por la crisis y por el fracaso de algunas propuestas que sí habían gozado de un presupuesto digno. Pero el futuro nos iba a deparar sorpresas alentadoras.
Foto: Imagen de Igor Ovsyannykov en Pixabay

Valladolid, España, 1971, diplomado en Educación Social y licenciado en Antropología, alterna su oficio de escritor con su profesión de funcionario del Ministerio del Interior. Ha publicado seis novelas de género, recibiendo el reconocimiento por algunas de ellas, como el Éride 2013 por su ópera prima “Los Ángeles Caídos de la Eternidad” y por la distopía “Metanoia”, y una nominación a los Premios Ignotus en la Categoría Mejor Novela 2017 por “Fractura”, publicada en Apache Libros y en la que realiza una dura crítica al fracking. Ha cultivado el terror gótico con “El Sabor de tu Sangre”, ambientada en Valladolid (Éride 2013) y “Gótica y Erótica (Éride 2014), y la ciencia ficción transhumanista con “Fracasamos al Soñar” (Nowevolution 2017). En 2014 fue seleccionado por la editorial de Estados Unidos Babel books, Inc. para actualizar una versión al español actual de “El Buscón de Quevedo”, que publicó en aquel país. También han dado a luz una veintena de relatos en diversas editoriales, la mayoría de ciencia ficción o terror gótico. Con “La Maquilladora de Cadáveres” se reedita su primera novela, debido al interés suscitado por la crítica y por la temática negra y bizarra. Su nueva obra, “Cuando se Extinga la Luz”, es la primera que publica con Huso ediciones, y fabula con un mundo dirigido por mujeres, una ucronía con toques góticos. Es el vicepresidente de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, y el fundador de la equivalente en Castilla y León, colaborando con diversos medios de comunicación. Como antropólogo, ha ofrecido varias ponencias y charlas sobre mitología, transhumanismo y el futuro de la I.A. autoconsciente, temas en los que trabaja actualmente.
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1 thought on “CINEMA ÓMICRON:El cine español de ciencia ficción. Breve aproximación (III)”
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