Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Vuélta a cása

Publicamos el relato “Vuélta a cása” de Emilio Vilaró.

Emilio Vilaró

ADVERTENCIA

NOTA: Tódo lo que escríbo está escríto en lo que llámo «tildádo», o séa, póngo tílde en la vocál que está acentuáda. Como en éste párrafo.


Núnca pensé que después de un inviérno tan dúro, a la primavéra siguiénte volvería a estár en éste sítio, a la vez tan ráro y deseádo.

Regresé a mi antígua propiedád. Todavía no la habían vendído. Salté la válla y me acerqué al jardín, allí estába el hormiguero, en el mísmo sítio que el veráno anteriór. Del agujéro brotába la lárga fíla de hormígas de siémpre. Me acerqué a éllas. Levanté el pié con firméza como pára destrozárlas, péro, lo dejé reposár suávemente a su ládo. Me desnudé, me arrojé al suélo y esperé, como ocurrió el áño pasádo, el abrázo de úna mandíbula, luégo mi reducción de tamáño usándo su combinación de arómas y picadúras, ácto seguído, la entráda en el hormiguéro. En ésta ocasión víne voluntáriamente. No podía hacér ótra cósa. Estába embarazáda. 

* * *

¿Cómo se puéde estár tríste, cuando estás pariéndo en la sála de lárvas de un hormiguéro? ¡Qué actividád hay por tódas pártes!  Las enferméras son las própias hormígas y compañéras de trabájo, que cúidan amorósamente de las pequéñas crías recién nacídas y de mí, úna humána, prestándome úna atención fraternál y esmeráda.

Pués no lo sé, péro me sentí felíz y orgullósa cuando mi hormíga cuidadóra cortó el cordón umbilicál y púso a la recién nacída, a mi adoráda híja, sóbre mi pécho. 

Éra úna níña, complétamente humána, no média hormíga, ni tres cuártos o totálmente hormíga. La llamé Ñíña. ¡Qué ingénua había sído yo! Méses atrás, después de tenér úna relación con úna hormíga soldádo, pensé que el resultádo sería úna monstruósa combinación de espécies.  Péro ahóra estóy segúra, que áunque así hubiése sído, siéndo mi híja, iguál la hubiése querído. 

¿Qué se supóne que debía hacér yo, úna mujér en el múndo de los humános, embarazáda de úna hormíga? Cuando no sabía, si mi próle tendría álgo de insécto ¿Quién la íba a aceptár en el múndo, exteriór? Seríamos lo personájes de un círco. Y aquí, bájo tiérra, ¿cuál será nuéstro futúro? 

* * *

El áño pasádo, ántes de escapárme de éste hormiguéro, no se habían portádo bién conmígo, péro ahóra al volvér, tódo ha cambiádo. 

Contemplé el recínto, yo, apoyáda sóbre algúnos huévos, que me servían de almoháda, sintiéndo la vída déntro de éllos, me parecía estár en el ciélo. No éra el mejór de los hospitáles, cláro, péro, ¡qué bién me encontrába! 

El llánto de mi bebé atrájo a múchas de las obréras, debía ser por la vibración de sus llóros en nuéstra sála, ya que las hormígas son sórdas. Al ver tan extraordinário sucéso en el hormiguéro, se acercában pára mirárla, preferí creér que éra su sonrísa lo que las atraía. ¡Qué interés les cáusa vér, cómo amamánto a la pequéña!

Algúnas la acariciában con sus anténas, y así, absorbiéndo y recordándo su aróma, su amistád quedába selláda de por vída. 

* * *

Pára nuéstra subsisténcia necesíto ordeñár los pulgónes y así obténgo su miél o meláza. Las hormígas soldádo me déjan salír algúnos días, muy vigiláda, pára que recója ótros prodúctos comestíbles pára nosótras. ¡Nuéstro organísmo humáno es tan diferénte al de éllas! A véces recójo objétos pára hacér más cómoda nuéstra «habitación».  Me aliménto además, con gran gústo, de los hóngos que se cultívan en algúnos de los recíntos, o las semíllas almacenádas. 

De vez en cuando, y cási a escondídas, las amígas me tráen algún detálle cariñóso como piñónes o grános de granáda de los cámpos cercános. Y cuando lo puéden conseguír, hásta café y jabón. ¿Me pregunté, cómo pudiéron sabér que éso nos hacía tánta fálta?, el café pára mí, y el jabón pára la pequéña. ¿De qué manéra lógran pasár con tódo éllo, la estrícta vigiláncia en la puérta de entráda?

* * *

¡Qué bién me encuéntro! ¡Qué diferénte sensación téngo de lo que ahóra es mi cása!, mi hormiguéro. Tódo lo contrário a la temporáda pasáda, cuando éra úna extráña. 

Entónces, me habían capturádo en el exteriór, introducído en el agujéro a la fuérza, ¡qué maravillóso sistéma tiénen pára reducír cualquiér materiál!, luégo esclavizáda y obligáda a trabajár en sus várias sálas de almacenáje de crías y cultívos. Me fué muy difícil acostumbrárme a vivír sin luz, péro como la naturaléza es sábia, póco a póco aprendí a ver álgo. 

