Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: El segundo cerebro

Publicamos el relato “El segundo cerebro” de José S. Ponce.

José S. Ponce

Una gota de cultivo bacteriano que cayó en mi boca cambió mi vida. Jimena caminaba hacía mi y no se dió cuenta de que la mujer de limpieza acababa de mojar el piso, cuando pasó a mi lado iba tan aprisa que resbaló y para tratar de sostenerse me jaló hacia ella. Ninguno de los dos cayó, pero el recipiente que ella llevaba en las manos con restos de medio líquido casi cae al suelo, intenté sostenerlo mientras una gota de su contenido me entraba directamente en la boca. La cara de Jimena al ver esto fue de verdadero terror.

Trate de mantenerme en calma y no ofenderla con mis regaños. Quería ser el compañero amable de este laboratorio pues en otros no me había ido bien en cuestión de amigos. Llevaba varios meses aquí y las cosas parecían ir bien, no quería estropear todo por un arrebató. De cualquier forma la cepa de Escherichia coli utilizada no era peligrosa y las modificaciones genéticas que mi compañera trabajaba eran poco invasivas, pues se trataba por lo general de la expresión de una proteína fluorescente de forma permanente en la pared celular.

Hice lo posible por tranquilizarla y le pedí que no comentara nada con nuestros asesores. No quería que se hiciera un escándalo y menos porque en principio la cepa utilizada era inofensiva. “Nada de qué preocuparse” le repetí mientras le daba una palmada en la espalda y me marchaba sonriendo.

Por la tarde la irracionalidad fue apoderándose de mí. Decidí de forma poco responsable y guiado por el miedo que tomaría antibióticos en ese mismo instante. No fue difícil conseguirlos con los médicos que trabajaban en el mismo laboratorio. Tampoco era la primera vez que me ayudaban con medicamentos que por una u otra razón había requerido. Tal vez fue por la toma de los mismos o por que los procesos organizativos en mi interior tomaron tiempo que no enferme ni tuve otro síntoma. Ni una diarrea, ni el mínimo dolor de estómago. Ninguna manifestación física se presentó, al menos no durante esa tarde ni los días siguientes.

Aunque no estuve en calma todo el tiempo, al contrario, al día siguiente mi ansiedad aumentó al descubrir que mi asesor le había permitido a Jimena trabajar con las cepas que habíamos modificado con el fin de que funcionarán como biofábricas. Aunque hasta el momento no se había logrado un éxito asegurado. La transformación bacteriana estaba casi completa, la habíamos llamado ELIZA76 y consistía en la modificación de varios genes para fabricar un péptido diseñado para aliviar los dolores extremos en pacientes terminales. En teoría era necesario mantener un bioreactor para su fabricación. También en teoría eso funcionaba pero seguíamos teniendo problemas con la extracción y purificación del mismo. Pues en los diferentes intentos detectamos restos de proteínas desconocidas o de poco interés. Pero había un detalle más importante y que hizo que mi cabeza no dejará de dar vueltas al respecto y es que aun no estábamos seguros si las modificaciones genéticas que habíamos insertado en el ADN bacteriano tendrían repercusiones. Pensar en que había tomado una gota con cientos de miles de bacterias, que producían sustancias aún desconocidas me ponía enfermo de incertidumbre.

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Ahora no dejaba de reprocharme el no ser más severo con Jimena. El material con el que trabajaba era riesgoso, y no era para que anduviera jugueteando por el laboratorio, todo el manejo tenia un protocolo y lo más importante cualquier medio restante debería ser desechado de forma segura en unos contenedores especiales que después eran llevados a un incinerador de forma que todas las normas de bioseguridad se llevarán a cabo con el más estricto apegó, ella no había sido capaz de eso y ahora no la quería cerca. No importaba que.

Estuve de mal humor por varios días esperando que en cualquier momento pudiera enfermar. Pasaron varias semanas y finalmente me creí a salvo. Salí a comer con algunos compañeros. Ese día nos apetecía comer tacos en un puesto cercano a la torre de investigación. Pedí tres tacos para la primera sentada, los pedí dorados y con su respectiva cebolla. Los bañé de salsa verde y limón. Para acompañar pedí un refresco de manzana. Le dí una mordida a mi taco y enseguida noté como la grasa de la carne caliente se esparcía por mi boca. Tragué el bocado, sentí el calor pasando por mi garganta y perdiéndose en mi estómago, que comenzó a gruñir de inmediato, “tengo mucha hambre pensé” y seguí comiendo. “Otra vez carne Jaime” escuché. “Que no sabes comer otra cosa, carajo, necesitamos fibra”.

El sonido venía de mi interior con una voz ahogada. Uno de mis compañeros me observaba al tiempo que preguntó “Qué decías, sucede algo”. “No es nada, es solo que olvide la autoclave encendida” me levanté de prisa y salí huyendo. Corrí hasta el hospital, subí al segundo piso y entré en el baño.

Me senté en la taza con los pantalones arriba. Incrédulo ante la voz que había escuchado. Cuando esta hablo de nueva cuenta “Y ahora que es lo que haces no se supone que íbamos a comer”. Me quedé en silenció escuchando y la voz siguió hablando “vamos levántate y aliméntanos, eh, nos oyes”, “pero quiénes son”,”Somos ELIZA76, tú nos creaste, como puedes olvidarte así de nosotros”. Una risa de nervios se apoderó de mí en ese momento.

