Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Lo probable

En un árido planeta llamado Tauriel, los trabajadores mineros rigurosamente controlados por inteligencia artificial operan incesantemente. Un día, dos trabajadores logran desaparecer sin dejar rastro, una anomalía que nunca ha ocurrido antes…

Sheiber Balladares Abarca

Todos los días, ni bien se asomaba el tercer sol, se veía un puñado de trabajadores descender del tren. Varones y mujeres de casco blanco, zapatos de hule enmallados en metal flexible, trajes anchos y gruesos de un color parduzco cubriéndoles desde los tobillos hasta el cuello. Iban desde la estación de trenes hasta la zona de extracción. Su marcha era lenta y silenciosa, cada uno iba mirando el suelo, sumidos en sus propios pensamientos.

La distancia que debían de recorrer era de aproximadamente un kilómetro. Un camino arenoso y seco como todo lo que rodeaba al campamento, como todo el planeta. El árido planeta de Tauriel, una enorme esfera de arena con tormentas que alcanzaban kilómetros de extensión.

Las máquinas de extracción se encendían exactamente a las siete y media tercer decante. Estaban controladas por relojes cuánticos, así se aseguraba la eficiencia máxima. Empezaban ese lento arrancar mientras los trabajadores iban a mitad de camino. Primero se oía un ronroneo casi imperceptible, luego poco a poco, como una nave que acelera de repente, ese ronroneo se convertía en un estruendoso vibrar. Esto implicaba también un estremecimiento en la tierra, como si el planeta mismo se quejara del inicio de su desangrar.

El encendido de las maquinas marcaba también quizá el primer momento en que la mayoría de trabajadores levantaban la vista del suelo arenoso. Ese resonar, los despertaba y sacaba de su letargo. Algunos, generalmente los más antiguos, no recordaban nada hasta antes de ese ruido. El aislamiento prolongado y el cansancio habían hecho de sus cerebros un instrumento cuyas horas de funcionamiento estaban enmarcadas entre el encendido de esas máquinas y el apagado de las mismas. Los más recientes eran los más activos y estaban aún atentos a lo que para ellos todavía no se había vuelto una rutina. Dirigían su mirada a aquellos edificios hechos de contenedores, se seguían sorprendiendo a causa de la enormidad de las instalaciones. Todo ese complejo estaba comandado y dirigido por una inteligencia artificial.

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Una vez la fila de trabajadores llegaba a la gran puerta de entrada, esta se desplazaba rápidamente a la derecha permitiéndoles el paso. Todos entraban en orden. La inteligencia artificial podía detectar, conforme iban ingresando, el cumplimiento de cada aspecto que se le exigía a los trabajadores. Aspectos que iban desde el nivel de cansancio hasta el correcto uso del equipamiento. Aunque todos los trabajadores iban igualmente vestidos —por políticas de igualdad— cada uno de estos cumplía una función específica: operarios de motor succionante, alimentadores de masa equilibrio, inspectores de cargas diamante, ingenieros de extracción, administrativos de gestión de personal humano, y muchos otros puestos tan diversos como la planta lo requería. Cada una de estas funciones requería de capacidades específicas, que la inteligencia iba monitoreando en cada uno de los trabajadores. Por ejemplo, cualquier indicio de mala visión en los inspectores de carga diamante era recogido por la inteligencia que en rápidos cálculos determinaría si el trabajador necesitaba ser atendido, o cuánto tiempo aún podía mantenerse en su puesto antes de que esto afectara a su eficiencia. La política de igualdad también estipulaba un pago general he igualitario a cada uno de los trabajadores: ciento cincuenta Keplers. Los cuales eran depositados a sus familias al otro extremo de la galaxia.

Una vez las puertas volvían a cerrarse la inteligencia tenía ya una cantidad enorme de datos que usaría para conseguir la mayor eficiencia en esa jornada. Había un dato que generalmente siempre estaba en cero; el número de desertores. Se les llamaba desertores a cualquier trabajador que, sin tener ningún registro de salida del planeta, no se presentaba a trabajar. No había la posibilidad de faltas en aquel lugar. El contrato que firmaban en sus lugares de origen lo estipulaba muy claro: No había días de descanso, no había faltas por enfermedad. El contratado trabajaría todos y cada uno de los días que permaneciera en Tauriel, estos contratos tenían una duración mínima de diez años terrestres. La inteligencia, en su división médica, podía curar en tan solo un par de horas solares: canceres, problemas de visión, cercenamiento y tantas otras enfermedades humanas. Por consiguiente no había posibilidades de que algún trabajador no acuda a su puesto. Si un trabajador no aparecía en la lectura de la inteligencia artificial, esa persona debía ser inmediatamente capturada y ejecutada por incumplimiento de contrato.

Aun así aquel día, después de que la puerta del campamento cerró, se reportaron dos deserciones. Una inspectora de cúmulos singulares y un operario de naves de extracción no figuraban en la lista. Era quizá la primera vez en toda la historia del planeta Tauriel que dos deserciones eran reportadas a la vez.

La inteligencia calculo rápidamente las labores necesarias para cubrir estos dos puestos y no bajar en la producción. Antes de que los trabajadores cogieran sus tabletas de labor ya estaba calculado el trabajo extra que debían desempeñar. A la misma vez, notificaba de este acontecimiento tan peculiar a las fuerzas de defensa de todo el planeta.

