Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

HABLANDO CON OMICRONIANOS: Sergio Gaut vel Hartman o la fuerza de las ideas.

Nuestro editor Cristián Londoño Proaño conversa con el escritor argentino Sergio Gaut van Hartman-

La narrativa conjetural está al alcance de todos los que se atrevan a eso, a conjeturar. No hace falta desarrollo tecnológico para hacer creíble una ficción. 

Sergio Gaut vel Hartman

Por Cristián Londoño Proaño

Cuando leí los cuentos de Sergio Gaut vel Hartman quedé con la sensación de que el mundo que me planteaba, era la punta del iceberg. Detrás de esa narrativa, había personajes singulares y profundamente, humanos, con conflictos universales.

Sergio Gaut vel Hartman es un escritor, antólogo y editor argentino que tiene una nutrida y extensa obra literaria de ciencia ficción. Algunos de sus obras han quedado finalistas de premios literarios importantes de ciencia ficción como el premio Minotauro o el premio UPC. Cabe mencionar, «El juego del tiempo», finalista del premio Minotauro 2005. En el 2020, su novela corta «Otro dios caprichoso», mereció la mención honorosa del premio UPC 2020.

Me comuniqué con el autor y le propuse una entrevista para la revista Teoría Ómicron. Lo aceptó con mucho gusto.

Gracias por aceptar la entrevista para Teoría Ómicron, ¿cuándo empieza tu pasión por la ciencia ficción?  

A los siete u ocho años, en cuanto aprendí a leer. Fue casi natural salir en busca de una literatura que “tenía que existir en algún lugar” (paralelamente a la de aventuras, Salgari, Verne), cuyos tópicos tuvieran que ver con viajes espaciales y el futuro. La encontré en los libros de la colección Robin Hood del Espacio. El secreto del planeta Marte de Donald A. Wollheim, Hijo de las estrellas, de Raymond F. Jones e Islas en el cielo, de Arthur C. Clarke fueron los que más me impresionaron. En los siguientes cinco o seis años leí las novelitas de bolsillo de Bruguera, historietas como Tommy Futuro y otras expresiones “populares” por el estilo antes de descubrir Nebulae y luego Minotauro. Eso ya fue el súmmum, Bradbury, Sturgeon, Matheson, Pohl & Kornbluth…

Sergio Gaut

¿Cuáles son los  autores de ciencia ficción que  motivaron tu escritura de relatos de ciencia ficción?

Principalmente Sturgeon y luego Cordwainer Smith, Pohl y más tarde LeGuin, Lem, los hermanos Strugatski. Siempre me decanté por una ciencia ficción “social” y psicológica. Nunca me interesó demasiado el aspecto predictivo y científico. No me importaba de qué modo podíamos viajar a las estrellas, por el tiempo o a mundos paralelos o alternativos sino conjeturar a partir de las posibilidades que brinda el “qué pasaría si…”He leído a Heinlein, Asimov, Clarke, Niven y otros autores de la corriente más hard, pero eso nunca me movilizó demasiado y mucho menos fue inspirador a la hora de escribir.

La literatura argentina de ciencia ficción tiene tradición en este género. Varios autores argentinos son importantes en la ciencia ficción latinoamericana, por ejemplo Bioy Casares, ¿en qué medida estos autores influyeron en tu obra?

Mentiría si dijera que influyeron por simple fidelidad a lo nacional. Los leí, más que nada para completar un aspecto formativo, pero decididamente no fueron determinantes en mi obra.

Sergio Gaut

A la hora de escribir las historias de ciencia ficción,  ¿cuál es tu proceso de escritura?

Varía. A veces la idea se impone. En otras oportunidades yo me impongo a la idea y “empujo” la historia en determinada dirección. Acabo de concluir la escritura de una novela “realista” (aunque en gran medida conjetural, ya que está lejos de pretender reflejar los hechos que describo tal y como sucedieron) y de inmediato me propuse escribir una sátira a las convenciones (en los dos sentidos que se usa el término, de pautas y reuniones) y tengo planeado seguir con un policial con alienígenas.

En varias de  tus historias hay una crítica a los modos de vivir, al mismo sistema capitalista y globalizado, ¿cuál es tu intención?  ¿O es la percepción que tiene el lector?

