Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Plan perfecto

Publicamos el relato “Plan Perfecto” de Génesis García

Génesis García Muñoz

Aldonza deslizó sus dedos por la superficie de su rostro, dibujando con sus yemas las pequeñas líneas de expresión que se dibujaban en su piel de porcelana. El espejo le mostraba con cruel precisión cada línea, cada arruga, cada pequeña peca de sol. Y cada una de ellas se sentía como un puñal en su corazón. Su mente le decía que no podía pedir más, que una mujer de su edad debería sentirse agradecida de seguir con vida. Pero, Aldonza peleó con uñas y dientes para vencer a la muerte y al tiempo y no pensaba darse por vencida ahora. No cuando estaba a punto de cumplir mil doscientos años vagando por esas tierras. Frustrada, apartó la vista del espejo y cogió su bolso para salir apresuradamente de casa. Tenía una importante entrevista de trabajo y no podía perderla.

            Cogió un taxi y, movida por la fuerza de la costumbre, revisó su maquillaje y su apariencia mientras el vehículo se deslizaba suavemente por las calles de la ciudad. Sabía que se veía bien. Podía sentir las miradas furtivas del conductor sobre sus piernas y eso la hizo sonreír. Era consciente del peso de su atractivo, de la belleza que tantas puertas le abrió a lo largo de los siglos. Hija de campesinos, Aldonza creció en una aldea perdida en las sierras de España, pobre como una rata, siempre hambrienta, siempre triste. Pero, era bella. Y su belleza la arrancó del hogar paterno para pasar a calentar la cama del señor feudal. Y ahí, su destino fue sellado. La esposa del señor decidió deshacerse de ella contratando los servicios de una bruxa portuguesa que intentó venderla al Señor de las Tinieblas en una noche sin luna. Vieja ignorante. Lucifer, deslumbrado por su belleza, en lugar de tomarla como sacrificio, la tomó como concubina y le ofreció conceder el deseo más profundo de su corazón.

Vida eterna, pidió Aldonza, decidida a vivir para siempre, a ser siempre tan hermosa como lo era a sus diecisiete. Sin embargo, por mucho que el diablo la amara, no podía evitar que su regalo tuviera un lado oscuro. Viviría para siempre, sí, pero, envejecería como el resto de los mortales. Y eso, Aldonza no podía permitirlo. Aprendió de las otras consortes las artes de la magia oscura y pasó siglos recorriendo aldeas y ciudades, países y continentes, buscando belleza, buscando juventud. Fueron cientos de miles las muchachitas inocentes que cayeron a sus pies, consumidas por la fuerza de su vanidad. Su esposo, complacido por el río de almas que arribaban al inframundo, la alentaba a seguir adelante, escondiéndola de la vista de aquellos que dedicaban su vida a la sagrada labor de la caza de brujas.

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            Así, pasaron los años y los siglos y Aldonza continuó con su incansable labor para conservar la belleza que le dio la vida eterna. Pero, los hombres se hicieron cada vez más cautelosos e inteligentes y con el tiempo, aprendieron a seguir los pasos de aquellos que atentaban contra la vida. Su oficio se volvió más peligroso y conseguir insumos más difícil. Pero Aldonza era una mujer de recursos. Astuta. Y cuando vio aparecer las primeras redes sociales y notó el flujo constante de fotografías de jóvenes frente a un espejo o en poses extrañas, documentando cada pequeño aspecto de su vida, pensó en un modo de sacar provecho a la vanidad de la juventud. Descendió del taxi, ignorando las miradas lascivas del chofer y dirigió sus pasos seguros al interior del edificio.

– Señorita Valverde, debo reconocer que lo que nos propone es algo arriesgado… ¿usted realmente cree que la gente cambiará las cámaras fotográficas digitales por las que incorporamos en sus teléfonos? – quiso saber el ejecutivo, con la mirada fija en sus largas piernas. Aldonza sonrió y las cruzó en un gesto lento, elegante.

– Señor Christensen– dijo, volviendo su atención a su rostro– ¿Ha pensado usted alguna en los jóvenes que salen a bailar los fines de semana? Cargan en sus bolsos el teléfono, la cámara, agenda, reproductores de música, maquillaje… sus teléfonos no podrán reemplazar al maquillaje, por ejemplo, pero sí pueden perfectamente condensar en un solo aparato a la agenda, la cámara, el reproductor de música, la calculadora, y cuanto aparato electrónico se le ocurra– expuso, ganándose una mirada casi compasiva del hombre. Era claro que no veía la utilidad de su propuesta, que su pequeña mente no era capaz de procesar lo que decía.

