Marco Yánez Del Castillo
Hace eones, este planeta estaba habitado por enanos gordos, en realidad eran obesos. Tenían un hábito malsano por las bebidas alcohólicas. Gran parte de su tiempo estaban bebiendo. Muchos lo hacían en fiestas y reuniones sociales, otros lo hacían solos, al contemplar un atardecer o al caminar por las orillas de la playa en la noche. Su civilización se estaba destruyendo debido a estas persistentes conductas. Ya que el delirium tremens había alcanzado a más de la mitad de la población, podríamos sugerir que la locura se esparcía con celeridad. Muchas de las escenas de su vida, eran pintorescas. Para un observador externo era muy cómico contemplar a estos pequeños obesos tambalear por todas partes, con sus narices rojas, botella en mano y profiriendo groserías. La mayoría tenían alucinaciones visuales y auditivas, era común verlos hablar solos o atisbando algo en las paredes. Sus ciudades eran un caos, todo el mundo estaba bajo los efectos del alcohol. No podían controlar lo que hacían y sus vidas familiares y laborales estaban sumidas a la desgracia. Unos reían, otros lloraban, otros vomitaban. El alcohol se conseguía en todas partes. Había licor en los alimentos, en las frutas, incluso la lluvia tenía cierto grado alcohólico. Estos pequeños obesos habían perdido el control de sus vidas. Una escena de su diario vivir describe la decadencia a la que habían llegado: Boris mareado intentaba sujetarse de Bert que a su vez se sujetaba de Bill. Los tres querían subirse a sus autrum que tenían aparcados en medio del potente tráfico, los demás autrum atrás pitaban sus claxók a todo volumen, un sonido estridente, cacofónico reventaba por todas partes, algunos enanos salían de sus autrums para vomitar, otros ensangrentados rodaban por el piso maloliente, lleno de excrementos y vómitos de todo tipo. Otros más audaces copulaban en grupos, incluso sobre los cadáveres regados de los enanos que habían muerto a causa del licor. De lejos se observaba un pandemónium, una estampida de enanos locos y borrachos, que embestían el espacio-tiempo con sus conductas circenses y absurdas.
Sin embargo, había una minoría de enanos abstemios, en realidad no alcanzaba ni al uno por ciento de la población. Estos pequeños habían llegado al colmo de la preocupación al ver cómo su generación se precipitaba irremediablemente hacia la destrucción. Durante varios años habían intentado inútilmente frenar esta enfermedad, pero en vista de que el alcohol estaba en todas partes, era un mal omnipresente y desgarrador. La adicción de la población estaba en un punto de no-retorno. No les quedaba otra opción que rezar plegarias a su poderoso dios Ost a quién jamás habían visto, jamás habían sentido y no tenían ninguna prueba de su existencia. Solo sabían que era increíblemente “poderoso” No obstante, Ost tenía muchos templos y era muy conocido en el norte de la población, pero en el sureste a lo largo del río Monko se alojaba una población portuaria y altamente comercial su cultura era retórica y un poco más primitiva que la cultura Orkest. Ost tenía que compartir estos privilegios con Hist “el mono” En el grupo de los abstemios surgió un gran debate para saber a quién deberían dirigir sus plegarias a Ost o a Hist “el mono” Después de dilatar las elecciones y entregarse a algunos desmanes como caerse a golpes por un lado y una serie de intrigas de mal gusto, por el otro, finalmente las votaciones dieron como ganador a Ost. De tal forma que fueron a los templos de Ost y se encerraron durante días para suplicarle por su licenciosa población. Como era de suponerse Ost calló algún tiempo para probar la fidelidad de sus pequeños obesos. Finalmente, después de dos años respondió. Envió a un gran ángel. El ángel de Oxímoron.
Quizás te interese
-
CRONISTAS ÓMICRON: El estanque místico
Publicamos el relato «El estanque místico» de Jorge Millán Nieto.
-
CRONISTAS ÓMICRON: Unsterblich
Publicamos el relato «Unsterblich» de Noemí Sarrión.
-
CRONISTAS ÓMICRON: El astronauta
Publicamos el relato «El astronauta» de Rodrigo Torres Quezada.
El ángel oxímoron era muy singular, a pesar de sus pomposas alas, y su magnífico porte. Tenía serios problemas con el lenguaje. Es decir, una malformación en su dentadura producía un estribillo sibilante al final de cada palabra:
-Malditossh enanossh ahora verán lo quessh buenossh.
