Por Dioni Arroyo.
¿Es la ciencia ficción un rara avis en nuestro cine? ¿Por qué hay tan pocos títulos al año y son tan escasos los reconocimientos y estudios que los mencionan?
Me gustaría realizar un breve recorrido por lo que representa este género en el séptimo arte, y comprender cómo ha luchado para hacerse un hueco en un país marcado por una verdadera obsesión: la de plasmar el realismo de forma casi exclusiva en esta expresión artística.
El 2018 disfrutamos de varios títulos estimulantes, como “Durante la Tormenta” de Oriol Paulo, una película cargada de suspense a través de algunas paradojas temporales, y la comedia de ambientación futurista, “Tiempo Después”, de uno de los directores más consolidados y queridos de nuestro país, José Luis Cuerda. El humor de lo absurdo, la ironía y la decadencia en una cinta que se estrenó a finales de año, como una secuela de “Amanece que no es poco”.
Pero nuestro cine de ciencia ficción comenzó muy pronto, recorriendo un largo y tortuoso camino del que debemos sentirnos muy orgullosos, y si por algo se ha caracterizado, es por el derroche de talento y la falta de medios, lo cual, lejos de desmoralizar, ha avivado el ingenio.
Los orígenes de nuestro cine denotaban la fuerte influencia francesa, de hecho, uno de nuestros primeros directores de dicho arte, Segundo de Chomón (aragonés, 1871-1929), había colaborado con el gran George Méliès (director en 1902 de “Viaje a la Luna”) para la productora francesa Pathe en algunas de sus primeras producciones, lo que le permitió adquirir sus técnicas y familiarizarse con lo más novedoso e impactante del momento, los deslumbrantes efectos especiales. Gracias a ese estupendo y apasionante trabajo, sintiéndose un verdadero privilegiado, inaugura la ciencia ficción española con “El Hotel Eléctrico” en 1908, considerada por la crítica, la primera película de dicho género en nuestro país, aunque se firmó como coproducción hispanofrancesa y se trató de un cortometraje.

Recrea todos los conocimientos que había ido asimilando, fundamentalmente la técnica del paso de manivela al ambientar un hotel automotizado, bajo el dominio absoluto de la tecnología, un anticipo de lo que sería la larga tradición de la ciencia ficción, intentando reflexionar sobre las consecuencias futuras de nuestras decisiones presentes, y el avance inexorable de la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana.
Un par de años antes, Segundo de Chomón había dirigido en la república francesa “La Maison Ensorcelée” (La Casa Encantada) con las mismas técnicas, aunque es con su célebre hotel cuando se alcanza la cumbre de sus técnicas y su obsesión por el perfeccionismo, jugando con cepillos que peinan solos, zapatos que se atan sus propios cordones, o electrodomésticos que trabajan con autonomía.Segundo de Chomón, instalado en Barcelona, intentó sentar las bases de una industria cinematográfica, colaborando con Francia e Italia y trabajando de forma incansable con las vanguardias más originales. A lo largo de su dilatada carrera cinematográfica, dirigió algunos otros títulos de ciencia ficción en 1909, como “Voyage au centre de la Terre”, “Excursion dans la lune” o “Voyage au planéte Jupiter”, la última también bajo su propio guion, sobre la rocambolesca historia de un rey medieval, un astrónomo y un bufón, que construyen un telescopio para observar del planeta más grande de nuestro sistema solar, y proyectar un largo viaje imposible. Dirigida en Francia, sorprendió por su originalidad y la profesionalidad por el manejo de las técnicas más innovadoras.
