La tecnología antigua se anticipaba a la ciencia en el descubrimiento y manejo de la naturaleza (el fuego, la electricidad). Hoy es al revés. La tecnología (nuevos materiales, etc.) es ya un producto de la ciencia.
Abdón Ubidia

Por Cristián Londoño Proaño
En mis múltiples lecturas descubrí la obra del escritor ecuatoriano Abdón Ubidia. Me resultaron inolvidables y alucinados los cuentos de sus libros «Divertinventos» o «La Escala Humana». Entre los autores nacionales es uno de mis referentes literarios. Vale la pena mencionar que este autor no es escritor de género, sino de literatura general. Pero el corpus de sus cuentos pertenecen a la ciencia ficción y a la fantasía.
Luego, la vida me unió de otras maneras con este autor. Fui su tallerista en un taller de escritura creativa junto a la académica Gladys Jaramillo. Luego de muchos años, desarrollé mi obra y nos encontramos en muchos encuentros literarios. Tuve la suerte de realizar y producir un documental sobre ese autor para serie «La Belleza de Sentir».
Me alegró de sobremanera cuando recibió el premio nacional Eugenio Espejo por toda su contribución a la literatura ecuatoriana.
Abdón y yo nos hemos encontrado -y seguiremos en esta cruzada- en varios puntos de la vida y de la literatura.
Me acerqué a este magnífico autor ecuatoriano y le planteé una serie de preguntas sobre su obra de ciencia ficción.
Gracias por aceptar esta entrevista para la revista digital Teoría Ómicron. Cuéntanos cómo nació tu interés por la ciencia ficción; o como tú las llamas: ficción científica y la ficción filosófica.
De niño, me creía inventor. Y a mi padre le gustaba mirar el firmamento nocturno y leer libros sobre platillos voladores. Le parecía obvio que entre tantos millones de estrellas hubiese muchos planetas con vida. Quizá allí empezó todo.

En tres libros de relatos Divertinventos, Escala Humana y Tiempo tienes un registro narrativo que navega entre la fantasía, la ciencia ficción y la elucubración filosófica, ¿qué opinas de este comentario? ¿es tu interés? ¿Cómo surgió?
Creo que son cuatro los libros de Divertinventos, contando también el segundo: El Palacio de los Espejos. Leo más libros de ciencia, que de ciencia-ficción. Creo que los asombros reales que nos proporcionan la ciencia y la tecnología actuales (ver Homo Deus de Yuval Harari) son mayores que los asombros imaginarios de los nuevos libros de ciencia-ficción. Sobre todo cuando quieren simular los horrendos efectos especiales de las películas. Y siempre he estado pendiente de las publicaciones científicas como la colección Salvat de la Ciencia, o de programas extraordinarios de divulgación como fue Redes, de Eduardo Punset.
En cuanto a lo filosófico, parafraseando el nombre de una serie de entrevistas tuya: La belleza del sentir,puedo decirte que hay una intrínseca belleza del pensar. Siempre me ha interesado hacer una literatura reflexiva. Sea realista o fantástica. Me encanta insistir en la posibilidad de pensar y repensar los hechos extraños o absurdos de nuestro presente. Si los abordo de forma directa, hago ensayos; si los extrapolo, escribo relatos. Cuando son actuales, me sirve el relato urbano y realista. Si me dejo llevar por el vértigo del futuro, escribo relatos de anticipación. Pero, incluso estos, siempre tienen una base en la información calificada de la ciencia actual. Mas, trato de no alejarme nunca de las preocupaciones humanas de la ética y la estética. Siempre he creído que el sueño de la estética es la destrucción de la ética. Pero allí, justamente allí, en esa riqueza negra que hace que Edipo mate a su padre y se case con su madre, o que Medea mate a sus hijos, está, en todas las épocas, muy bien infiltrado, la advertencia o el mensaje final del artista.

