Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

HABLANDO CON OMICRONIANOS: Carlos Federici, con el virus de la ciencia ficción en la sangre

Nuestro editor entrevista en exclusiva al escritor Carlos Federici, uno de los pioneros de la ciencia ficción en Uruguay.

Por Cristián Londoño Proaño

El método científico se aplica también al género policial, y siempre creí que este era en muchos aspectos similar al de CF. Un argumento a favor es que son notorios los casos de autores que cultivan ambas vertientes de la narrativa, como Asimov, Fredric Brown, Alfred Bester y otros.

Carlos Federici

Carlos Federici es escritor, guionista y dibiujante. Es uno de los escritores importantes de ciencia ficción uruguaya. Es considero uno de los pioneros de la ciencia ficción en el Uruguay. Algunas de sus obras son «La orilla roja», «Mi trabajo es el crimen», «Goddeu$ – Los ejecutivos de Dios», «Llegar a Khordoora» y otras publicaciones.

Lo conocí leyendo sus relatos de ciencia ficción. Varios de esos relatos tienen claras influencias de Bradbury, Asimov, Pohl y a veces, Heinlein. Luego mantuvimos una relación de largas conversaciones, mediante mail. En sus conversaciones pude darme cuenta de su amplio bagaje en la ciencia ficción. Me maravilló que Carlos Federici hubiera tenido contactos espistolares con algunos autores emblemáticos de la ciencia ficción como Isaac Asimov o Frederik Pohl. Me surgieron varias interrogantes y decidí proponerle una entrevista para Teoría Ómicron. Carlos Federici aceptó gustoso mantener este diálogo exclusivo.

Carlos Federici

¿Cuáles fueron tus inicios en la ciencia ficción?

A los 15 años (¡edad impresionable, si las hay!) compré por casualidad un ejemplar de la hoy mítica revista argentina “Más Allá”, pensando que me iba a encontrar con un contenido por el estilo de “Flash Gordon”, o cosa así… Pero topé, en cambio con la novela “El clamor del silencio”, de Wilson Tucker, que marcó honda huella en mí. Después de eso, ya con el virus de la CF en la sangre, comencé a hurgar por todas partes en procura de más y más material del género (¡típico de esa etapa de la vida!), y posteriormente accedí a las coleccio­nes de libros de “Nebulae” y “Minotauro”, y fui interiorizándome en autores y estilos. A los 19 (1961) había publicado mi primer cuento en una revista local, pero todavía sin tocar la CF, porque al principio, como autor, me inclinaba más hacia el género policial, del cual también había consumido mucho. Poco a poco mez­clé ambas especialidades, y conste que fue en un medio donde “se miraba por encima del hombro” al que se atreviese a salir del ámbito costumbrista a lo Morosoli o del realismo urbano onetti-benedettiano. (Pero persistí, hasta hoy, sin cuidarme de las críticas.) Alrededor de 1966 o 67, conocí a un amigo, Marcial Souto, español residente en Montevideo, que estaba “picado por el mismo bichi­to”; un emplea­do de librería nos puso en contacto. Por Souto me enteré de que Domingo Santos tenía una revista de CF que emulaba a la desaparecida “Más Allá”; él me animó a que enviase algunos textos de los que tenía escritos, y lo así lo hice, para encontrarme con la mala noticia de que Domingo Santos ya había clausurado su “Anticipación”… Mas, a guisa de consuelo, me aseguró que estaba en sus planes lanzar una nueva revista, y mejor que la anterior, y tomaría en consideración mis cuentos. En aquella ocasión, novato al fin, caí en el error clásico de los princi­piantes, firmemente desaconsejado por los veteranos, de enviar más de un relato. Lógicamente, el editor en potencia elegirá uno y desechará los otros… (Pero, como aprendí en la dura escuela de la experiencia, la persistencia tiene su re­com­pensa: más o menos 50 años más tarde, uno de esos textos “relegados”, rescatados por mí de “polvorientos” archivos, terminó por publicarse, aunque en soporte digital…)

En esos inicios, ¿qué te motivó a escribir narrativa de ciencia ficción?

Creo que la pregunta, en parte, ya está contestada por la respuesta anterior. Sin embargo añadiré que mis motivaciones, no solo para escribir CF, sino relatos “de género” (y no confundir con el sentido que se da actualmente a esta palabra), eran remontarme (y remontar al ocasional lector, supuesto de que llegara a con­tar con alguno) a horizontes más amplios que el del gris cotidiano…, proponer “otras” realidades por encima de la rutina diaria, no porque creyese en seres sobrenaturales o extraterrestres, o pretendiese hacer que alguien más creyera en todo eso, sino para plantear, de la manera más amigable y cordial posible, que podrían existir otras esferas, divorciadas de lo tenido por “normal”…, o que al menos se podían aceptar en el contexto de una historia interesante, que escapara a lo común y corriente. Por eso no escribo relatos “localistas”, sino universales.