Antes de la guerra hubo algún título más, en un ambiente dominado por la escasez del género por falta de medios económicos, aunque me gustaría destacar un rara avis sorprendente, como “Madrid en el año 2000”, estrenada en 1925 y dirigida por Manuel Noriega, pero de la que, lamentablemente, no queda ninguna copia. De inspiración profundamente verniana, intentaba reflejar el ambiente sorprendente del célebre relato “La jornada de un periodista norteamericano en el año 2889”, con medios de transporte capaces de transportarnos a 1500 kilómetros por hora. Todo lo que se puede reseñar, debe ser a través de la hemeroteca, dado que ya es imposible recoger los testimonios de los espectadores de aquel año, los privilegiados que lograron verla en el cine Teatro Alfonso, antiguo Salón Madrid. Los comentarios que aún resuenan, insisten en los espectaculares efectos especiales construidos con diversas pantallas, en las que se vislumbraba una capital a orillas de un puerto marítimo, ampliando su territorio hacia nuestro vecino portugués.
La guerra civil del 1936 a 1939 y la dictadura posterior, supuso una ruptura con el progreso y una total desconexión con el resto de Europa. Nuestro país explotó los peores estereotipos hacia el cine, buscando una funcionalidad que beneficiase al nuevo régimen, con una cultura que no había desarrollado la literatura gótica del mundo germánico y anglosajón, y con prejuicios hacia todo lo fantástico. A pesar de las dificultades con el nuevo sistema político, en 1944 se estrena un filme que marcará un hito en el género en nuestro país, y que no ha dejado de crecer con el tiempo: “La Torre de los Siete Jorobados”, de Edgar Neville.

España Films-Germán López
Edgar Neville (madrileño, 1899-1967), fue un diplomático, dramaturgo, pintor, director de cine y escritor, poseedor del título nobiliario de Conde de Berlanga de Duero. Su película “La Torre de los Siete Jorobados”, reproduce la novela homónima de Emilio Carrere, escritor español adscrito al decadentismo modernista e influenciado por la novela gótica decimonónica alemana. La película relata la sorpresa de uno de los personajes al descubrir, en una de sus exploraciones arqueológicas, los restos de una ciudadela subterránea bajo el subsuelo de Madrid, tal vez lo que fue una ciudad judía de la época del Renacimiento, para evitar la expulsión. Y la encuentra todavía habitada, nada menos que por una banda de jorobados. El argumento estuvo condicionado por la terrible censura de la dictadura, por lo que se intentó limitar los elementos sobrenaturales para darle un aire de ficción ingenua con el único fin de entretener, sin negar el gusto por el expresionismo alemán de “El Gabinete del Doctor Caligari”. Es interesante resaltar que en la actualidad se vuelve a investigar la filmografía de Edgar Neville, y en especial esta acertada y anticipada película, de la que el escritor y crítico cinematográfico Jorge David Alonso Curiel, realizó una conferencia durante la Hispacón 2018 de Salamanca, convirtiéndose en la actualidad, en uno de los expertos más reconocidos de su obra.
Los años’50 inician la Edad de Oro de la Ciencia Ficción en los EE.UU., y la influencia, a pesar de la censura y el hermetismo de nuestro régimen, nos acaba llegando. Grandes filmes como “Planeta Prohibido” del norteamericano Wilcox en 1956, “La Humanidad en Peligro” de Douglas en 1954, aunque tal vez, “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” de Don Siegal en 1956 y “La Mosca” de Kurt Neumann en 1958 fueron las más célebres, si bien yo preferiré siempre la filosófica y pacifista “Ultimátum a la Tierra” de 1951.
Marcados por esa grata influencia, se tratarán temas inimaginables unos años antes, como el asunto del controvertido contacto alienígena, que se impondrá con “La Lupa” en 1955, bajo el guion y dirección del valenciano Luis Lucía. Una agencia de detectives recibirá la misión de encontrar un niño Jesús que ha sido supuestamente robado, lo que les llevará a una serie de peripecias y aventuras en las que se toparán con un grupo de extraterrestres. Es el primer filme español en el que se aborda esta cuestión.
