Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: El sillón del espacio

Juan Andrés Capalbo relata una aventura espacial como ningún otro, narrando la historia de dos hombres que descubren una silla que les permite observar el espacio exterior y transportar objetos. Sin embargo, uno de ellos deciden experimentar…

Juan Andrés Capalbo

Como buenos aficionados a la astronomía, mi amigo y yo estuvimos planeando durante bastante tiempo comprar un telescopio. Habíamos visto algunos en una tienda que frecuentábamos, en la que compramos libros, revistas y demás objetos relacionados con la temática. pero nos habíamos propuesto comprarnos un telescopio con

el que poder observar lo que estuvimos aprendiendo en los libros. Cuando tuvimos el dinero suficiente, fuimos a la tienda. El vendedor nos mostró los diferentes modelos y nos comentaba sus características. Pero ese día vimos un nuevo objeto que no estaba las veces anteriores, era un sillón para una persona, forrado con una tela azul con estrellas blancas y tenía una especie de casco conectado, que recordaba un poco a una silla eléctrica y en cada apoyabrazos tenía una palanca. También tenía un teclado pequeño con una pequeña pantalla.

-¿Qué es eso?

-Eso es algo que decidí exhibir hoy – explicaba el vendedor- es mejor que cualquiera de los telescopios que están acá, pero también trae un riesgo que ninguno tiene…

-Pero está más barato que los telescopios…

-Si, justamente por el gran peligro que puede ocasionar si no se utiliza de forma correcta, si solo utilizan la función de mirar – dijo mientras señalaba la palanca de la derecha – podrán ver el espacio exterior como si estuviesen allí, podrán desplazarse a voluntad y observar todo lo que quieran…

-¿Como si estuviésemos ahí? – quise saber

-Exactamente, pero sin poder tocar … es una especie de realidad virtual, te trasporta al espacio y podrán viajar sin problemas… incluso pueden fijar coordenadas con el teclado.

-¿Y la otra palanca?

-No se para que sirve, solo que hace desaparecer lo que haya debajo- mi amigo y yo lo miramos extrañados – supongo que desintegra lo que haya o es el efecto contrario a la palanca del otro brazo: una te lleva al espacio y la otra trae la energía del espacio hacia acá… de todas maneras les recomiendo no tocar ya que no sabemos que es lo que hace en realidad… – como seguíamos mirándolo con incredulidad agregó – pueden probarlo si lo desean …

Parecía algo ridículo, pero decidí probar el sillón para ver cuanto había de cierto en que podía servir para viajar por el espacio. Estaba convencido de que como mucho sería una especie de proyector que mostraría imágenes tomadas hace mucho tiempo, ya que el diseño de la máquina era bastante rudimentario y hasta me atrevería a decir que era casi cómico.

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El dueño del local me puso el casco en la cabeza y me pidió que accionara la palanca derecha, al tiempo que sujetaba la izquierda, como si temiera que pudiera accionarse sola o que lo hiciera yo.

Inmediatamente sentí que me elevaba y que en pocos segundos la tienda de astronomía dejaba lugar al cielo azul, a sus nubes y luego a la oscuridad. Miré hacia abajo y vi la Tierra que acababa de abandonar. Dudando de lo que veía intenté mirar mi cuerpo, mis pies, pero no había nada, parecía como si me hubiera vuelto incorpóreo ya que no tenía ninguna sensación física. Giré sobre mi mismo, por decirlo de alguna manera y mientras lo hacía vi a la luna en todo su esplendor detrás mío, mas grande de lo que la había visto nunca. Entonces hice fuerza con mi mente para adelante y estuve cada vez más cerca, hasta que…

-¡Es verdad, me llevó al espacio! – me encontré en el local.

-Pero si estabas acá, no te moviste del asiento.

-Si, pero estaba como…flotando en el espacio y podía moverme y además iba para donde quería ir…

No había dudas de que compraríamos ese sillón y de que era mucho mejor que un telescopio. Pedimos que lo trasladaran a mi casa y una vez allí lo subimos con sumo cuidado a mi habitación, que era bastante espaciosa. Lo primero que hizo fue probarla el, ya que no lo hizo en el negocio. Se sentó, aún con cierta duda y accionó la palanca. Después de unos instantes abrió los ojos, se quitó el casco y se puso de pie exaltado.

