Alejandro Lanzagorta
Cuando caía, toda mi vida pasó ante mis ojos.
Una idea que siempre consideré absurda, un lugar común, pero así fue.
Era como si mi cerebro quisiera desprenderse de todo recuerdo antes del impacto. O como si presintiera que la conexión con el cuerpo físico terminaría y quisiera empezar de cero.
¿Qué si escuché el impacto? Tal vez
Recuerdo los gritos de la gente, el ¡No! desesperado de quien debía detenerme después de mis mortales. Quizás fue solo un momento mientras la distancia del cráneo a los huesillos del oído se comprimió por la reacción del suelo a mi aceleración gravitatoria. Hasta que me fracturé todo, y no hubo posibilidad biológica de oír.
Después, ese silencio tenso, casi respetuoso, ante la presencia de una muerte violenta. Mis compañeros acercándose horrorizados mientras mI cuerpo se convulsionaba en reflejos eléctricos. Los paramédicos del espectáculo corriendo hacia mí con la pequeña esperanza que siempre tienen.
Nada que hacer. Todo terminó
¿Qué seguirá? ¿Túnel de luz? ¿Lugares cálidos y compañía ingrata?
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Una figura comienza a formarse frente a mí. Antes de que termine de manifestarse pienso si será algún familiar quien me reciba en este plano. Pero es un hombre en armadura de hierro, casco con cuernos de ciervo y una flama ardiente por rostro.
Se identifica como el ejecutor de Fínvara, rey de las hadas de Connaut, en el sídhe de Nockma, y al tocarme me recuerda la sentencia:
“En la noche del Solsticio Estival, cuando las hadas bailen en grupo a la luz de la luna, repetiré mí caída una y otra vez hasta el final de los tiempos. Tír Na Nog, la tierra de los bienaventurados, y Mag Mell, la planicie del deleite, me están prohibidas.”
Todo llega a mí:
Los miles de vidas entre aplausos y muerte, entre saltos y caídas.
Y aun sin un cuerpo físico, recuerdo cada dolor, cada hueso roto, cada músculo desgarrado; el golpe contra el piso del sinfín de saltos inconclusos. El dolor acumulado de los muchos que despeñé hacia el mar desde los acantilados de Erín.
En la audiencia, hay una mujer que ha hecho el ritual de la novena ola; ha concebido hace 4 meses. Mi esencia se transfiere al feto, y por primera vez en el embarazo, la mujer nota que se mueve en su vientre.
Percibo el líquido alrededor, me estiro lo más que puedo mientras escucho los ruidos del organismo de mi madre. Separo mis labios, pero no emito sonido alguno. No puedo abrir los ojos, giro la cabeza, me estiro de nuevo. Incapaz de evitarlo, vuelvo a ser carne.
La gente dirá que algo en este día hizo a ese niño que ahora soy convertirse en acróbata.
Mi memoria se disipa.
En verdad había que empezar de cero. Hasta el siguiente momento en que recordaré.
FOTO: KELLYPICS en Pixabay
Alejandro Lanzagorta
Alejandro Lanzagorta ( 1973, León, Guanajuato, México) es un escritor mexicano de cuento corto de horror, ciencia ficción y fantasía radicado en León, Guanajuato.
Escribe poesía y canciones desde los 15 años, a los 20 descubre el cuento corto y decide dedicarse a él.
Cuenta con dos libros publicados: “La Certeza de su Muerte” (2010) y “Caná, después de la boda” (2019). Actualmente prepara un tercer volumen de cuentos con título tentativo “Un lugar llamado hogar”. Escribió desde el 2011 al 2015 una columna semanal llamada ACTA NON VERBA para el diario El Sol de León. Ha dado series de pláticas y conferencias sobre creatividad artística y promoción de la lectura y escritura. Alejandro Lanzagorta fue seleccionado para participar en el “Seminario para las Letras Guanajuatenses de Cuento Efrén Hernández” por parte del Fondo para las Letras Guanajuatenses, en los años 2016 y 2017 y 2021. Participante del curso Fantasy and Science Fiction: The Human Mind, Our Modern World, impartido por la Universidad de Michigan en 2012.
Página oficial: www.alejandrolanzagorta.com
Twitter: @Alex_Lanzagorta
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