-Soy un ángel cuerdo loco que grita en el silencio para brillar en la oscuridad.
Al escucharlo toda la población reía a carcajadas, caían al piso al no poder sostener tanta risa en sus abultados estómagos. Los enanos abstemios empezaron a perder las esperanzas. Y ese lenguaje particular del ángel solo lograba confundirlos más. Causaba un desconcierto abrumador en sus pequeñas y erráticas mentes. A medida que el ángel hablaba los enanos reían y después lloraban desconcertados por lo extraño de su lenguaje.
Pero lo que nadie sabía es que el ángel Oxímoron era implacable. Comenzó sus extrañas tácticas con Bill:
-Enanoshhh del infierno ven acércate a mí.
-Cantaré con mi música callada y te atraparé con mi pacífica tempestad.
Bill poco a poco empezó a sentir un miedo escalofriante y veía como le era imposible de forma alguna escapar. El ángel Oxímoron abría más y más su boca hasta que ésta se duplicó, entonces veía un abismo enorme que tragaba todo lo que había a su paso. Tragó a Bill. ¡Qué lugar tan extraño es este! -dijo Bill- Caminó entonces dentro de la boca del ángel, parecía un lujoso corredor de palacio, lleno de bizarros cuadros de diversos tamaños que adornaban ambos lados de la pared. Había una serie de dibujos pintados al óleo, en su mayoría retrataban a seres amorfos, desfigurados en todas sus dimensiones y en posiciones estrafalarias. Se podían apreciar también algunas esculturas en los contornos que representaban a estos seres en situaciones patológicas, sin embargo, estos tenían cada vez más características simiescas en sus rasgos. En el fondo de este corredor se hallaba la figura de un hombre sentado junto a una mesa rústica de madera, la misma que hacía contraste con la decoración del lugar por ser de lo más simplona y de mal gusto, en aquella mesa había una botella mediana de líquido transparente y debajo un mantel de la República Okros, antes mejor conocida como Ucrania. Pero lo que más le llamó la atención, sin duda alguna, era que el hombre sentado en la mesa tenía rasgos faciales simiescos como algunos de los retratos que se apreciaban en la decoración. El hombre le dijo: bebe de la botella e inmediatamente le sirvió un vaso. Su voz era extraña como que saliera de otro lugar, no desde su garganta. Bill se acercó temeroso y tomó el vaso con sus trémulas manos. El líquido era transparente y pegajoso. Bill dudó. El hombre-simio se molestó y con sus ademanes grotescos indicó a Bill que apurara el vaso. Bill tomó del vaso e inmediatamente sintió que todo a su alrededor giraba y giraba, los objetos empezaron a perder su forma y sustancia, se hicieron sumamente difusos. Bill cayó estrepitosamente al suelo frio e irregular de la supuesta habitación en la que ahora se encontraba. De pronto se sintió muy angustiado, al ver que todo a su alrededor desaparecía. Lo único que escuchaba con claridad eran las risas simiescas del hombre-mono. Comenzó a temblar con fuerza, además sentía una horrible picazón en todas partes de su cuerpo de forma difusa, su estómago se estremecía y resonaba como un trailer cervecero. De repente, apareció una mujer serpiente y ésta comenzó a danzar de forma muy seductora. Podía ver su lengua bipartida como jugueteaba en el espacio inmediato a su boca, podía ver sus escamas relucientes como generaban un íridico color que más que bonito era hipnotizante, hasta su olor reptil y un olor combinado de alcohol entraba por sus fauces nasales de una forma apabullante, seductora y envolvente. Bill se dejó llevar, se dejó seducir y cuando la danza de la mujer serpiente y el mundo a su alrededor lo atragantaba todo, de pronto estaba frente a frente del hombre mono, respirando el mismo aire. El mono lo veía curioso con graciosos y torpes gestos de simio. Bill no pudo hacer más que eructar, su estómago estaba maltrecho después de ingerir la malévola poción. El mono se apartó hacia atrás evidentemente molesto. –Asqueroso enano- dijo finalmente. ¿Cómo osas ofender a Hist el dios mono? Bill se quedó perplejo. Hasta dónde sabía Ost e Hist eran rivales ¿cómo era posible que trabajaran juntos? Pero lo que más le irritaba es darse cuenta que este ridículo ser que tenía enfrente, no era más que una patética imagen a duras penas una caricatura. ¿Cómo era posible que sea un dios?