En 1955 también se estrena “La Otra Vida del Capitán Contreras”, de Rafael Vigil. En el Toledo del primer Siglo de Oro, un desdichado capitán Contreras es perseguido por la Inquisición, pero en último término salva su vida gracias a un alquimista, que le da a beber una poción por la que se quedará dormido para despertar en el siglo XX. El argumento recordará a la posterior y célebre “Les Visiteurs” (1993) y sus varias secuelas, del director francés Jean Marie Poiré, en clave de humor. La película de Rafael Vigil, permitió experimentar divertidas situaciones por el choque temporal y la diferencia de mentalidad, que usó el guionista Javier Olivares para la famosa serie “El Ministerio del Tiempo” (tres exitosas temporadas hasta la fecha), en la que encontramos a un popular personaje, Alonso de Entrerríos, con sus mismas características.

La década de los años sesenta aumentará significativamente los títulos de ciencia ficción, y como un mantra se repetirá la misma frase: éxito de crítica, pero fracaso de recaudación. Daba la impresión de que había una gran desafección entre la imaginación de los creadores y el deseo de los espectadores, más interesados en las comedias o los asuntos costumbristas, gustos que también se reproducían en la literatura, y se siguen reproduciendo. Observamos un abismo en las inclinaciones culturales del público europeo y norteamericano, frente al español, menos formado y políticamente influido por las ideas extremistas del régimen, alejadas de la cultura.
A pesar de las dificultades, hay que valorar algunos filmes de la década, como “La Hora Incógnita” (1963), la primera escrita y dirigida por el prolífico Mariano Ozores, abordando la tragedia del desastre nuclear. El argumento nos habla de una avería en el dispositivo de lanzamiento de un misil termonuclear, que sale de su órbita y se dirige a una ciudad española. Se ordena la evacuación urgente, pero un grupo de personas quedan atrapadas sin escapatoria, y nos relatarán sus vidas, sus esperanzas y el pánico que sufrirán.

Dos años después, irrumpirá en la escena cinematográfica una de las películas más interesantes y extravagantes de nuestra historia, “Fata Morgana”, con guion compartido de dos grandes de nuestro cine, Gonzalo Suárez y Vicente Aranda. Desarrollada en una Barcelona futurista que ha quedado abandonada por razones desconocidas, y en la que los carteles advierten de la evacuación masiva, pululan los asesinos en serie, y las pocas víctimas que no han podido escapar de la ciudad se sentirán fatalmente atraídos hacia ellos.Nos relatará la vida de Gim, una joven y hermosa modelo que un psicópata profesor intenta secuestrar. Personajes que aparecen y se desvanecen, como el efecto “hada Morgana”, del que procede su título italiano, recordando a la hermanastra del rey Arturo, el hada cambiante que desaparecía a voluntad.
Distópica y con un deslumbrante efecto cromático muy diferente al cine de la época, “Fata Morgana” supuso uno de los más firmes pasos de lo que ahora llamamos desde la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT), nuestra vía para construir una ciencia ficción propia, sin seguir el camino trazado por otros países, dar el paso de lo que había sido una ciencia ficción en España, a una ciencia ficción española, con sus características, virtudes y defectos, ayudando a diversificar el género y ofrecer al espectador un enfoque diferente al norteamericano. También supuso la primera puesta en escena de las ideas de la Escuela de Barcelona, movimiento cultural en el que se encontraban Joaquin Jordà, Portabella, Bofill o el propio Vicente Aranda.
La televisión se convirtió en una poderosa aliada para divulgar la ciencia ficción, y acercarla al gran público. Una de las series que mejor recuerdan nuestros mayores de la época, fue “Mañana puede ser verdad”, de 1964. Dirigida por Chicho Ibáñez Serrador (Uruguay, 1935) y protagonizadas por él mismo, se orientó a la adaptación de los clásicos del género del terror y la ciencia ficción norteamericanas, como Robert Heinlein o Ray Bradbury, y de argentinos como Agustín Cuzzani o Dalmiro Sáenz, y que partía de una idea original de Argentina (cuya emisión se realizó en Canal 7 en 1962). Se trataba de capítulos independientes que sirvieron para popularizar los grandes temas del género.