– No creo que los jóvenes o los ejecutivos quieran cargar con un aparato del tamaño de un televisor en el bolsillo, señorita– exclamó, sonriendo con aires de superioridad.

Aldonza no se dejó amedrentar. Ella sabía cómo hacerse entender y más aún, como convencer a un hombre. Se inclinó hacia él, con sus ojos fijos en los suyos, como una serpiente hipnotizando a su presa.

– Oh, pero no tendrán que hacerlo– dijo en un tono lento, arrastrando las palabras– Si revisa los planos de mis diseños, se dará cuenta que lo que propongo es condensar el mundo al tamaño de la palma de su mano. Será la revolución de la era digital– explicó, arrastrando la carpeta sobre la mesa para dejarla entre sus manos– Todo lo que debe hacer, es decir que sí…

Y lo hizo.

Su propuesta fue un éxito y pronto Aldonza se convirtió en la jefa del área de diseño e innovación de una de las empresas de tecnología más grandes del mundo. Ella no sabía un carajo sobre tecnología o ingeniería, pero, sí sabía cómo convencer a la gente para que hicieran lo que ella quería. Se aprovechó del trabajo de decenas de profesionales y los explotó por meses, desesperada por conseguir resultados lo antes posible. Toda la compañía se movía a su ritmo, bailando a su son, como marionetas pendiendo de hilos. Así, casi un año después, apareció el primer teléfono con cámara digital de alta resolución y el mundo se revolucionó. Las jóvenes hacían lo que fuera por conseguir cada año los nuevos productos, desesperadas por lograr la aceptación y el éxito en la red. Sus productos se vendían por millones alrededor del mundo y en sus archivos, se almacenaban miles y millones de fotografías cada día, entregándole una fuente segura e inagotable de belleza y juventud para el resto de la eternidad.

Jóvenes provenientes de todos los rincones del mundo utilizaban sus teléfonos para tomar fotografías y documentar cada pequeño aspecto de sus vidas, como si sus vivencias no existieran si no estaban posteadas en alguna red social. Con el paso de los años, Aldonza se encargó que las cámaras fueran cada vez mejores, más potentes, más precisas. Mientras más mejorara la tecnología, mientras más definición tuvieran las cámaras, más material tenía para robar. Era un delito sin prueba: las muchachas perdían la gracia poco a poco, consumiéndose frente a la cámara sin notarlo. Después de todo, es normal ganar algo de peso con la edad, la aparición de las arrugas, la piel flácida, los cabellos encanecidos. Es parte de la vida y nadie lo cuestionaba.

Aldonza, en cambio, se volvía cada día más bella, más joven, más fresca. Pasaba sus días paseando por la empresa, sorprendiendo a todo el mundo con su belleza y su perenne sonrisa. Y es que tenía todas las razones del mundo para sonreír. Su vida había cambiado tanto, que ya no tenía que asesinar ni perseguir a nadie para mantener la maldición a raya; las muchachas se ofrecían en bandeja para saciar su apetito. La vanidad humana crecía sin límites y Aldonza no pudo más que congratularse por su idea: nunca más tendría que exponerse a la justicia humana, ni a las persecuciones divinas. Era el plan

FOTO: Pixabay

Génesis García Muñoz

Génesis García nació en Chile, el 29 de diciembre de 1990. Creció rodeada por la biblioteca de novelas de segunda mano de su padre y gracias a la influencia de estos guerreros, mafiosos, soldados y elfos, escuchó la llamada del mundo editorial siendo muy joven. Hasta ahora, sus cuentos Complemento, No sólo los sueños se hacen realidad, De las cenizas, Tan sólo una vez y Círculo Vicioso han sido publicados en diferentes antologías de la Editorial Gold de Colombia, mientras quesu obra, Camino, fue ganadora del primer premio del II Certamen de Relatos Cortos José Alberto Lario “El Flori”, de la comunidad de Lorca, España. Su obra Primera Veces fue también galardonada en el III Concurso Literario Rayencura en 100 palabras de la comuna de Hualqui, Chile. Pueden encontrar sus relatos en revistas literarias como Anacronías, Amalgama de Letras, Especulativas, Laberinto de Estrellas, El Nahual Errante, Licor de Cuervo, Interlatencias, Trinando y Primera Página (entre otras), así como en el podcast de la revista Cósmica Fanzine.

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