Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Una nueva estrella

Séptimo, un ángel enamorado de Muerte Segunda, aguarda en una cafetería favorita, con la esperanza de reencontrarse tras años de distanciamiento y encuentros esporádicos. A pesar de la ausencia y incertidumbre, el amor persistente de Séptimo hace que persista si bien soporta el temor de la traición o desilusión. Sin embargo, el angel termina abandonando el lugar, triste, desilusionado y sin encontrar a su amada.

Raúl S. Martínez

La atestada cafetería en el corazón del barrio de la Intersección era el lugar favorito de ambos. Nunca fueron una pareja, pero la única criatura en todo el cosmos por quien Séptimo el ángel sentía la apremiante necesidad de atravesar el espacio y el tiempo para compartir un expreso de dudosa calidad estaba reservada para Muerte Segunda.

Esa mañana de jueves no fue la excepción y Séptimo decidió hacerse presente con veinte minutos de ventaja, una cantidad insignificante de tiempo considerando que habían pasado ciento once años desde la última vez que pasaron una noche juntos. En total, se habían visto sólo tresi veces en el último milenio, dos de ellas por afortunado azar.

La cuarta ocasión, que habría sido la definitiva; el gran escape en el que ambos renunciarían a sus responsabilidades cósmicas para huir juntos hacia el horizonte de algún mundo deshabitado que se convertiría en su personal paraíso, Muerte Segunda decidió brillar por su ausencia.

Existen muy pocos tratados de angelología que aborden el tema, ya que el hermetismo de la corporación celestial respecto a esos detalles suele ser absoluta, pero algo es completamente cierto: aunque no lo parezca, los ángeles poseen un corazón que también puede ser roto. Como el de Séptimo por ejemplo, quien sentado a la mesa en una de las esquinas de aquel establecimiento, intentaba inútilmente arreglar el nudo de su corbata azul marino, nervioso.

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Todavía la quería, de eso estaba seguro, un amor milenario no podía apagarse tan fácilmente, pero no le quedaba nada claro la razón por la que su antigua amante lo había invocado tan súbitamente. Temía lo peor.

Quizá Muerte en un acto de pésimo gusto, estaba por presentarle a su nueva pareja. Tal vez, pensaba Séptimo mientras le servían la segunda taza de café, estaba a punto de comenzar una cátedra impartida por Muerte en la que explicaba con detalles cómo ella nunca había estado enamorada del ángel y que todo lo que albergaba Séptimo dentro de su pecho era un desperdicio. Peor aún, tal vez Muerte volvería arrepentida después de haberse dado cuenta del error que cometió para pedirle una oportunidad más a Séptimo, quien a pesar de todo el coraje que sentía hacia la dama de negro y a las palabras de motivación que recibió de Teurgia White, una de sus pocas amigas humanas, aceptaría incondicionalmente los términos y estrecharía entre sus brazos al amor de su existencia* y dejaría todo atrás para por fin pasar la eternidad a su lado.

—¿Desea algo más, caballero? —la mesera permanecía de pie junto a él, solícita —¿Una copa de vino? Tenemos un Merlot que nos acaba de llegar…

Séptimo miró su reloj de pulsera, una obra maestra de la ingeniería celestial capaz de marcar la hora en el paraíso, el infierno, Ciudad Equis y Las colinas de las sombras, desde donde Muerte Segunda presidía Y lo que viene después S.A. de C.V el consorcio multidimensional que había heredado de su padre. En todos los reinos, Muerte llevaba varias horas de retraso.

—Una botella y dos copas, por favor —pidió a la joven con delantal mirándola directamente a los ojos.

Seis botellas después, Séptimo comenzó a sentirse ligeramente ebrio y triste. No estaba acostumbrado al alcohol; sólo lo había consumido en tres ocasiones. Una con Teurgia White, cuando celebraron la derrota final sobre Lucio Lafayette, otra con Arquetipo Alférez el humano que debía proteger, durante su despedida de soltero y la última, por supuesto con Muerte Segunda en la que posiblemente haya sido la velada más romántica en toda la historia de la creación. Séptimo es hasta la fecha incapaz de recordarla en su totalidad, pero aquella noche, en algún punto del frío cosmos nació una nueva estrella.

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Ahora, sin embargo, bajo el nebuloso cielo nocturno de Ciudad Equis, las estrellas parecían no existir en absoluto. El viento soplaba amenazando tormenta. Era hora de irse.

Derramó una silenciosa lágrima que limpió inmediatamente y por instinto con el dorso de su mano. Era evidente que Muerte lo había evitado una vez más. Se sintió tonto, casi como un hombre al no entender cómo es que después de eras completas y de los continuos desaires de su amante, seguía buscándola sin poder hallarla.

Resopló, irritado. Era el único parroquiano que permanecía en el establecimiento. Miró su reloj de nuevo, palpó el interior de su saco gris donde permanecía la carta que aún debía entregar y que, debido a Muerte, también iba tarde, Decidió volver a enfocarse en su misión. De otro de sus bolsillos extrajo el dinero para cubrir la cuenta, lo depositó sobre la mesa con un manotazo suave pero firme, se puso en pie y se dirigió arrastrado la poca dignidad que le quedaba hacia la salida. No dejó propina.

Nota

*El Manual de procedimientos y la política integral del gran corporativo celestial instan a todos sus colaboradores a utilizar el término existencia en lugar de vida ya que si bien los ángeles poseen voluntad propia e incluso libre albedrío, no han nacido y por lo tanto tampoco pueden morir.

FOTO: Imagen de TCrownT en Pixabay


Raúl S. Martínez

Escritor mexicano de Ciencia Ficción y Fantasía. Publicó su antología Ahora tenemos vino y otros cuentos (Acento Editores 2020) y está trabajando en su primera novela.

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