Hist lo miró de forma más compasiva. – mi trabajo aquí ha terminado pequeño insecto barrigón. Anda a dar las buenas nuevas al mundo. Anda, di que Hist “el mono” te ha curado, infeliz.
De pronto se sintió absorbido por una gran fuerza que lo expulsaba hacia el exterior de las fauces del ángel. Escupido. Como tal, se levantó tambaleante y abochornado. Quiso gritar. Pero sorprendido y airado se dió cuenta de que ya no tenía boca. Bill no volvió a beber una gota más de alcohol. Tampoco pudo contar las buenas nuevas.
El ángel continuó asolando la tierra… No era un secreto a voces que sus juegos verdaderos causaran placeres dolorosos…
Recomendaciones
-
EL ÚLTIMO PUEBLO AL COSTADO DEL CAMINO
Autor: José A. García
ÓMICRON BOOKS
Libro digital – Ciencia Ficción
Formato: ePub y PDF Este libro se puede visualizar en dispositivos iPad, iPhone, Tablets, celulares, PC y Mac -
ARCHIVO CONFIDENCIAL: LA REVELACIÓN DEL CAOS
Autor: Dante Vázquez
ÓMICRON BOOKS
Libro digital – Ciencia Ficción
Formato: ePub y PDF Este libro se puede visualizar en dispositivos iPad, iPhone, Tablets, celulares, PC y Mac -
EL REINO DE LAS TRES LUNAS
Autor: Henry Bäx.
ÓMICRON BOOKS
Libro digital – Fantasía
Formato: ePub y PDF Este libro se puede visualizar en dispositivos iPad, iPhone, Tablets, celulares, PC y Mac -
LOS ADVENEDIZOS
Autor: Mauricio del Castillo.
ÓMICRON BOOKS
Libro digital – Ciencia Ficción
Formato: ePub y PDF Este libro se puede visualizar en dispositivos iPad, iPhone, Tablets, celulares, PC y Mac
Toda la población fue afectada por el ángel y fue absorbida una a una hasta que todos habían quedado mudos. De esta forma ya no podían beber alcohol, ni hablar. Su problema de años había terminado. Ahora tenían que reunir fuerzas para desarrollar tecnología que les permitiera ingerir alimentos y bebidas desde otra parte de su cuerpo. Y claro después de este bochorno psicológico era de esperarse que aprendieran la lección. NO MÁS ALCOHOL.
El ángel oxímoron no volvería más, su trabajo prolongado había dado por concluido. Nadie más volvería a estremecerse con sus fantásticas alas que se reflejaban por un instante eterno en el fuego helado de sus entrañas.
Con la boca abierta y chorreándole una gran gota de saliva Ost finalmente despertó de sus mil años de sueño correspondientes a la era acrtuaniana, según el imponente calendario de los seres de marfil. A su lado se encontraba Hist casi histérico mirándolo con los ojos desorbitados de la impaciencia:
-Maldito por fin despiertas, mira que has creado todo un alboroto allá abajo, tú estúpido ángel….
-Tus estúpidos enanos ahora han quedado más estúpidos.
Ost abrió ligera y pesadamente los ojos, se encontraba en un estado entre el sueño y la vigilia, trataba de ubicarse en el espacio-tiempo, aclarando sus pensamientos y volviendo su tosca conciencia a la realidad. Al ver al raro mono a su lado se estremeció por completo.
-Aléjate de mí, creación infernal, no irrumpas en mi visión, así como así. Te mataré de una buena vez.
-Quién te ha traído aquí horripilante ser de las oscuridades del río Monko.
Hist rojo de la ira sacó una de sus garras afiladas de mono y clavó en el abdomen regordete de Ost, pronto la sangre del dios comenzó a regar a borbotones como un manantial pérfido de sangre divina y putrefacta. Ost ya casi muerto miró al frasco de pastillas que tenía en la mesita de noche de su habitación. Se tambaleo con fuerza hasta que finalmente alcanzó a tragarse una. Sentía que la puñalada se desvanecía, otra pastilla y la sangre paraba por completo. Otra pastilla más y el hombre mono se había esfumado…
FOTO:
Más historias
INFORME ÓMICRON: La jornada de lo fantástico y maravilloso
CRONISTAS ÓMICRON: Esas luces que parpadean
CRONISTAS ÓMICRON: Una partida de ajedrez
CRONISTAS ÓMICRON: Todos los males
CRONISTAS ÓMICRON: Trampantojo
CRONISTAS ÓMICRON: Misterios del número tres