Guillermo Muñoz
Por la ventana de nave se veía como la tierra se iba haciendo cada vez más pequeña, y mientras más pequeña más inocente, menos café y más azul. Hace más de 150 años su bisabuelo había iniciado la misma travesía, mismos motivos, diferentes propósitos, ahora mientras veía como se hacía cada vez más chico el planeta, sus manos sudaban, pero su corazón estaba extrañamente tranquilo, se sentía en paz, después de todo este tipo de viajes eran su forma de conseguir dinero en la vida. Se quitó el casco y lo metió en el quinto anaquel, decidió no poner la gravedad, quería flotar un rato por los recovecos de la nave, no la pondría hasta que fuera necesario.
La carga que llevaba no era de gran importancia, llevaba botellas de whiskey a las nuevas colonias de Neptuno, además llevaba condones y toallas sanitarias, la compañía para la que trabajaba se dedicaba a exportar todas esas pequeñas cosas que uno extraña cuando deja la tierra, o que no tuvieron necesidad de evolucionar para mejorar, simplemente eran buenas con su diseño básico y no te acuerdas que las necesitas hasta que las necesitas y pues sí, hay compañías que se dedica a transportarlas por módicas cantidades de créditos y yo como no había logrado conseguir otro trabajo pues, aquí estaba, en un carguero viejo que prácticamente se maneja solo.
Mi bisabuelo fue de los primeros en explorar Neptuno, hace 150 años que iniciaron las exploraciones, él fue el que llegó y puso su primer pie en Neptuno, lograron evitar las catastróficas condiciones del clima y poner la primera colonia, creo que por ahí aun hay una estatua de mi bisabuelo. Con el paso del tiempo mi abuelo y mi padre se gastaron el dinero que ganó el bisabuelo y por lo mismo también gastaron el apellido, ahora yo me dedico a trasladar tampones interplanetarios por el salario mínimo y creo que conmigo se acabó la descendencia, que bueno que mi madre murió de influenza marciana.
Me resta un mes de viaje, he pensado en traer una mujer pero es de mala suerte, o eso dicen los descendientes de marineros, no entiendo porque, tener un buen culo que te adopte en las noches, que pueda platicar de vuelta, en realidad no es mala la idea pero no soy para nada una buena compañía, por el mismo trabajo puedo pasar grandes cantidades de tiempo en silencio, viendo por la ventana del transbordador, no soy una buena compañía. Prendo el radio a bordo, me gusta la música clásica, pongo algo de David Bowie, floto en medio de la nave. No soy una persona muy valiente, pero creo que los de la compañía confundieron mi falta de amor por la vida con valentía, más bien soy un cobarde al que no le importa mucho nada, solo espero que no me ataquen los piratas de Venus, quiero mi bono de protección.
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Quiero tomar una botella de la carga pero los encargados, los que se sienten dueños aunque ellos a los dueños les valgan un carajo, son muy quisquilloso con eso del robo hormiga, como si fuera suyo, como si ellos lo pagaran, como si la corporación los fuera a expatriar. En fin, mastico jengibre de Urano que, digamos, tienen el mismo efecto que la marihuana terrícola, la raíz pica, voy por una coca cola y sigo viendo por la claraboya el negro profundo manchado por diminutos espermas estelares. En realidad tomé este trabajo no porque no pudiera hacer algo más, más bien fue porque ya no podía siquiera tolerar a otros humanos, ni marcianos ni seres vivos en general, así que la perspectiva de una soledad nocturna de varios meses al año fue lo mejor que me pudieron prometer, aún a pesar de la falta de alcohol, que en realidad desquitaba en el mes que debía estar sobre el planeta, sea el que fuera.
Otra de las ventajas es que la comunicación es restringida, por cuestiones de robos planeados internamente solo el monitorista tenía acceso a la frecuencia de los cargueros, el que hablaba conmigo, Mafaldo (ya sé…) me caía bien y a lo largo del tiempo se había convertido en mi único amigo, cuando estaba en la tierra solíamos reventar juergas de semanas enteras, control de vuelo de Neptuno no era malo, pero prefería pasarlo con amigos de la infancia cuando estaba ahí, o solo, siempre es lo mismo, solo cambia el paisaje. Revisé los niveles de la nave, al salir me percaté de una ligera desviación en el curso, pero nada de qué preocuparse. Cuando me contrataron no sabía nada de esto, lo creí muy complicado y estuve a punto de renunciar, ahora todo lo hago maquinalmente, siempre te acostumbras.