En tus relatos hay una exploración de varias líneas de la ciencia ficción, ¿puedes contarnos sobre tus motivos de escoger esas líneas?

Responderé brevemente: me gusta la variedad y pienso que justamente este género está abierto a muchas líneas, todas explorables, y explotables.

El uso de la paradoja es un recurso que utilizas en varios de tus relatos, ¿es tu intención? Explícanos tu respuesta.

La paradoja es una forma de ironía… ¿Y se puede encarar esta vida, este mundo y sobre todo estos tiempos, sin algún matiz de ironía. Por otro lado, el ser huma­no es naturalmente paradójico. ¿Cómo no lo serían también los extra­humanos? Creo que esto da color y sazón a los relatos.

En tus relatos se nota que conoces el método científico, ¿consideres relevante para la ciencia ficción el uso de este método?

El método científico se aplica también al género policial, y siempre creí que este era en muchos aspectos similar al de CF. Un argumento a favor es que son notorios los casos de autores que cultivan ambas vertientes de la narrativa, como Asimov, Fredric Brown, Alfred Bester y otros. Pero debo aclarar que en mi caso específico no hay demasiada ciencia (porque siempre me incliné por las Huma­nidades y las letras, y poco o nada entiendo de lo demás); pero en un relato bien estructurado, con eficaz manejo de los recursos y de las herramientas de que dis­po­ne un autor con cierto oficio, basta una seudociencia para convencer. Hasta ahora me ha ido bastante bien con este proceder, sin dejar de respetar a quie­nes realmente cuenten con acervo científico y lo apliquen como corresponde.

En tu relato “Cyclon-2” cuentas sobre la carrera espacial latinoamericana, ¿cómo ves lo que extrapolaste con lo que ocurre en la realidad?

“Cyclon-2” es una simple fantasía, que juega sobre todo con la idea de una tras­lación involuntaria no en el espacio, como se pretendía, sino en la dimensión tiempo. Lo explicaría la escasa experiencia en viajes espaciales de los latinoame­ricanos (todo en el marco de la narrativa de ficción…, sin ofender). No tiene nada que ver con la realidad.


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En nuestras conversaciones por mail, me comentaste sobre que conociste a los grandes escritores de la ciencia ficción. Podrías contarnos sobre esta experiencia y ¿cómo llega a influenciar en tu obra?

En rigor no se puede decir que “conocí” a ninguno de esos autores. Lo que hice fue intercambiar alguna correspondencia, en más de un caso en los “tiempos heroicos” del correo común y corriente. Cuando surgió el e-mail, las cosas se facilitaron… Pero algunos de esos autores ya no estaban en este mundo. Isaac Asimov fue el primero que respondió a mi carta (típica de admira­dor/prin­ci­pian­te) con breve y amable esquela; pero ahí paró la cosa. Más adelante, cuando ya me instalé como autor, tuve una buena relación epistolar con Domingo Santos, Sebastián Martínez, su esposa Berit Sandberg y Luis Vigil, el equipo editor de “Nueva Dimensión”, revista en la que, como decía más arriba, aunque sin  nom­­brarla, se operó mi debut en la CF internacional. Luego trabé relación con otros autores españoles, y de ahí me fui vinculando con otras culturas, como en el caso de Sam Lundwall, de Suecia, que me publicó varios textos en su revista “Jules Verne Magasinet”…, hasta que se quedó sin traductor de español. ¡Lástima!… Años después, ya admitido en “World SF, The International Science Fiction Association of Professionals”, de los EE UU (con el número 100 en el carnet), tuve acceso a las direcciones de varios autores de nota, y me escribí con algunos, como James Gunn, Jack Williamson y Frederick Pohl, quien posteriormente (1986) me convocó para colaborar en la antología internacional “Tales from the planet Earth”; además —y esto para mí reviste un valor imponderable— luego de eso jamás me faltó su simpática tarjeta navideña, año tras año, mientras vivió. De los de aquí, tuve amistad con Mario Levrero, aunque sin ser demasiado cer­ca­na, ya que éramos sumamente diferen­tes, tanto en estilo de escritura como en criterios personales. Pero en algo estába­mos de acuerdo: poner lo mejor de noso­tros en lo que escribiéramos. También con el argentino, residente entonces en Montevideo, Elvio Gandolfo, aunque también en su caso diferían nuestros conceptos relativos a la narrativa, y por ello en ese campo nunca llegamos a coincidir. En cuanto a la influencia en mis escritos, obviamente algo debió de extrapolarse en ellos de aquellos a quienes profesaba admiración.

Conozco que publicaste varios relatos en revistas europeas. Una de ellas fue Jules Verne Magasinet de Suecia, cuéntanos tu experiencia.