Abordemos tus libros de relatos. En tu libro de relatos Divertinventos colocas el subtitulo: fantasías y utopías. ¿En qué punto de estos relatos podemos encontrar ciencia ficción?
Después de más de 200 años de creer, a pie juntillas, en la promesa moderna del futuro redentor, nos encontramos que la redención no ha llegado. Más bien, lo que ha llegado es el futuro mismo, porque ahora ya está entre nosotros: genética, robótica e inteligencia artificial, de por medio. Un futuro que, en el balance final, puede ser catastrófico para la especie humana. Fíjate en todas las mezclas transgénicas que pueden lograrse entre especies distintas, un gran nido de monstruos, y en robots y artilugios de inteligencia artificial que nos superen. Realmente, cada vez es más difícil pensar en utopías. Ahora podía escribir un libro que se llamara de Fantasías y distopías. La ciencia ficción es la ficción que provoca la ciencia. Así, mi libro tiene el género correcto, aunque podría mejorarse, llamándolo de anticipación, puesto que muchos de los artilugios que supuestamente inventé hace 30 años ya se han cumplido: libros comestibles, relojes que anuncian tu muerte (ahora se llama Tikker), y algunos más.

En tu libro “La Escala Humana” dibujas una serie de seres monstruosos y otros seres virtuales, y pones entredicho el papel de la ciencia, ¿está fue tu intención? ¿Por qué?
El estatuto sagrado de la ciencia ya ha sido cuestionado por filósofos de la talla de Bachelard y Feyerabend. Ahora, con tantas creencias y esoterismos que nos acosan, es más fácil ver que la Ciencia fue la verdad revelada de los siglos XIX y XX. Una religión más, como otras tantas, aunque más cautelosa y estricta en sus comprobaciones.

En tus cuentos inventas algunas tecnologías. ¿Hay un proceso de extrapolación? ¿cómo fue tu proceso de extrapolación de estas tecnologías?
La tecnología antigua se anticipaba a la ciencia en el descubrimiento y manejo de la naturaleza (el fuego, la electricidad). Hoy es al revés. La tecnología (nuevos materiales, etc.) es ya un producto de la ciencia. El alejamiento con la naturaleza es evidente. La extrapolación es esa: invertimos la relación, forjamos otra naturaleza, otra ecologíahecha de artilugios electrónicos sin los cuales ya no podemos sobrevivir (computadoras, celulares, satélites). Como escritor, apenas puedo reseñar esa extrapolación y anticipar otras perversiones.
Mucha de la ciencia ficción retrata sociedades influenciadas por la tecnología. ¿En tus cuentos ocurre lo mismo? ¿Por qué?
Porque eso pasa en la realidad. Todas las sociedades actuales están no solo influenciadas por la tecnología sino esclavizadas a ella.
En muchos escritores ocurren historias que los marcan y sirven de motivación para la escritura de los relatos. En el caso de Divertinventos, Escala Humana o Tiempo, que anécdotas les unen.
Es difícil no ser autobiográfico. Si le agregas una ración de fantasía a las personas y hechos reales que has vivido o conocido obtendrás relatos fantásticos. En uno de ellos referí, casi con pelos y señales, la primera vez que me enamoré perdidamente cuando tenía diez años. Salvando los cantos telepáticos, todo fue como lo cuento.
En tu último libro “Tiempo” hablas sobre el tiempo. Los cuentos giran en torno al tiempo físico, al tiempo psicológico. ¿Cómo surgió el libro? ¿Esas son tus preocupaciones actuales?
A mi edad, el tiempo asoma con su cara más perversa: no puedes dejar de pensar en el poco tiempo que te queda de vida. Ya te has festinado la mayor parte de ella. La ejecución ya está cerca y eres un condenado que cuenta sus días. Es el tiempo humano, el tiempo como duración lo que te preocupa mucho más que el frío tiempo de la teoría de la relatividad entendido como una dimensión más del espacio. Te interesa, pues, el tiempo que te envejece y que te va a matar. No importa si eres humano o estrella. Te interesa el devenir. Quizá por ese sentido de inminencia, hice lo que no había hecho antes: escribí casi todos los cuentos de ese libro de modo simultáneo. Avanzando rápidamente en uno y otro a la vez. Cuando lo terminé, les di a leer a mis amigos: unos cuentos a unos, otros cuentos a otros. Seguí sus recomendaciones. Y tuve que recortar drásticamente los textos. Me sentía como un escultor que quitaba cosas a sus esculturas para encontrar la forma adecuada que buscaba. Descubrí el placer masoquista de reducir mis textos. Soy un desescritor, me decía: desescribo. De las 300 páginas iniciales quedaron ciento cincuenta. No me arrepiento. Me gusta como quedó.