-¡Si funciona! ¡Estuve en la Luna, la recorrí estoy seguro que casi toda y además podía ir adonde quería! Pero pensé en volver a contártelo y entonces regresé…

-Eso mismo me pasó cuando la probé.

Presas de nuestra curiosidad y emoción la volvimos a probar un par de veces cada uno. Recorrimos buena parte de nuestro sistema solar, mientras uno visitaba los planetas, el otro revisaba en los libros lo principal de cada planeta, partes inexploradas y lugares a los que debíamos ir.

-Es increíble la vista desde la cima del monte Olimpo – me dijo mi amigo cuando exploramos Marte – no llegué a ver los polos congelados, que quedé demasiado en el monte, es verdaderamente increíble.

Miré la hora, vi que era muy tarde, con cierto pesar, aunque aún entusiasmados decidimos dejar la exploración para el día siguiente.

En los días siguientes continuamos con nuestros viajes, primero por los planetas de nuestro sistema solar para continuar luego por galaxias cercanas. Con el correr de los días fuimos explorando sistemas cada vez más lejanos, al punto de llegar a planetas que ni siquiera fueron descubiertos. Puedo decir con toda seguridad, que teníamos más conocimiento que la NASA. Si bien era increíble lo que lográbamos, nos hubiera gustado poder tocar, sentir el suelo bajo nuestros pies, poder explorar con nuestro cuerpo además de con la mente o la vista.

En uno de esos días, mi amigo me dijo con total seguridad:

-Estuve pensando y creo que deberíamos utilizar la otra palanca.

-¿Estás loco? El hombre de la tienda nos dijo que no sabía lo que pasaría, que incluso podría desintegrarnos

-Eso si lo probamos en nosotros, pero pensaba probarlo primero con otra cosa…¿que tal tu almohada?

Se acercó a la cama con prisa y tomó la almohada para colocarla en la silla, le colocó el casco y con la palanca derecha fue fijando coordenadas.

-Vamos a fijar un punto en la Luna como ubicación. Ahora probamos la palanca en cuestión – dijo muy concentrado mientras accionaba la manija izquierda.

En el momento en que lo hizo la silla comenzó a temblar, una luz blancuzca salió del casco. Nosotros retrocedimos, yo preocupado, mi amigo con expresión de satisfacción en el rostro mientras observaba como la almohada iba volviéndose cada vez de un color más claro, luego iba volviéndose transparente, al punto que podía verse a través de ella y finalmente desapareció. La silla se quedó quieta y en silencio, tal como estaba antes. La palanca izquierda volvió a su lugar original. Mi amigo se lanzó sobre la silla, se colocó el casco y fijó las coordenadas que estaban unos segundos antes. Cuando logró ver lo que había allí, se puso de pie bruscamente y presa del júbilo comenzó a dar saltos al tiempo que lanzaba gritos de emoción.

Al verlo corrí para comprobar que el acababa de ver lo que yo suponía y cuando me senté en la silla comprobé que efectivamente la almohada estaba en la Luna.

-Bien, bien … – decía mi amigo caminando de un lado a otro de la habitación – ya confirmamos lo que ocurre, ahora tenemos que dar el siguiente paso.

-¿Siguiente paso? – le pregunté sin comprender. No estaba seguro de si el me hablaba a mi o estaba hablando solo.

-Claro, ya vimos que la palanca izquierda sirve para transportar objetos, ahora debemos saber como hacerlos volver.

-¿Hacerlos volver? No creo que sea posible, la palanca volvió a su posición original cuando la almohada desapareció.

-Exacto, pero con la otra palanca podemos ver cualquier punto del universo y luego volver, estoy seguro de que la palanca izquierda funciona de la misma manera.