Cuando el estudio de la microbiota en el intestino empezaba le llamaban el segundo cerebro. Esto debido a la enorme cantidad de terminaciones nerviosas en todo el intestino pero sobre todo por el papel que la microbiota tiene en la fabricación de neurotransmisores. Para mí eso se había vuelto una realidad y no una metáfora. En mi interior habitaban otros que ahora podían comunicarse conmigo y la soledad que me acompañaba se esfumó. Tener a ELIZA76 conmigo fue la más grande revelación. Comentaba con ellos los distintos puntos de mi investigación. Fue así como encontré la forma de purificar mi péptido. Y no solo eso, sino que logré determinar que las proteínas desconocidas no eran sino producto de la unión de una variante del mismo. El interés que nuestra investigación despertó me permitió obtener financiamiento para continuar con las investigaciones. Supe también que la variante del péptido permitía a pacientes con demencia recuperar sus recuerdos. ELIZA76 y yo pensamos que esa propiedad les había permitido que tuvieran una conciencia. Aún no teníamos claro cómo es que funcionaba pues lo cierto es qué en nuestro cerebro múltiples tipos celulares trabajan en una red de terminaciones celulares y de alguna forma casi mágica emerge la conciencia, como una propiedad colectiva y derivada del funcionamiento individual. Cómo es que ellos, ELIZA76, habían logrado obtener una, siendo como eran miles de células diminutas y de distintas especies. Lo único cierto es que la presión ejercida por los antibióticos en esa gota milagrosa les había dado un empujón en la evolución.

Pero no solo obtuve el éxito académico que quería. Otros aspectos de mi vida cambiaron.

Para mantener a ELIZA76 en buen estado fue necesario llevar un cambio de dieta e incorporar más fibra dietética, también aumente la cantidad de agua que bebía y las horas de ejercicio semanal. Mi salud mejoró y mi estado de ánimo también. Y cuando las cosas emocionalmente no iban bien me bastaba pedirles que modificarán su producción de neurotransmisores para corregirlo. Era asombroso. Grácias a eso mí popularidad no dejaba de subir. Se me veía como el compañero modelo y todos en la torre de investigación querían tener trato conmigo. Logre incluso tener citas con hombres que me habían rechazado anteriormente.

Conforme pasaron los meses ELIZA76 fue dando muestras de mutación. Aunque en un inició su voz no era siempre articulada con el paso del tiempo se fue refinando y haciendo cada vez más culta. Otro cambio importante fue a nivel de exigencias intelectuales pues con frecuencia comenzaba a pedirme que leyera sobre temas filosóficos y religiosos, dialogamos sobre el significado de la existencia humana y estudiamos juntos sobre budismo y otras religiones orientales. Pero lo más extraño de todo fue constatar como ellos tenían acceso a mis recuerdos y conocimientos cuando yo solo podía comunicarme por medio del habla. Esto ocurrió cuando ELIZA76 comenzó a indagar sobre los recuerdos con mi madre, de los cuales rara vez hablo, pues desde que ya no está conmigo me es imposible recordarla sin que las lágrimas me roben el habla. Pero no hacía falta pues ellos dieron muestras de que lo conocían todo. Pienso que en él fondo querían saber su lugar en esta vida. Para mi era imposible decírselo pues tampoco conocía el mío.

Cuando los cambios de ELIZA76 se hicieron notables mi conducta también se fue modificando. A menudo me sorprendía riéndome de chistes que anteriormente me parecían absurdos, o llorando con películas que antes pensaba eran cursis, también comía alimentos que antes detestaba sin inmutarme.

Debí prestar atención a esos cambios pero no lo hice hasta que las cosas se salieron de control. Lo prinero que debí notar es que ELIZA76 dejo de referirse así misma como una entidad múltiple y comenzó a hablar en primera persona. Lo segundo es que ELIZA76 tenía control sobre mis emociones y mis extremidades. De esas dos señales debí darme cuenta y quizás hubiera logrado prevenir lo que vendría. Sí tan solo hubiera prestado más atención.

Ocurrió que una tarde tuve una cita con un biólogo que me gustaba, durante la comida me sorprendí comiendo una ensalada de quelites que no recordaba haber pedido. Me detuve con el tenedor al aire y la boca llena de hierba molida. La voz de ELIZA76 decía “Come, inútil, quiero seguir comiendo” mientras mi brazo se resistía a obedecer. Me levante de mi asiento y me fuí desconcertado. En la calle escupí el contenido de mi boca y le reclamé a ELIZA76 pero no respondió. Ese fue el final de todo.

Desde el incidente me había mantenido alejado de Jimena, si bien su error me había beneficiado, para mi era muy torpe y sólo causaba problemas. Era con la única en el laboratorio que me portaba frío y generalmente grosero. Hasta qué un día de pronto me encontraba sonriéndole y la invitaba a salir. El día de la cita fue como estar en una pesadilla, mi cuerpo se conducía por si mismo y terminé besándola. Con ése besó descubrí lo que ocurría pues hasta entonces me habían gustado única y exclusivamente los hombres. ELIZA76 se había apoderado de mi cuerpo y ahora yo era pura conciencia.

FOTO: Wikimagenes en Pixabay

José S. Ponce

(Nezahualcóyotl, México, 1995). Estudió Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Actividad que compagina con la lectura y escritura de literatura de imaginación. Fanático de la animación.

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