Es absolutamente deliberado. Persigo impregnar mis obras de un contenido ideológico. Sostengo que la ficción especulativa es una herramienta perfecta para hacer crítica de sistemas imperfectos o directamente perversos. La visión holística que permite esta literatura permite abarcar todos los campos del quehacer humano, vincular elementos que no parecen relacionarse y formular hipótesis de transformación posible. Es habitual que ataque a las religiones organizadas por considerarlas factores de poder, opresión y “amansamiento”. Juegan para el equipo del poder y mediante mentiras y falsas promesas controlan las voluntades de aquellos a quienes previamente despojaron de espíritu crítico y capacidad para reflexionar sobre sí mismos y la sociedad. Tampoco se salvan los que acumulan riquezas sin que les importe el sufrimiento ajeno, y los manipuladores mediáticos, que por lo general están al servicio de los dos grupos mencionados anteriormente. Si eso sirve para que la percepción del lector se oriente en ese sentido, habré cumplido, desde mi intención por lo menos, con el propósito que motoriza lo que escribo.

Vuelos y otros cuentos

En varias historias hay el uso de la ironía como recurso narrativo, por ejemplo, el relato «El perro escritor», ¿cuál es tu intención con ese recurso? 

La ironía, la sátira, el sarcasmo son algunos de mis recursos preferidos. Me interesa provocar reacciones, conmover intelectos, sacudir a los adormecidos, provocarlos. Si la literatura no hace eso, desde mi perspectiva, no sirve para nada. La literatura “diletante” me aburre y molesta. Los que no tienen nada que decir pero lo dicen con un lenguaje exquisito me disgustan y fastidian. Tengo un concepto tumultuoso de lo que vale la pena escribir, y eso es lo que he tratado de hacer en el medio siglo que llevo haciéndolo.

Otro de los recursos que usas es el humor.  Por ejemplo, en el cuento «Volver a vivir» que publicamos en nuestra revista Teoría Ómicron del año 2 número 3, unos invasores extraterrestres son derrotados por una arma sencilla y llena de humor que hace referencia a la cultura popular, ¿consideras que el humor tiene asidero en la ciencia ficción?

¡Por supuesto! Está ligado a lo anterior. El humor es un removedor de estructuras rígidas y cristalizadas, sirve para tirar abajo lo establecido y revisarlo, lo que abre el camino a propuestas audaces y estimulantes. No es mi único recurso, por cierto, pero lo he usado con frecuencia, como en Avatares de un escarabajo pelotero, que publicó en España La Máquina que hace Ping! Y está en dos o tres novelas inéditas, muy disparatadas.

En algunos cuentos hay varios temas recurrentes. Uno de ellos es la guerra, en relatos como «Carne de cañón» y «Muñecas Rusas», éste último que se publicó en la revista Axxon. ¿Hay una preocupación sobre la guerra y sus formas de extermino? ¿O acaso es una exploración?

Ambas cosas. No creo que exista nada más perverso y antinatural que la guerra. Un hombre o grupo de hombres, que en general ya han vivido su vida, envían a la muerte a jóvenes que tienen la vida por delante. Se usan argumentos de la más variada catadura para justificar esa actitud. Todos son fraudulentos, crueles, despiadados. Nada justifica morir por abstracciones, y mucho menos por la bandera, la patria o el honor. Eso es falso, fue inventado justamente para desarrollar el juego malévolo y retorcido que los poderosos necesitan para sentirse eso mismo, poderosos. Por otra parte, explorar ese territorio me da pie para entender otras facetas del comportamiento humano. En varios cuentos de un ciclo reciente, el de los reciclados, en el que trabajo sobre la posibilidad de que los muertos se conviertan en una suerte de zombies electrónicos, llevé la conjetura un paso más allá. En cuentos como “Escaramuza junto al arroyo ‘Las Piedras’” o “El eterno femenino” intenté especular sobre la despersonalización absoluta llevada adelante por la maquinaria militar para convertir a los soldados muertos en carne animada.

La quinta fase de la luna

Hay muchas historias que son de tono fantástico, que no utilizan un método científico ni la extrapolación como recurso, ¿la intención es contar una historia extraña?

No tengo suficientes conocimientos científicos como para basar una ficción en un desarrollo tecnológico que aún no existe y plantear su factibilidad como esqueleto del cuento. Si en mis obras hay naves espaciales, máquinas del tiempo o androides, robots o clones, será porque imagino un futuro en el que están incluidos, no porque sea capaz de fabricar algo así, ni siquiera ficcionalmente. Pero si algo es funcional a lo que narro y me permite avanzar en la trama, lo utilizo con el más completo desparpajo.

 Recientemente, ganaste una mención honrosa en el prestigioso premio UPC 2020 con tu novela corta Otro dios caprichoso, ¿de qué trata esta novela?