En mi etápa anteriór, un día, al paseár por úna de las tántas sálas periféricas del hormiguéro, debiéron pensár que intentába escapár, fuí descubiérta y como castígo me prohibiéron movérme de los nivéles inferióres. 

Algún tiémpo después logré escapár, salír al exteriór, péro como ven, prónto volví voluntáriamente. No podía hacér ótra cósa. Estába embarazáda. 

Me duéle reconocérlo, al ir a mi múndo, comencé a comparár, núnca había tenído úna vída felíz con los míos. En cámbio, al retornár al hormiguéro, jamás estúve tan cuidáda ni lo pasé tan bién como con mis compañéras. El volvér voluntáriamente, ha representádo úna gran diferéncia. No, no me arrepiénto de habér regresádo.

Quizás te interese

Ahóra, después del nacimiénto de mi híja y pasádos vários áños, ya no necesíto llevár las mános replétas de miél, cuando sálgo a paseár por los túneles del nído, pára que al dárles el dúlce, no me molésten las obréras. Ésto ya no ocúrre, mi olór y el de mi híja ha sído trasmitído de anténa en anténa. Ahóra sómos como éllas, mi híja por derécho de nacimiénto y yo, por habér lográdo ayudárlas y querérlas en su múndo. Y lo mejór, sómos sus amígas. Algúnas han aprendído a «paseár» y tomár café conmígo. Cuanto más azúcar póngo, más les gústa. Cómo les agráda, estár sin hacér náda, increíble, ¡hormígas descansándo!, y tomándo café, ¡cómo se ríen! Espéro que la Réina no nos descúbra. 

Péro lo hízo. No, no, ningúna obréra, ni soldádo nos delató, ¡qué va! Con lo que nos quiéren. Péro, cómo se puéde evitár que ése aróma tan maravillóso sálga de mi cámara y súba inundándo cáda úno de los pasíllos, laberíntos, galerías y almacénes… hásta su sála. 

Nos convocó, a la pequéña, a mí y a algúnas de las hormígas más implicádas. Pensé, que íbamos a tenér problémas.

Al entrár en la Sála de Réino, vímos con horrór, que tódos los utensílios necesários pára hacér café, la pruéba de nuéstra culpabilidád, estában frénte a élla. ¡No teníamos escapatória! Esperámos nuéstra condéna.

Sin mediár aclaración álguna, nos pidió que le hiciésemos nuéstro mejór café, éso sí, con múcho azúcar. 

Miéntras bebía, hízo lo que sólo en contádas ocasiónes se digná hacér. Nos hízo el honór de: «dejár de ponér huévos». Vále, ya sé que no es múcho, péro es su Régia manéra, de indicár que está muy satisfécha.

* * *

Péro el tiémpo va pasándo, ¿cuál será nuéstro futúro en éste múndo subterráneo?, ¿qué relación lógica y duradéra puéde existír éntre hormígas y humános? 

Después del párto, volví a mi faéna habituál, el cuidádo de los huévos, lárvas y pequéñas obréras. Según paréce, ésto lo hágo mejór que las própias hormígas. ¡Cómo me gústa mi trabájo! Mis compañéras me pasán las labóres más delicádas, sóbre tódo, la limpiéza de las pequéñas, ¡qué encántadoras son! Pasádo algún tiémpo, me míran como si fuése su mádre.

* * *

Después del incidénte del café, he sído eleváda de categoría en mi trabájo. Cuando me tóca limpiár y ayudár a alimentár a la Réina, siémpre llévo conmígo a la que ahóra ya no es tan pequéña, a Ñíña, Su Majestád juéga con élla y se ruboríza. A mi híja le gústa ver cómo póne los huévos. Úna vez me preguntó, ¿cuándo saldría úna como élla?, no súpe qué decírle.

Grácias a la simpatía de mi híja, cuando el soldádo-vendedór del múndo exteriór, (el que paréce que tiéne la concesión pára comerciár en nuéstro hormiguéro), se acérca al agujéro a negociár, le cambiámos álgo de la meláza que producímos, por algún caprichíto del «extranjéro», cósas como: la verdadéra miél de abéjas, harína o sal, y sí, si téngo álgo con qué cambiárlo, álgo más de café, ¡cuánto lo necesíto! Créo que el soldádo-vendedór no gána múcho con nosótras, si bién es muy amáble y se diviérte comerciándo con dos humánas. Le pedímos lo que querémos, y si puéde encontrárlo, nos lo tráe en su próxima visíta. Siémpre quiére adquirír el «Hóngo Azúl», prodúcto DO (Denominación de Orígen) de ésta región, y producído en nuéstro hormiguéro. Si bién, éste cultívo es muy escáso en nuéstra colónia y disponémos muy póco de él pára canjeár.

