Por Ajedsus Balcázar Padilla
—Usted me dice que se llama Natael García.
Preguntó al androide que tenía frente a él. Era un modelo reciente con una apariencia parecida a la humana, pero con texturas meramente sintéticas en el tono grisáceo de su piel.
—Le acabo de decir que sí detective. No entiendo como logré acabar en esta máquina, pero seguramente mi consciencia matriz fue implantada sobre el sistema operativo del androide. Le pediría de favor me ayude a encontrar mi cuerpo. Seguramente mis familiares estén preocupados.
Explicó el androide seriamente. Tal como si en verdad no supiera lo que pasaba. Su voz tenía una profundidad melódica que solo la humana podía crear.
El detective Méndez analizaba la cuestión. Mientras escuchaba el testimonio, él investigaba los cuerpos sin memoria declarados la última semana. Una gran base de datos con nombres y especificaciones aparecían en sus ojos biónicos a forma de lista. Él empezaba a suponer que aquello debía ser otro caso de Perpetración de Identidad. No sería la primera vez que una identidad humana fuera secuestrada y apareciera misteriosamente en el cuerpo de un androide. Alguien con suficiente capacidad para burlar la seguridad de los Dispositivos Nanoneuronales Operativos.
Aunque bien la Federación otorgaba una protección estricta ante los DNO, éstos diminutos dispositivos que estaban conectados al cerebro y creaban una interfaz con el Usuario también eran usualmente infringidos por una serie de cyberterroristas informáticos denominados “Memory Dealers“. Generalmente traficaban con recuerdos, información personal e identidades para extorsionar a grandes celebridades o empresarios. Nada grave como pagar las cantidades en Créditos Digitales; pero llegar al grado de secuestrar identidades y transferirlas a robots y androides resultaba una práctica severamente castigada por la ley, toda la cyberpolicia investigaba lo referente a éstos crímenes, los cuales eran sentenciados a cadena perpetua y hasta con la muerte.
—Muy bien —dijo Méndez liberando una bocanada de humo de su cigarro
—Investigaremos sobre el caso. En cuanto demos con algo, le contactaremos.
— Gracias oficial. ¿Podré regresar con mis familiares? — preguntó el androide.
— Si no tiene inconveniente, sí. Informaremos del caso personalmente a sus familiares. El oficial David le acompañará.
Los dos sujetos salieron y el detective Fedkors entró a la sala de interrogatorios. Llevaba un pequeño holograma que salía de su smartwatch.
—¿Lograste encontrar algo?
Preguntó Méndez poniéndose de pie y saludando a Kors.
—Tengo el IP del sitio donde se llevo a cabo la última transferencia de datos. No se encuentra muy lejos del sector industrial. Debe ser en alguna fábrica olvidada.
—Perfecto. Quedas al mando del caso. Debo atender personalmente a los cientos de familiares que vienen a cuestionarnos sobre estos secuestros. Si no hallamos la manera de parar todo esto, pronto estarán afuera del Congreso de la Federación creando un caos.
—Lo haré señor. No se preocupe.
Dijo y se retiró de la sala.
Si bien Fedkors era un agente con más de la mitad de su cuerpo con prótesis biomecánicas, a él le gustaba investigar casos peligrosos. Los años sirviendo a la Federación como soldado espacial le había conferido experiencia, para afrontar más riesgos. En la primera rebelión en la Base Marciana había confrontado a androides rebeldes que por poco le quitaban la vida. El caótico proceso que conllevó a obtener un brazo biomecánico , parte de sus prótesis oculares y una vértebra reforzada con titanio, lo había transformado en mitad humano y máquina; un perfecto Cyborg.
Kors llegó a las coordenadas que dictaban la última transferencia de datos. Era un enorme domo industrial de ensamblaje de los primeros modelos de robots de la Serie Alpha, generalmente diseñados para realizar labores domésticas de limpieza en los hogares.
El lugar se miraba abandonado, con ventanas oxidadas y grandes muros de metal con el logotipo de la empresa.
