Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Noche de estrellas

Publicamos el relato “Noche de estrellas” de Raúl Vargas Sabalija.

Raúl Vargas Sabalija

Era ya una tarde tranquila, pero el día había sido agitado y desordenado, con sus contratiempos y sus buenas y sus malas noticias.

Esperé a que se marchara el Sol, le restaba aún una hora de trayectoria, para refugiarme en mi burbuja viajera. Desde ahí podía viajar a los asteroides, a la Luna, a los planetas y a las estrellas y otros lugares. Al poco tiempo comencé a ascender sobre el horizonte. En el transcurso, me encontré con Venus, tan maravillosa y luminosa, como siempre. Sentí deseo de hacer eterna esa sensación inefable en mí al contemplarla. Seguí mi camino. Alejados en distintas constelaciones (pero en la misma senda) encontré a Marte, Júpiter y Saturno. Brillaban, quizá para nosotros, y algunos mostraban orgullosos sus anillos; mas nadie competía contra los de Saturno. Al final de los planetas estaba un cuerpo que aún no había sido degradado a planetoide: Plutón, tan solitario y helado. Después estaban Sedna, Quaoar, el cinturón de Kuiper y la nube de Oort, entre muchísimos otros astros. ‘

Estaba pensativo cuando percibí una luz que llamaba mi atención, era brillante y muy grande. Era Sirio, la estrella de mayor magnitud y brillantez en los cielos. No me detuve mucho con esta estrella, tenía impaciencia por contemplar tanto como pudiera, quería conocer todo el Universo y… ¡Por Zeus! No podía creerlo, una vez más, la belleza de nuestro cosmos, era fabuloso el espectáculo que brindaba a los buscadores de estrellas. Había estrellas tan hermosas, de todas magnitudes y de todos los colores: rojas, blancas, azules, blancas azuladas, anaranjadas, amarillas, entre otras. Me parecían tan hermosas que si fueran lo que parecían a simple vista regalaría a mi amada un ramillete de estrellas para su recámara…


Pero obvio sería imposible, sólo de lejos agradan el sentido de la vista, ya muy cerca lo destruyen, así como en general a la vida misma. Decidí, mejor idea, seguir mi camino. Encontré un catálogo viviente de galaxias y nebulosas de todos tamaños y de todas formas y de colores variados.

Explicaré brevemente lo que vi: nebulosas que parecían glaciares divinos o nubes formadas con pétalos de violetas y de rosas, o cascadas de color blanco azulado… Galaxias que parecían espirales de blancos granizos, eran espirales de estrellas blancas, estrellas jóvenes.

Más aún, había galaxias que parecían estar luchando sumo, y en el choque de fuerzas desgranaban “soles” (recuérdese que Sol es el nombre propio de nuestra estrella), muchísimos, por doquier, en todas direcciones. ¡Era tan maravilloso aquel espectáculo! Era como un concierto de luces, como un armonioso baile de estrellas, como una pasarela de bellos astros, donde hasta los muertos participaban (porque muchas estrellas que miramos son solo luces que aún viajan en el espacio-tiempo, son fantasmas, son engaño de colores), son sólo vida de lo ya muerto. Pero no todo se limitaba a mis ojos, tomé mis audífonos cósmicos y comencé a escuchar los murmullos de astros ocultos. Cantaban melodías armoniosas los púlsares. Cantaban también los cuásares y muchos otros astros no visibles.

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De pronto, los alrededores se inundaron de luz, quizá, pensé, era el nacimiento de una nueva estrella, una supernova, por ejemplo; pero no, el Sol se posaba ya sobre el horizonte. Después de todo este viaje, de muchísimos años luz, me quedé reflexivo, pensando tantas cosas: pensé y me pregunté sobre la existencia de otros buscadores de estrellas en el universo. Si no se mostraban y comunicaban por timidez, o porque no sabían de nuestra existencia. Me gustaría, algún día, poder compartir con otros habitantes del universo este mundo nuestro, nuestra exaltación y contemplación por el cosmos. Nuestra sed de conocimiento.

Finalmente concluí que si los hombres, desde la antigüedad, no hubieran “inventado” a Dios creador del Universo, lo hubiera hecho yo mismo. El universo parece tan perfecto, tan armonioso, tan… divino.

FOTO: Pixabay

Raúl Vargas Sabalija

Nació en San Luis Potosí, México, un 20 de abril de 1978. Ha cursado estudios de Profesor de Matemáticas y Licenciado en Matemáticas, ambas en la UASLP (Universidad Autónoma de San Luis Potosí). Hizo una Maestría en Educación, así como también un Doctorado en Ciencias de la Educación. Además estudió un Diplomado en Filosofía y tiene estudios de lengua francesa. Ha trabajado en la industria, en áreas de capacitación y supervisión. Se ha dedicado a la divulgación de la ciencia, desde que era estudiante de matemáticas. Ha trabajado como profesor en niveles de secundaria, bachillerato y licenciatura, de Cálculo, Lógica, Filosofía, Didáctica, Probabilidad y Estadística y Física, entre otras materias. El SNTE (Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación) publicó uno de sus libros: “Primaveral a Julieta”, en 2018. En Julio de 2021 Trazos Urbanos publicó su poema “Pandemia” en el libro “Memorias de la Distancia”. Actualmente es profesor de secundaria. Su interés por las letras comenzó a temprana edad, sin embargo la dedicación al estudio de las ciencias exactas retardaron sus sueños literarios. A pesar de eso escribía cada que le era posible.

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