* * *

Algún día, cuando mi híja séa mayór y puéda entendérme, le contaré y trataré de justificár mi decisión de vivír aquí. No será fácil. ¿Cómo explicárle?, que acépto no podér salír, ver póco, péro que, a pesár de habér sído esclavizáda, deséo permanecér aquí, ya que éste laberínto, lléno de belléza me encánta. No, no sé si sabré hacérlo. Afortunádamente véo que élla se está integrándo muy bién, es adoráda por nuéstras compañéras y, a su vez, mi híja las quiére múcho, lo bién que lo pása con éllas.

Recomendaciones

Las hormígas tiénen sus réglas, dúras, sólidas y jústas según sus princípios. Y yo. ¡Cuánto disfrúto aquí!, cuiadándo a los bebés, miéntras enséño a hablár bién a mi pequéña, ánte la miráda curiósa de mis compañéras. 

Muy dúro fué pára mí, la pérdida de úna gran amíga. Úna hormíga disidénte, a quien tódas llamában «La hormíga Exploradóra». Duránte úna de las múchas chárlas que mantuvímos, díjo pára justificárse: «Un día, salí de la fíla y me subí a úna rósa». Viví allí «fuéra» múcho tiémpo, decía, en compléta libertád. Las dos sómos iguáles, asegurába, preferímos la hiérba del cámpo vecíno. Por éste pecádo de querér vivír en el exteriór, la recluyéron pára siémpre en el agujéro. Élla, en los priméros tiémpos de mi «esclavitúd», pára que las dos pudiésemos escapár, cavó un túnel, la descubriéron ántes de podérlo terminár, y lo pagó con su vída. ¡Cuánto la quíse! 

* * *

Cuando lluéve, llévo a Ñíña a lo más álto del hormiguéro, cérca de la entráda. Lo hágo ántes de que las hormígas lo tapónen y ciérren el accéso pára que la llúvia no inúnde tóda nuéstra moráda. Como ésta água créa pequéños lágos déntro del hormiguéro, mi híja y yo nos lavámos con el jabón, ánte el asómbro de nuéstras compañéras. 

Cuando la llúvia es abundánte, hásta podémos nadár. ¡Cómo se diviérten éllas, las obréras, persiguiéndo y rompiéndo nuéstras pómpas de jabón! En úna ocasión úna quedó atrapáda déntro de úna de las burbújas. ¡Qué jolgório se armó!

La que nos avísa que está lloviéndo o va a llovér, es la «hormíga portéra», sospécho que es élla la que déja entrár el jabón y ótras de mis necesidádes (pára que le hagámos las pómpas). Sábe lo múcho que nos gústa mojárnos. Si élla no viniése a informárnos, no lo sabríamos, ya que nuéstra sála está muy abájo, en la párte inferiór del hormiguéro. 

¡Qué gran dáma es! Fué élla la que me presentó al vendedór. Con él tiéne úna gran amistád. Cuando él viéne, siémpre le da úna lárga excúsa pára retrasár su entráda, y así podér conversár un ráto más. Está muy enamoráda de él. El comerciánte siémpre le tráe un regalíto, élla piénsa que es pórque la quiére, péro sólo lo háce pára que le permíta entrár. 

* * *

Un día se me ocurrió subír a mi hijíta a la espálda de úna de mis amígas, ¡cómo reía la pequéña!, al ráto había cóla pára llevárla. Yo al ládo, pára que no cayése, ¡qué rísas! Túve que dejárlo, me la íban a matár. 

* * *

No sé qué futúro nos aguárda en ésta colónia, yo me siénto muy bién aquí. No quiéro volvér a mí tríste vída anteriór. Péro, ¿qué será de mi pequéña? En éste múndo subterráneo, élla estará condenáda a vivír sin paréja. Péro ¿y fuéra?, ¿qué vída le espéra? ¿La dejarán salír algún día?, al ménos a buscár compañía. 

¿Sería capáz de convencér a álguien del exteriór pára que víva en el hormiguéro con élla, o, ya no volvería a la colónia? ¿Podría yo pedír permíso pára que, a la edád apropiáda saliése a buscár paréja, manteniéndome a mí como rehén? Si volvía, ¡cuántas cósas tan interesántes me podría contár! En nuéstro múndo, ¿cómo se presentaría a sus semejántes?, qué diría cuando le preguntásen ¿dónde víves?, ¿cómo respondería a un cariñóso abrázo, o a su primér béso?

Al finál, ser felíz es estár rodeáda de los que te quiéren, miéntras tómas un buén café.

FOTO: SandeepHanda en Pixabay

Emilio Vilaró

Nació 1946 en Tortosa (Tarragona). Vive en Barcelona. Estudió Master en Ingeniería Eléctrica en la Universidad Texas Tech University mediante una beca Fulbright. Ha vivido largos periodos de su vida en Colombia, Canadá, Francia y los Estados Unidos. Y visitó más de 110 países. Tiene una página web www.evilfoto.eu en donde hay descargables y gratuitamente más de 150 relatos (2 novelas, cuentos, ensayos y recetas). Y una serie de fotografías de algunos de sus viajes. Un blog  https://cosasdeemilio.wordpress.com/  en donde presenta sus relatos.

ANUNCIOS