Esa novela plantea posibilidades de no-contacto con seres, ingenios o estructuras no-humanos, un poco a la manera de Lem, pero avanzando un paso más, ya que aunque no se entienden sí afectan y modifican a los humanos. Está organizada desde lo micro, desde lo personal, es decir, desde las consecuencias que produce un vínculo que no se comprende en absoluto en seres humanos sensibles, con historias previas, incluso dolorosas. Logré lo que me proponía y así parece haberlo interpretado el jurado. Es posible que se publique en España el año próximo.

 Desde tu experiencia y perspectiva, ¿cuál es la función de la literatura de ciencia ficción, considerando que es un género popular? 

La función de toda literatura es ayudar a pensar, tanto sobre el tema que la obra propone como de las relaciones y vínculos que puede establecer el lector con los elementos de su experiencia e intereses. En mi caso particular, habiendo sido lector del género desde hace unos 65 años, me ha servido para ver el universo, los seres que lo habitan y los que potencialmente podrían habitarlo, desde una perspectiva abarcativa y totalizadora, que contemple las articulaciones que se establecen entre las criaturas y su entorno, que sirva para anticiparse a los errores por cometer y modificar los ya cometidos. Soy ambicioso, pero esas lecturas me dan la razón. Esta pandemia que nos martiriza y sus consecuencias han sido casi un tópico en la ficción especulativa. Wells y London en los inicios del siglo XX y Stewart, Matheson, Wyndham, entre muchos otros, especularon acerca de la destrucción de la sociedad humana. Ni siquiera es necesario que nos ataque un virus como el COVID 19: estamos a merced de incontables catástrofes, tanto naturales como artificiales. Ni siquiera hacía falta el empujoncito de esta pandemia. La humanidad va de cabeza al abismo porque el capitalismo, como sistema, iba a colapsar indefectiblemente, en 2021, en 2025, en 2030 o poco después. Las tensiones que el mismo sistema produce, con creciente desigualdad y acumulación de riquezas de un lado y de pobreza del otro, no pueden “enderezarse”. Y los escritores de ciencia ficción, además de una gran cantidad de mentes brillantes desde afuera del campo, vienen advirtiendo la inminencia de estos eventos, sin lograr que los tomadores de decisiones los escuchen.   

En la Latinoamérica, ¿consideras que la ciencia ficción es  un camino válido para retratar nuestra contemporaneidad?

La narrativa conjetural está al alcance de todos los que se atrevan a eso, a conjeturar. No hace falta desarrollo tecnológico para hacer creíble una ficción. De hecho, el futuro ya se metió en nuestras vidas de un modo irreversible. Por eso, cualquier escritor de cualquier rincón del planeta puede plantearse los efectos de los cambios sociales que produce la tecnología aunque sea desde la ausencia de posibilidades en un lugar determinado. Los escenarios distópicos son narrativa conjetural, y tanto las manifestaciones de los postergados saliendo a las calles, a un paso de destruir todo lo que se les ponga adelante, inclusive a pesar de la represión, junto a los efectos convocantes de las redes sociales demuestran que hay mucho hilo para cortar en ese sentido. Considero que esa herramienta está al alcance de todos nosotros, y debemos usarla.

Me despido de Sergio Gaut vel Hartman con la certeza de haber conversado con un escritor que domina la ciencia ficción, en su propias palabras, la «narrativa conjetural». Al final cuentas, Sergio configura su propio universo y vislumbra un futuro, en base a su lectura de sus libros y de la sociedad.

Fotos: Sergio Gaut / Andrómena

Cristián Londoño Proaño

Quito, 1973. Escritor, guionista, productor y realizador audiovisual, y editor y director de la revista digital “Teoría Ómicron”. Inventó y desarrolló el concepto de la novela de fantasía andina. Publicó las novelas “Misión Antares” (2019), “El retorno de La Luz” (2018); Doce Horas” (2016), ”Underbreak” (2015), “El Tiempo Muerto” (2015), “Los Improductivos” (2014) y “El Instinto de la Luz” (2011). Publicó los poemarios: “Desojare” y “Luna de Solitarios”. Obtuvo los premios: I Bienal de Joven Poesía Ecuatoriana Jorge Carrera Andrade, el primer premio del V Festival al aire libre del Municipio de Guayaquil y una beca del fondo de fomento a la producción artística del Ministerio de Cultura del Ecuador. Escribió y dirigió las obras de teatro: “Amantes azules” y “Los Cirios Negros”. Escribió, dirigió y produjo varios documentales y series documentales como: “Jorge Enrique Adoum: el poeta desenterrado”, “La Belleza de Sentir” , “Arte de Sentir” y “Literamanía”. En el 2019, ganó la convocatoria de script doctors del Instituto de Cine y Creación Audiovisual.

Web oficial
www.cristianlondonoproano.com


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