Juan Keller
El aire frío y húmedo de la lluvia entra por la ventana abierta. Debería relajarme, pero no. Recostada sobre el sillón con un paño húmedo sobre mi frente nada calma mi dolor de cabeza. Siento que un clavo ardiente penetra mi sien derecha. El dolor me impide moverme. Dirán que miento, o al menos que exagero. Que no estoy paralizada completamente porque puedo escribir. Pero no estoy escribiendo. Dirán que la prueba de mi engaño o mi error es que están leyendo estas palabras. Pero no las están leyendo. Tampoco escuchando. Mis palabras salen de mi cerebro y llegan directamente al suyo. No sé exactamente cómo aunque sí por qué.
Tampoco sé quiénes son ustedes. Si son siempre los mismos a quienes me conecto o si, cada vez, llego a nuevas personas. Están ahí, los siento. Son unas decenas. Es como sostener (con los ojos cerrados) un vaso de agua a un metro de altura sobre el piso y volcarlo. Escucho el golpe del líquido contra el suelo. No puedo precisar su textura, color, porosidad, composición. Sin embargo, el piso está ahí recibiendo el agua. Ustedes son el suelo. Mi dolor es el líquido.
Yo no los escucho. Mejor dicho, las palabras de sus cerebros no alcanzan al mío. ##++## … eeeee… ####++++#### … ¡Perdón! Habrán sentido una interferencia. Fue una puntada en mi cráneo más fuerte que lo normal. Percibí que el ruido del rebote del agua se acercaba y se alejaba. Ya se normalizó. Sigamos… explicaba que la comunicación es unidireccional. Yo los siento y les hablo. Ustedes me sienten y no pueden hablarme, o al menos no los oigo.
Si les interesa conocer mi teoría de cómo funciona el proceso, consideren que la paradoja (en realidad la crítica) de Einstein-Podolski-Rosen es falsa. Como ya lo probó el físico alemán Baran bo Friese en el 2021, el entrelazamiento cuántico existe. La distancia nos une de forma permanente e irreversible. Cuando logro sintonizar con algunos de ustedes se produce esta… relación. Aunque estemos en extremos opuestos del universo, en ocasiones coincidimos. Y lo que hace el uno no puede no tener consecuencias en el otro.
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Como ya lo habrán pensado, en realidad los uso. Para aliviarme. Para sacarme de encima este insoportable sufrimiento que me aliena, me aplasta, me impide hacer cualquier cosa que me guste. Si están pensando que soy una especie de vampira no están muy equivocados. No les arrebato sangre a mis víctimas pero dejo que mi dolor se diluya en ellas. No hay soles, ni cruces que me detengan. No hay sitio donde ocultarse. Considérenme una vampira amable. No mato a nadie quitándole la totalidad de su sangre, tampoco lo convierto. Soy alguien que se sirve un poco de varios. A veces, parte de la angustia de existir se va con la migraña. Como si dejar ir el sufrimiento me renovara y me diera nuevas fuerzas. Lamentablemente, eso no ocurre siempre. La mayoría de las veces se limita a un alivio físico.
El dolor actual es grande y me tomó desprevenida. No puedo precisar si es una condición física personal o si es alguien sirviéndose ocasionalmente de mí. Antes, mis neuralgias eran más severas y frecuentes. También mi energía era succionada. Alguien me usaba a menudo para calmarse y yo quedaba paralizada días enteros. No han sido ustedes, sino otros. La firma de calor, la vaporosa ensoñación, era distinta. Quizá todos seamos presas y cazadores alternativamente. Partes de un círculo infinito, todos enlazados con todos, vibrando, oscilando. Aunque tal vez la figura correcta no sea un círculo sino una espiral que confluirá en un punto ínfimo, una singularidad. Un sistema que implotará aunque no seremos nosotros quienes estaremos aquí para experimentarlo.
Con el tiempo he aprendido a defenderme mejor, a atacar primero, a depredar. El mundo cuántico es tan cruel como el mundo físico. No hay consideraciones morales, solo necesidades a satisfacer, dolores que evitar. Debo confesar que a veces tomo más de lo que necesito. Mucho más. No es que mi dolor se convierta en placer, es una reserva que debo tener para enfrentar futuros sufrimientos. O quizá solo sea una pulsión que no puedo controlar. Hacer daño crea acostumbramiento y siempre exige una dosis mayor…
Si les sirve de consuelo pueden creer que yo no derramo mi enfermedad sobre ustedes. Pueden pensar que me sanan por su propia voluntad y son altruistas. En realidad me da igual, ya me siento aliviada. Quizá pueda escuchar música un rato. En una media hora leer o salir a caminar por las calles mojadas. A ustedes, ¿ya les duele la cabeza?
FOTO: Pixabay
Juan Keller
Mendoza, Argentina (1970)Músico, escritor, nihilista.
Líder de la banda Las Flores del Mal con la cual grabó los discos Plasma (2002), Orgánico (2011) y Bi (2014).
Como solista, realizó una serie de EPs titulados Híbridos compuesta por nueve volúmenes a la fecha.
Administra el sitio http://www.sondarecords.com
Ha publicado textos en diarios, revistas y antologías de Argentina, México, Colombia, Venezuela, Uruguay y España.
Links de contacto:
http://www.facebook.com/juan.keller.lfdm/
http://www.juankeller.bandcamp.com
http://www.lasfloresdelmal.com
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