Por José Hernández Ibarra
La literatura de ciencia ficción se inicia, de acuerdo con el convencionalismo actual, con la obra “Frankenstein”, escrita por una mujer, Mary Shelley. Si bien es una obra que involucra la ciencia como un instrumento para darle vida al monstruo, sin embargo, desde el punto de vista moderno, la veracidad en la utilización de los rasgos científicos en la obra es cuestionada hoy -aunque también fue cuestionada en el tiempo que fue publicada-. La veracidad científica, como elemento central de la obra -aunque no como tema-, fue introducida en algunas obras de Edgar Allan Poe y Julio Verne. De esta manera, la ciencia ficción como actualmente la entendemos -una obra de aventuras o ambientada en la frondosidad de la ciencia y tecnología de hoy o del mañana que busca sumergirnos y convencernos de forma lógica y racional de la realidad de sus elementos -, no se inicia desde Frankenstein.
Descartando arbitrariamente este libro, la posición de la mujer en la escritura de ciencia ficción se reduce notablemente casi al punto de la inexistencia.
Buscar registros de mujeres que hayan escrito literatura de ciencia ficción puede ser posible si se toma a la ciencia ficción como una obra que trate sobre lo humano y lo tecnológico, pero es aún más difícil cuando se propone a la ciencia ficción como una obra que hable sobre lo tecnológico y lo humano. Eso no implica que los hombres abunden en esta última subdivisión del género, pero no existe una carencia por debajo de la docena de nombres que puedan ser mencionados.
Para el caso chileno, esta cuestión es más árida aún. Las mujeres que han escrito ciencia ficción son nombradas por la flexibilidad generosa y casi infinita del uso del concepto en la década de los ochenta y noventa. No es inusual que en los diarios de los años ochenta y noventa el “El hobbit” de J.R. Tolkien o “Papelucho y el marciano” hayan sido catalogados como “Ciencia ficción”.
Un caso especial es Elena Aldunate quien, sobre todo debido a su obra “Juana y la Cibernética” (en realidad, un cuento integrante de esa colección), se le ha designado comunmente como escritora de ciencia ficción y por ello ha recibido el título de “La dama de la ciencia ficción”. Pero, si se le aplican los códigos actuales para designar ciencia ficción, la mayor parte de sus obras no cumplen con las características del género.
La literatura femenina, cuando se acerca al género fantástico, se centra en la fantasía, un poco de terror y gran parte de literatura infantil. Dentro de estas líneas, las más antiguas autoras conocidas que pudieran ser inscritas como autoras de literatura fantástica -aparte de Elena Aldunate-, son Carmen Basso y Myriam Philips, quien fue una gran gestora cultural, sobretodo al darle impulso a la carrera literaria de Sergio Meier, uno de los pocos autores de ciencia ficción tecnológica o con bordes científicos.
La lejanía de las mujeres con respecto a la literatura de ciencia ficción es clara y por ello, resumiendo y simplificando el concepto de ciencia ficción al anteriormente referido, la cuestión ahora es definir las principales dificultades hipotéticas sobre esta situación.
La primera dificultad se relaciona con las ansias de gloria en los hombres y las mujeres, puesto que en la literatura de ciencia ficción masculina, uno de los troncos de la estructura es el héroe que tras una serie de dificultades y con la ayuda de algunos personajes logra triunfar sobre un enemigo o un gobierno. Este triunfo es muy relacionado con las ansias del mismo autor, ya sea porque desde pequeño esto se ve reflejado en las situaciones de competitividad, imaginándose campeón de futbol, lucha libre, aviación o un gran y letal soldado. Sin embargo, las ansias de gloria en la mujer no se expresan de la misma manera, ya sea por motivos de una cultura educacional y moral que pesa sobre ellas o por una búsqueda de una gloria diferente, más femenina o elegante, siendo una dulce niña, una princesa de gran talante o una admirada artista; por ello, el tema de la ciencia ficción no es más cercano a las princesas o damas que el de las batallas y luchas cuerpo a cuerpo.
La segunda dificultad corresponde a la madurez de los hombres comparada con la femenina y su importancia en la elección del género y el tema (guerras de naves, libertad de pueblos oprimidos, hi tech, cibernética), puesto que la anteriormente mencionada cercanía de los temas con respecto a los intereses de las niñas se relaciona más con el trato humano intermedio e incluso con el romanticismo en situaciones de peligro o enfrentamiento entre facciones, más que directamente con la agresividad infantil.
Pero, si una mujer decidiese realizar una obra de ciencia ficción -y esto es la tercera dificultad-, la recepción del mercado lector, considerando que éste está compuesto en mayoría de hombres, puede ser inesperado y, por ello, dudoso, ergo, para quienes buscan la masividad, sobre todo editoriales grandes, las obras femeninas se vuelven riesgosas y por eso pierden prioridad.