-Perro Negro, control en Tierra a nave AC-1960 ¿me copias?- escuché trece días después de abandonar la tierra por la radio, control de Tierra se escuchaba preocupado –Aquí AC-1960, te copio fuerte y claro, bebiendo la carga, cambio- y sonreí –Control Perro Negro, creo que en unos minutos vas a tener que beber el doble, cambio- intentó decirlo con gracia en la voz pero yo lo conocía, sonaba como aquella vez que me topé con un cúmulo de meteoritos que casi pulverizan la nave –Correcto, lo haré ¿qué pasa?- -Al salir notamos un pequeño cambio en tu trayectoria- -Lo noté también- dije intentando calmarlo –Pues el cambio fue exponencial, tu trayectoria ha sido desviada aproximadamente cuarenta y cinco grados para este momento, el problema es que hasta ahora se prendió el foco de alarma, solo quedan veinticinco minutos para poder hacer algo, me copias- claro que lo copiaba, y una puta madre que lo copiaba.
-Te, te copio ¿qué hay que hacer?- dije lo más tranquilo posible, pero por dentro tenía un agujero en el estómago, tenía miedo, no sabía qué hacer, sabía que si seguía así terminaría perdido y no como en esos programas antiguos, solo tengo comida para mes y medio y es poco probable que puedan alcanzarme o que esté en trayectoria de algún crucero grande, o alguien que pudiera ayudarme – Tenemos que revisar el giroscopio y los sistemas de navegación- -Estos últimos días han estado bien, los he revisado diariamente cada ocho horas- -el problema debe de ser de la nave, hemos revisado los controles remotos y no tienen fallas, debes revisar de la siguiente forma…- mientras control hablaba yo no podía entender qué iba a pasar, soy antisocial pero necesito tener gente alrededor para odiarla.
Mientras intentaba rectificar el curso de forma manual, el tiempo corría mucho más rápido de lo que alguna vez pasó en mi vida. Justo cuando quedaban tres minutos antes del silencio me di cuenta que no había vuelta atrás, apreté el botón de comunicación y me quedé en silencio -¿qué pasa? ¿todo bien?- escuché a mi amigo ya muy lejano – – No puedo, perdón- alcancé a escuchar murmullos y después solo la estática, en ese momento rompí a llorar como hacía mucho tiempo no lo había hecho. Siempre me había gustado estar solo, sin personas al mi alrededor, solo ver a la sociedad, a mi vecino, a las mujeres que bailaban desde lejos, pero nunca pensé en una posibilidad así, lloré porque me obligaba a mi mismo a extrañar cosas que tenía en la tierra, sexo, alcohol, algún buen amigo, como odiaba que mi vecino me despertara cuando estaba en Neptuno con su música a todo volumen, lloré porque quería estar solo pero no así de solo, ahora no tenía ni siquiera una voz a millones de kilómetros que me dijera que todo iba a estar bien, me dormí llorando.
Al despertar aun se oía la estática, apagué el radio y me senté, no podía respirar por la cantidad de mocos que tenía en la nariz, fui al baño a sonarme, pero antes conecté la gravedad, caminé a pasos cortos hasta el baño, me senté y tiré una buena cagada, me soné y dejé que todo eso se fuera al espacio, al infinito de cual ahora soy parte, bajé a la bodega y tomé una caja de whiskey, abrí una y le di un gran trago, seguí bebiendo y bebiendo, hasta que me dormía, me despertaba, comía algo y bebía hasta dormir. Ahora que estoy sin rumbo por la Vía Láctea veo que en realidad sí tenía un propósito, algo, un buen culo, una buena botella compartida de mano en mano con mis amigos, los pies en una playa tibia, una mirada de amor por parte de una mujer, voy a extrañar todo de las mujeres, no solo su culo y sus ojos, ahora que no tengo a nadie cerca me doy cuenta de cuánto me hace falta las personas, aunque sea para odiarlas.
FOTO: Imagen de ParallelVision en Pixabay
Guillermo Muñoz
Mi nombre es Guillermo Muñoz y no sé desde cuando escribo. Un buen día me senté y escribí una cuartilla que 3 años después se convirtió en mi primer libro “Suicidio Posfechado” que se puede bajar gratis. Ahora terminé el segundo, “Solo cambia el paisaje” y a mis 35 años ya no sé porqué escribo, tal vez porque me es tan necesario como comer o una buena botella de cerveza, tal vez porque soy un increíble narcisista y necesito atención. Soy sociólogo de profesión y eso tampoco aclara nada ¿quién soy? Solo otro escritor alcohólico y fracasado más en un peldaño arriba de la mediocridad, pero muchos debajo de la genialidad. Algo es cierto, ser mexicano sirve terriblemente para escribir.
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