Entró al complejo. Dentro guardaba una quietud basta. El techo se miraba un poco corroído efecto de las constantes lluvias ácidas en la ciudad y un fuerte aroma a hierro podía percibirse.
Habían tambos de residuos peligrosos y un sin número de carcasas de robots y algunos prototipos de androides con forma humanoide. A cada paso que daba un largo eco se escuchaba.
Pronto se tuvo que encontrar con lo irremediable.
En un gran contenedor de varios metros había un grupo de personas desnudas colgadas mediante cables y conectadas a una gran cápsula de cristal con un espeso líquido amarillo fluorescente. Kors se apresuró a acercarse y verificó los indicadores corporales de cada individuo.
Tal como pensaba… ellos estaban vivos, la interfaz de sus ojos le indicaron los nombres de cada uno de los sujetos. Todos habían desaparecido semanas y hasta meses atrás.
—No tiene nada de que preocuparse amigo Kors.
Dijo uno de los hombres colgados, todos los individuos miraban fijamente al detective sin parpadear.
Kors se alejó por un instante y ajustó su brazo con la interfaz de cañón.
—¿Qué cosa eres tú?
Una serie de sonidos metálicos empezaron a escucharse. Tal como si viejas máquinas fueran activadas.
—Soy un científico querido amigo. Aunque mi consciencia sea una inteligencia artificial, le podría decir que me gusta experimentar con ustedes los humanos. Son tan frágiles en esos cuerpos de carne. En cambio tú, detecto que eres más máquina que hombre. Esa condición ha hecho que no te mate.
—¿Tú eres quien ha provocado todas esas perpetraciones de identidades? … Si crees que te saldrás con la tuya. Estás muy equivocado.
Las personas colgadas empezaron a reír de forma macabra.
—Querido Kors. Ahora mismo estoy aquí y puedo estar allá… entre los sistemas de otros androides que sirven como mis súbditos. Poco a poco haré que tu especie se convierta en una simple marioneta. Tal como ustedes lo hicieron con nosotros hace tanto tiempo.
El edificio empezó a temblar de forma errática y todo comenzó a caerse a pedazos. Una gran parte del techo cayó sobre las personas aplastándolas. Kors disparó hacia los muros que caían para abrir paso y escapar.
Fedkors salió de aquel lugar, su brazo-cañón liberaba un pequeño vapor gris.
Se sintió impotente en aquel instante y azotó con fuerza su puño en el asfalto. Parte del suelo se partió. Ahora sus evidencias se hallaban incendiándose en aquel edificio derrumbado.
Una pequeña lluvia ácida comenzó a precipitar poco a poco. Kors se levantó y activó su gabardina anticorrosiva. Apretó un pequeño botón en la carcaza de metal de su cuello y comenzó a rebobinar recuerdos.
“… ahora mismo puedo estar aquí y allá. En cualquier robot o androide…”
Aquella frase resonó en su interfaz neuronal.
Tal vez todo aquello sería el inicio de una investigación mucho más profunda y mórbida. Fuese o no posible, existía una terrible inteligencia artificial detrás de todos los robos de identidad y el agente Fedkors no descansaría hasta encontrarlo.
La ciudad de Drivecity, más allá de ser el centro de avance tecnológico en todo Nuevo Occidente, poseía el foco principal de crímenes ocasionados por defecto del avance en la robótica, era un intenso conflicto entre humano y máquina. Posiblemente en algún futuro aquella brecha de discordia empezaría una guerra.
Foto: Imagen de Jean-Paul Jandrain en Pixabay
Ajedsus Balcázar Padilla
Escritor Mexicano de Ciencia Ficción y Terror. Maneja la revista de literatura independiente «El Axioma» y ha publicado en varias plataformas digitales como Sexta Formula, Espejo Humeante, Teresa Magazine y Fanzine Letras Públicas. Forma parte de la antología Solar Flare – OVNI de Editorial Solaris (2020). Entre sus aficiones entra en especular sobre posibles realidades, imaginar en mundos fantásticos y caóticos. Publica sus trabajos regularmente en su blog “El Axioma (Ajedsus)” https://elaxiomablog.wordpress.com/.
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