-Eso no nos asegura nada, la silla puede trasportar elementos que tenga encima, pero la almohada ahora está en la Luna – parecía una locura decirlo pero así era – no creo que tenga alcance para traer algo de allá.

-De todos modos hay que intentarlo …

A esta conversación siguieron una serie de intentos de transportar objetos que luego debíamos hacer volver, sin saber como. Lo primero que intentamos fue mandar al espacio un objeto al que atamos con una cuerda que estaba atada a la pata de mi cama. La idea era que el objeto se fuera con la cuerda de la que luego tiraríamos. No funcionó, el objeto se desvaneció y la cuerda cayó inerte sobre el asiento.

Intentamos luego activar la palanca e introducir en el haz de luz un palo con un gancho, pero la fuerza era tal que tuvimos que soltarlo. El palo fue absorbido.

Luego se nos ocurrió activar la palanca fijando previamente las coordenadas de un objeto que dejamos en un planeta con una gran fuerza de gravedad, para evitar que cambie su ubicación. Nada ocurrió.

A esto siguieron nuevos intentos y variantes de lo que íbamos realizando, pero nada funcionaba. Parecía que la máquina no funcionaba a la inversa y que no podríamos realizar un viaje corpóreo al espacio.

Sin embargo, el decidió probar una última cosa. Cortó el tejido del sillón y dejó al descubierto toda la maquinaria interior, la cual constaba de cables, circuitos, elementos metálicos y demás objetos de los que yo desconocía tanto lo que eran como su función. Comenzó a observarlos de cerca muy detenidamente, a tocarlos, moverlos mientras murmuraba para si. Entonces tocó una unión entre los cables de ambos lados y la silla dio una sacudida al tiempo que emitió un destello de la luz blanca. Le pregunté si se encontraba bien, ya que mi primer impresión fue que se trataba de una descarga de energía, fuera cual fuese la energía que usara el aparato. Pero no, tanto mi amigo como la máquina se encontraban bien. Incluso puedo decir que el se encontraba más tranquilo de lo que lo había visto los últimos días. Parecía haber vuelto a su estado anterior al descubrimiento de la teletransportación de los objetos. Después de ese extraño destello, volvió a cubrir el interior de la maquinaria, se puso de pie serio, parecía muy concentrado y sereno cuando dijo:

-Creo que deberíamos continuar con la investigación sobre el último planeta, no parece posible hacer volver los objetos… aunque no podamos viajar, lo que estamos haciendo es increíble, es más de lo que nadie hizo y probablemente hará cualquier persona…

Estuve de acuerdo, así que procedimos a revisar los datos que teníamos del planeta. Decimos volver una vez más para corroborar un dato en el que teníamos opiniones dispares. El iría primero, ya que yo había viajado último, antes de nuestros intentos de regresar objetos. Se sentó y fijó las coordenadas antes de accionar la palanca. Sin embargo, el viaje visual no se produjo. La máquina produjo un extraño sonido al tiempo que dio una sacudida…

-Genial – dijo – creo que la dañé cuando toqué esos cables, no debe ser nada que no se pueda remediar…

Pero antes de salirse del asiento el destello blanco se hizo presente y comprendimos que el ya no podría salir de allí. Porque las sacudidas, el sonido de la silla golpeando contra el suelo y la luz blanca continuaron al tiempo que el se iba transparentando, y mi intento de sujetarlo fue en vano. También lo fue el intento de retroceder la palanca, ya que solo lo hacía de forma automática. Mi amigo no había dañado la máquina, sin proponérselo había cambiado la función de las palancas. Ahora está en algún punto del espacio. No me animo a usar la máquina, ya que no se si funciona correctamente. Tampoco se en donde apareció, ya que las coordenadas se borran luego de que desparece algún objeto y es poco probable que se quede en el mismo lugar. Aunque si se que hasta que los humanos colonicen el espacio, el es el primero en encontrar su sepultura allí.

FOTO: Pixabay

Juan Andrés Capalbo

Tiene 33 años, nacido el 20 de febrero de 1990. Docente de Educación Especial residente en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Ha publicado relatos en la revista Teoría Ómicron.

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