Aquí también anticipé un poco la respuesta en la anterior… Pero añadiré que la experiencia en su conjunto fue buena, sobre todo por ser la primera vez que yo (y de hecho, un autor uruguayo) publicaba en una revista de CF extranjera, apar­te de “Nueva Dimensión”, donde también me tocó ser “pionero”. La rela­ción con Ludwall fue siempre cordial y fluida; él incluso me aseguró que “tenía mis fans en la lejana Suecia”, y eso me enorgulleció. Hay que considerar que hacía relativamente poco tiempo que estaba en la liza…; aquello significaba mucho para mí en esos momentos. Y tengo una anécdota (¡otra paradoja, amigo Cris­tian!, y mira que abundaron en mi trayectoria…): envié un cuento especialmente escrito para “JVM”, “Como el último verano”…, y reitero que eso era en los días pre-e-mail, cuando había que confiar nuestros esfuerzos y nuestras más ca­ras esperan­zas a las vicisitudes del correo postal, y estar preparados para dila­tadas esperas y aun para eventuales extravíos. El relato llegó bien, y para mi con­­ten­to, salió publicado. Pero…, tiempo después (y aquella, no me cansaré de re­marcarlo, era la época “heroica” de la máquina de escribir y las…, ¡ugh!…, copias al carbón), al no encontrar por ningún lado la única copia que tenía, y con la posibilidad de volver a publicar el cuento, esta vez en mi país (aquí hago la salvedad de que casi todo lo que se me editó fue en el extranjero, y era rarísimo, tal vez por lo que decía en mi primera respuesta, que me publicaran en el terru­ño), y claro está que tenía gran interés en concretarlo, aunque fuese gratis. Pero (una vez más), al no contar con la copia extra, lo único que podía hacer era pe­dirle a Lundwall que me devolviese el original. Lo hizo inmediatamente, así que en cuanto lo tuve en mi poder lo llevé al órgano de prensa vernáculo en que se publicaría, el suplemento dominical del hoy extinto diario “La Mañana”. Bien. Y aquí la paradoja: el bendito cuento, que había sobrevivido a dos cruces trans­oceá­nicos, ida y vuelta…, ¡feneció sin remisión en algún cajón de escritorio de un periódico ubicado a mucha menos distancia de mi domicilio que Esto­colmo! Hoy por hoy, solo dispongo de la versión sueca…, y no la entiendo.

La extrapolación y la ciencia ficción es un binomio inseparable, ¿estás de acuerdo? Explica tu respuesta.

Creo que, en rigor, hay cierta extrapolación en cualquier tipo de relato, a menos que alguien pueda llegar a concebir algo totalmente divorciado de la realidad… Pero es cierto que la CF es el género por excelencia de la extrapolación, porque de alguna manera estructuramos nuestras tramas a partir de lo que nos rodea, y nuestra concepción —o simple fantaseo— de lo que podría devenir de ello, ya sea en un futuro, o a raíz de algún cataclismo natural, o por obra del hombre…, lo que cada día parece ir creciendo en probabilidad, dado el comportamiento humano de estos días.

La ciencia ficción es un género nuevo, amplio y que cada vez con más mixturas, ¿a dónde consideras que va el género?

Escribo ciencia ficción. Pero no hago predicciones. Lo lamento.

¿La ciencia ficción es el arte del futuro o del presente? Explica tu respuesta.

A mi entender, es un arte de todos los tiempos. Pero, dadas las características del ser humano y las mutaciones, no siempre positivas, de la sociedad, ¿quién sabe?…

Termino la entrevista con una gran sensación. Con la sensación de que Carlos Federici es uno de los grandes autores de la ciencia ficción latinoamericana. Es un autor que se incluyó en la escritura y en el fandom de la ciencia ficción mundial. Sus relatos ya son referentes de la ciencia ficción uruguaya.

Desde luego, Carlos Federici es uno de los importantes omicronianos en varios los mundos alternativos.

Fotos: Carlos Federici

Cristián Londoño Proaño

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Quito, 1973. Escritor, guionista, productor y realizador audiovisual, y editor y director de la revista digital “Teoría Ómicron”. Inventó y desarrolló el concepto de la novela de fantasía andina. Publicó las novelas “Misión Antares” (2019), “El retorno de La Luz” (2018); Doce Horas” (2016), ”Underbreak” (2015), “El Tiempo Muerto” (2015), “Los Improductivos” (2014) y “El Instinto de la Luz” (2011). Publicó los poemarios: “Desojare” y “Luna de Solitarios”. Obtuvo los premios: I Bienal de Joven Poesía Ecuatoriana Jorge Carrera Andrade, el primer premio del V Festival al aire libre del Municipio de Guayaquil y una beca del fondo de fomento a la producción artística del Ministerio de Cultura del Ecuador. Escribió y dirigió las obras de teatro: “Amantes azules” y “Los Cirios Negros”. Escribió, dirigió y produjo varios documentales y series documentales como: “Jorge Enrique Adoum: el poeta desenterrado”, “La Belleza de Sentir” , “Arte de Sentir” y “Literamanía”.


Web oficial
www.cristianlondonoproano.com


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