Hablemos de tus referentes en el campo de ciencia ficción, ¿cuáles han sido tus referentes?
El inevitable Verne, claro. Pero mi dios inalcanzable es Bradbury. Es todo imaginación y poesía. Es literatura pura. La ciencia ficción es casi un pretexto para él. Algo que le permite lograr un campo abierto y adecuado para dejar correr su imaginación desbordada. Asimov es un dios menor. Es un científico. Le interesa más la ciencia que la literatura.
Siempre he considerado que la ciencia ficción tiene una carga muy fuerte de crítica social, ¿qué opinas al respecto?
Que si no fuese así no tendría mucho sentido. Recuerda Crónicas marcianas de Bradbury como metáfora eximia de la extinción del los indios norteamericanos. Recuerda 1984 de Orwell, quien se dio el lujo de ironizar el nazismo, el estalinismo pero ─por eso su trascendencia─: nuestro mundo actual: ¿No tienes en tu pantalla un gran hermanoque te vigila siempre? ¿Google no te pregunta todo? ¿Cortana, Siri, o Alexa no te contestan todo lo que le preguntes? ¿Y aprenden y aprenderán cosas cada vez más intimas de tu vida?
En Latinoamérica hay un naciente interés por la literatura de ciencia ficción, ¿crees que la ciencia ficción es válida para Latinoamérica?
–Si no fueras mi amigo, no te contestaría esa pregunta. ¿Y por qué no? ¿No tenemos grandes científicos? ¿No somos los consumidores contumaces de las más nuevas tecnologías? ¿No tenemos las más grandes reservas de los materiales que precisa la tecnología de hoy, tierras raras y demás? ¿No somos las víctimas más obvias de la imposición de transgénicos y fármacos de última generación, aún no bien probados? De otra parte, el doctor Patarroyo y también los cubanos ¿no han hecho grandes aportes a la medicina actual? Sin la ciencia y la tecnología, el mundo actual es impensable. ¿Cómo no nos va a interesar la ciencia y su metáfora obligada: la ciencia ficción?
Me despido del escritor, del amigo y del referente con una sonrisa, entendiendo más sus escritos.
Abdón Ubidia es un escritor que perfila imágenes alucinadas, que caen en el razonamiento científico, bosquejando ironías de lo contemporáneo y sus tecnologías.
Considerar si muchos de sus inventos que desarrolla en sus cuentos podrían volverse realidad o son sueños poéticos, sería indagar en arenas movedizas, porque no conocemos si esos inventos son cotidianos en los mundos paralelos que tanto hablamos en Teoría Ómicron.
Fotos: REDA+ / Editorial Libresa / Editorial Santillana / Editorial El Conejo

Cristián Londoño Proaño
Quito, 1973. Escritor, guionista, productor y realizador audiovisual, y editor y director de la revista digital “Teoría Ómicron”. Inventó y desarrolló el concepto de la novela de fantasía andina. Publicó las novelas “El retorno de La Luz” (2018); Doce Horas” (2016), ”Underbreak” (2015), “El Tiempo Muerto” (2015), “Los Improductivos” (2014) y “El Instinto de la Luz” (2011). Publicó los poemarios: “Desojare” y “Luna de Solitarios”. Obtuvo los premios: I Bienal de Joven Poesía Ecuatoriana Jorge Carrera Andrade, el primer premio del V Festival al aire libre del Municipio de Guayaquil y una beca del fondo de fomento a la producción artística del Ministerio de Cultura del Ecuador. Escribió y dirigió las obras de teatro: “Amantes azules” y “Los Cirios Negros”. Escribió, dirigió y produjo varios documentales y series documentales como: “Jorge Enrique Adoum: el poeta desenterrado”, “La Belleza de Sentir” , “Arte de Sentir” y “Literamanía”. Sus producciones retratan a los actores del acontecer literario y cultural ecuatoriano de finales del siglo XX e inicio del XXI y reúnen aproximadamente a 66 documentales.
Web oficial: http://cristianlondonoproano.com
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