Volviendo al tema de la cultura, la cuarta dificultad se relaciona con el hecho claro de que las carreras técnicas y matemáticas, en las cuales se originan generalmente los autores de ciencia ficción más científica y tecnológica, no cuentan con una gran proporción de mujeres. Es igualmente cierto que en el plano de la educación secundaria es difícil establecer este tipo de afirmaciones, sin embargo, a nivel universitario, que es generalmente el grupo etáreo al que pertenecen los autores de literatura de ciencia ficción, la presencia en carreras relacionadas con el género es muy poca. No así con carreras más relacionadas con la emocionalidad, como pedagogías, parvularias, terapeutas o, incluso, enfermerías. Esto conlleva a relacionar, con justificación, la trama emocional de las obras literarias femeninas, por sobre el tecnicismo.
La quinta dificultad involucra el medio femenino. Los hombres, por norma general, escriben obras de ciencia ficción a muy temprana edad, dejando un rastro de inexperticie a la hora de elaborar personajes y redactar, conllevando a una crítica hacia el género, que afecta a todos los autores. Tras algunos años, los autores toman consciencia de las falencias de sus obras juveniles y, ya sin poder remediar la publicación y masificación de su obra, recurren al lamento permanente o al aprendizaje (o a ambos). Para el caso de las mujeres, la autocrítica es muy fuerte. La vacilación de una mujer entre convertir el borrador inicial en uno final, destinado a la publicación, requiere un gran trabajo de autoestima y confianza en el entorno. No hay un arrebato masculino, sino una cautela femenina. La autocrítica, en todos los aspectos, genera un retraso en la publicación y, con ello, el apaciguo de las ansias de publicación, con la consecuencia final de un olvido de la obra o la transformación de ésta en un nuevo género. Pero, aún cuando esta llega a publicarse, el siguiente desafío es la lucha contra un enemigo inimaginado por la mayoría de las autoras -y este es un hecho que afecta a muchas creadoras jóvenes-: la crítica despiadada entre mujeres. Para la creación de literatura masculina, el problema de la calidad literaria o la calidad de la trama, si no está relacionada con el dinero, no pasa de un mal momento. En el caso de la escritura femenina, ocupar un género como la ciencia ficción -y quizás en todos los otros-, provoca una gran reacción en el público lector femenino, que frecuentemente, termina en más sufrimientos que goces para el autor, ya sea siendo víctima de envidiosas críticas o de críticas a la obra motivadas sólo por la antipatía hacia la autora.
Y esto no sólo se ve en el aspecto de las símiles etáreas, sino que también afecta a las madres y parientes femeninas de la autora. Es algo muy común en los autores de literatura de ciencia ficción chilena -en los hombres-, sobre todo en los maduros durante los años ochenta y noventa, que sus esposas y/o mujeres cercanas, les criticaran sus gustos por el género de la ciencia ficción, calificándolos de infantilismos, utopías o, al referirse a ellos frente a otras mujeres, indicando que “andan en la Luna”. De acuerdo a lo anteriormente dicho, las características de la ciencia ficción, generalmente escrita por jóvenes y como primera obra, terminan siendo catalogadas como livianas, divagantes y sin peso, todo lo contrario a lo que busca plasmar una mujer en una obra literaria y, por ello, debido a la gran importancia de la opinión externa para las mujeres jóvenes, una posible razón de crítica avergonzante.
Suponiendo que esta sexta dificultad planteada en el párrafo anterior no se condijera con la realidad de algunas mujeres, más cercanas a entornos masculinos que femeninos, entonces la situación se invierte completamente -y esta es la séptima dificultad-, pues cuando una mujer manifiesta este tipo de arte, el entorno masculino tiende a dividirse entre los que la ridiculizan silenciosamente -muy pocos, a menos que sea un entorno hóstil a la literatura de ciencia ficción-, o se forma una facción de admiradores, que, por motivos muy conocidos, terminan por buscar más el amor hacia la joven escritora que a establecer con ella un lazo de crítica e incluso retroalimentación. De esta manera, su entorno se vuelve delicado, intangible e inevitablemente sensible.