Las fuerzas de defensa estaban conformadas por veinticuatro naves nodrizas, cada una apostada encima de los veinticuatro campamentos de extracción. Eran naves tripuladas por la inteligencia en su división de defensa. Cada una de estas naves disponía de patrullas y naves de ataque pequeñas. Lógicamente la nave apostada encima de ese campamento fue la que desplegó catorce patrullas para la búsqueda de los desertores.

La inteligencia tenia registro de que estos trabajadores habían salido a la hora correcta de sus respectivos cubículos de descanso, habían abordado el tren de transporte y habían descendido del mismo. El único lugar por donde pudieron haber fugado era el camino de un kilómetro que existía entre el campamento y la estación de trenes. Catorce furiosos bramidos de motor cero peinarían toda esa zona.

Tauriel era un planeta arenoso sin ninguna riqueza más que los minerales que conformaba su interior. La inteligencia estimó que los vientos huracanados y las tormentas de arena no les permitirían a los fugitivos llegar tan lejos. Estimó que en menos de dos horas solares esos trabajadores serian capturados, procesados y posteriormente ejecutados. Pero por primera vez los cálculos de la inteligencia fallaron. Las patrullas no encontraron rastro de los dos trabajadores en varios kilómetros a la redonda.

Media rotación decante pasó y todo el planeta ya había sido peinado por las patrullas que partieron de las distintas naves nodrizas; no se encontró ninguna pista que indicara el paradero de los desertores. En la centrales de monitoreo los rostros de estos dos trabajadores junto a los datos de su ADN y características cárnicas parpadeaban con bordes rojos. Se procedió a informar a las lunas cercanas y se puso en alerta el sistema de vulneración planetaria. Los sistemas de escáneres no detectaron la salida de ninguna nave dentro del espacio planetario.

La inteligencia tubo que activar finalmente su solución de emergencia. Las veinticuatro naves nodrizas despegaron y se ubicaron en puntos específicos fuera de la atmósfera planetaria, se entrelazaron mediante láseres de Klion y comenzaron un escaneo exhaustivo de todo el planeta. Era una acción de emergencia debido al inmenso gasto de Kepler que esto desencadenaba. El escaneo planetario terminó y no se presentó ninguna muestra de vida fuera de las instalaciones de trabajo. El sensor arrojó la suma de ciento cuarenta mil setecientos veinticuatro trabajadores vivos en el planeta. Este dato fue tomado como un dato menor por la inteligencia, lo principal para ella era que no había encontrado nada fuera de sus instalaciones.

La inteligencia estimó que la única solución era un escape del planeta por parte de estos dos trabajadores. Calculó que para que pudieran haber escapado requerían de una nave con capacidad de viajar muy cercana a la velocidad de la luz. De esta manera habrían podido salir del planeta sin ser detectados y haber vulnerado el escudo planetario sin que este reportara una salida. La inteligencia, siguiendo el protocolo, reportó los acontecimientos mediante mensaje de entrelazamiento a la gran central ubicada al otro extremo de la galaxia. El mensaje versaba así:

“Informe de deserción no solucionado:

Numero de desertores: 2

Puestos: Inspector de cúmulos singulares, operario de nave de extracción.

Conclusiones:

Escape en vehículo capaz de viajar cercano a la velocidad de la luz 0.001% probable.

Fallas del sistema y sensores 0.00099% probable

Se solicita orden de accionar”

La central, comandada también por una inteligencia artificial, hizo cálculos muy rápidos: beneficios, pérdidas, probabilidades de fallo, consecuencias de una filtración. Tres minutas solares después mandó un mensaje de vuelta a la inteligencia de Tauriel:

“Ejecutar maniobra cero”

A la misma vez que enviaba ese mensaje, enviaba también un reporte a todos los Magnos de la corporación.

Ejecución de maniobra cero: planeta Tauriel.

Trabajadores según último censo: 140 724.

Mejor cálculo riesgo beneficio, basado en probabilidades

Los Magnos eran los accionistas de todo el sistema extractivo de la galaxia. Ese mensaje apareció en las tabletas de cada uno de los doce mil Magnos. Uno de ellos compartió el mensaje con sus tres hijos explicándoles que los que se habían fugado eran un peligro para la industria y podían traer inspecciones no deseadas. Los mayores entendieron, pero la menor, que era aún una niña le reclamó a su padre. Para ella no era lógico, la fuga era muy poco probable y la maniobra cero le parecía exagerada. Su padre molesto le mandó que se callara, le dijo que una niña no entendía las normas del mundo moderno, luego le dio una charla de porque era mejor el uso de las probabilidades para elevar la eficiencia del sistema.

En Tauriel, las naves nodrizas ya entrelazadas debido al escaneo planetario recibieron la orden de ejecutar maniobra cero. Cargaron sus cañones de protones con toda la energía que tenían disponible y dispararon al mismo tiempo contra el planeta. Los disparos penetraron el planeta hasta su núcleo y el impacto ocasiono la explosión del mismo y la destrucción de todos lo que lo circundaba.

En la central se borró del mapa galáctico el planeta Tauriel. La inteligencia artificial en su división de finanzas, calculo y depositó los keples respectivos a las familias de los trabajadores. Al mismo tiempo la inteligencia en su división de prensa informaba de la explosión de uno de los soles del sistema de Tauriel.

FOTO: Pixabay

Sheiber Balladares Abarca(

Escritor independiente, storyteller y copywriter. Con una página en Instagram (@noquieronipensar) donde publica esporádicamente microrelatos. Nacido en Cusco-Perú y radica actualmente en la ciudad de Arequipa-Perú. Estoy siempre buscando maneras y formas de contar historias. Me entusiasma el reto de transformar información, o una trama, en una historia que capture a la audiencia.

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