En 1965 nació otra serie televisiva que hasta hace pocos años aún se retransmitía en varias televisiones locales, “Historias para no dormir”, dirigida también por Narciso Ibáñez Serrador, y que se comenzó a emitir un año después en varias temporadas. Gozó del reconocimiento internacional por su calidad visual y con argumentos muy bien construidos, adaptando relatos de Edgar Allan Poe, Fredric Brown o Ray Bradbury.
Ese mismo año de 1966, la ciencia ficción recibió un nuevo refuerzo en el cine con el estreno de “El Sonido de la Muerte”, de José Antonio Nieves Conde. Narra la historia de un grupo de aventureros que llevan años buscando un tesoro en una cueva de Grecia, orientados con un mapa que, en el lugar en el que debe aparecer el escondite, está deteriorado y es ilegible. Por fin encuentran el trozo del mapa que les falta y creen que así hallarán el tesoro, pero les esperan terribles peligros con una criatura del pasado. Debido a los problemas de presupuesto, el monstruo nunca se llegó a ver, pero a pesar de todo, la película gozó del apoyo unánime de la crítica.
Al final de la década entrarán en acción nuevos elementos que apoyarán este género, como la aparición de superhéroes en “¡Dame un poco de amooor!” en 1968, un filme pensado para los adolescentes, o la orientación hacia el público infantil con “El Rayo Desintegrador”, animación dirigida por Pascual Cervera.
Podemos concluir que la década de los sesenta despertó el interés del público general hacia la ciencia ficción, gracias a las series de televisión y a algunas películas de animación infantiles o juveniles, con un trasfondo más comercial que especulativo, pero que, en definitiva, facilitó el desembarco de una nueva etapa que se empezaría a desarrollar a partir de la década de los setenta.
Fotos: Pathé / España Films- Germán López/ Filmax /Antonio Rabinad y Palmiro Aranda / Televisión Española / Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Dioni Arroyo Merino
Valladolid, España, 1971, diplomado en Educación Social y licenciado en Antropología, alterna su oficio de escritor con su profesión de funcionario del Ministerio del Interior. Ha publicado seis novelas de género, recibiendo el reconocimiento por algunas de ellas, como el Éride 2013 por su ópera prima “Los Ángeles Caídos de la Eternidad” y por la distopía “Metanoia”, y una nominación a los Premios Ignotus en la Categoría Mejor Novela 2017 por “Fractura”, publicada en Apache Libros y en la que realiza una dura crítica al fracking. Ha cultivado el terror gótico con “El Sabor de tu Sangre”, ambientada en Valladolid (Éride 2013) y “Gótica y Erótica (Éride 2014), y la ciencia ficción transhumanista con “Fracasamos al Soñar” (Nowevolution 2017). En 2014 fue seleccionado por la editorial de Estados Unidos Babel books, Inc. para actualizar una versión al español actual de “El Buscón de Quevedo”, que publicó en aquel país. También han dado a luz una veintena de relatos en diversas editoriales, la mayoría de ciencia ficción o terror gótico. Con “La Maquilladora de Cadáveres” se reedita su primera novela, debido al interés suscitado por la crítica y por la temática negra y bizarra. Su nueva obra, “Cuando se Extinga la Luz”, es la primera que publica con Huso ediciones, y fabula con un mundo dirigido por mujeres, una ucronía con toques góticos. Es el vicepresidente de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, y el fundador de la equivalente en Castilla y León, colaborando con diversos medios de comunicación. Como antropólogo, ha ofrecido varias ponencias y charlas sobre mitología, transhumanismo y el futuro de la I.A. autoconsciente, temas en los que trabaja actualmente.
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