Una octava dificultad se presenta al momento de publicar la obra de ciencia ficción. Independiente de si la crítica masculina es buena, la crítica femenina no pareciera ser tan grande, debido también al pequeño mercado lector femenino de ciencia ficción. Es decir, tanto por seguidores, como por retroalimentación, crítica constructiva, la lectura de una obra femenina, leída desde el punto de vista femenino, es difícil de conseguir y más todavía determinar, para una editorial, la rentabilidad de esta situación, considerando que la crítica femenina hacia las autoras generalmente no resulta ser condescendiente. Es por ello que nace de esto otra dificultad: no hay referentes femeninos fuertes o tan sólidos como Asimov, Bradbury, Verne o Wells. Puede ser un gran desafío para las mujeres buscar este gran logro y convertirse en el referente de la ciencia ficción del género actualmente, pero, de acuerdo con las ansias de gloria manifestadas habitualmente, el deseo de la hegemonía no es tan acentuado en las mujeres como en los hombres.
Como última dificultad, la creación de una obra implica la creación de personajes. Si bien, los personajes femeninos de las últimas décadas han sido personajes fuertes, capaces de conseguir logros que van desde ser grandes asesinas, comandantes de ejércitos, líderes de pueblos, resultan ser evidentemente una versión masculina en la imaginación de un autor y por ello, con ansias típicas de hombres y, a decir de las críticas femeninas, con poca madurez y la casi nula capacidad de conversar temas femeninos con otros personajes. En una década de feminismo, crear un personaje de ciencia ficción es un campo minado.
Es de esperar que el fértil campo de la ciencia ficción femenina sea más abundante de autoras, ahora que la tecnología digital y la exploración espacial están cada vez más cerca de la cotidianidad; que las políticas de paridad se mantengan constantes; que la redención de mujeres científicas sean traídas al presentes con toda la justicia que merecen y que la diferencia entre las “funciones y gustos” de un hombre y una mujer se reduzcan, pues, qué gran paso es tener una nueva perspectiva para un género ya antiguo en la literatura y completamente masculino.
Como palabras finales, me encantaría que pudiesen ser debatidas, apoyadas o rebatidas algunas de estas hipótesis.
NOTA
Lee tambien nuestra NOTA ACLARATORIA
Lea la carta enviada por el autor con fecha 18 de mayo del 2019
COLABORACIÓN DE LDP MAGAZINE
Publicado originalmente en LDP Magazine
Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

José Hernández Ibarra
Santiago, Chile. Se ha dedicado a la investigación de la literatura fantástica chilena desde que realizó su tesis universitaria para optar al grado de Profesor de Historia y Ciencias Sociales.
Ha fundado organizaciones como Fantástica Chile y Fantástica sin Fronteras. Actualmente forma parte del equipo de la revista digital LDP Magazine y de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chile (ALCiFF) en la cual colabora para el Blog El Continuo Cronn.
En su muro de Facebook, Teresa López Pellisa, el 31 de abril del 2019, comenta sobre el presente artículo: “Muchas gracias. No comparto muchas de las cosas que dice este autor. Llega a decir que tras Frankenstein ” la posición de la mujer en la escritura de ciencia ficción se reduce notablemente casi al punto de la inexistencia”, cuando en la tradición anglosajona se ha demostrado que esto no es cierto, y en la hispánica tampoco….y a partir de ahí afirmaciones falsas como que “La literatura femenina, cuando se acerca al género fantástico, se centra en la fantasía, un poco de terror y gran parte de literatura infantil” (con la larga nómina de autoras de terror y fantástico puro que existe en las letras hispánicas como Pilar Pedraza, Patricia Esteban Erlés, Jacinta Escudos, Mariana Enriquez, Silvina Ocampo o Samanta Schewblin), pero afirmaciones como esta: “La segunda dificultad corresponde a la madurez de los hombres comparada con la femenina y su importancia en la elección del género y el tema (guerras de naves, libertad de pueblos oprimidos, hi tech, cibernética), puesto que la anteriormente mencionada cercanía de los temas con respecto a los intereses de las niñas se relaciona más con el trato humano intermedio e incluso con el romanticismo en situaciones de peligro o enfrentamiento entre facciones, más que directamente con la agresividad infantil” me parecen infundadas e impropias de un ensayo, ¿dónde está la argumentación, las citas de autoridad o las teorías en las que se apoya? Imagino que es un artículo de opinión y cada persona puede opinar lo que quiera, por supuesto. Y me parece increíble que diga que las mujeres (en general y universal) en Chile critican a sus maridos por leer y escribir ciencia ficción: “Es algo muy común en los autores de literatura de ciencia ficción chilena -en los hombres-, sobre todo en los maduros durante los años ochenta y noventa, que sus esposas y/o mujeres cercanas, les criticaran sus gustos por el género de la ciencia ficción, calificándolos de infantilismos, utopías o, al referirse a ellos frente a otras mujeres, indicando que “andan en la Luna””. Es necesario salir de los lugares comunes y pensar desde la posición de las escritoras de ciencia ficción en el siglo XXI“.