Por JP Cifuentes Palma
M’onh, mientras observaba por el radiotelescopio 7HJ9, estaba imaginando esa nueva vida que pasaría junto a sus hermanas en el planeta Terra. Le costó cerca de tres años solares la realización del plan contra Omiel, el jefe de seguridad del cuadrante tres en el Observatorio Interplanetario de Vig’ets. Sin embargo, no fue fácil acceder a la confianza de Omiel, sobretodo tomando en cuenta el pasado de M’onh durante las guerras estelares del MMMXVII año solar en el valle de Ik frente a las tropas mercurianas, cuando el ejército venusiano masacró al joven ejército lo que le significó la culpabilidad en los juicios interestelares de guerra del 3,7 año cósmico. Ahora que ya han transcurrido 0,5 arco de segundo cósmico desde aquellos disturbios, M’onh encontró en el Observatorio Interplanetario de Vig’ets una nueva oportunidad para poder escapar de Venus junto a sus hermanas.
La vida placentera ya era una cosa del pasado. Venus estaba viviendo una crisis política y social a tal nivel que las fuerzas de orden estaban persiguiendo a los exiliados shukt’ars, sacsayhuamanes, titanes y mercurianos. La guerra acechaba nuevamente a Venus y esta vez, M’onh quería escapar de dicha masacre. Ya no era ese joven venusiano que estuvo 0,3 arcos de segundo cósmico encarcelado tras los juicios interestelares de guerra del 3,7 año cósmico. Además, estaba el hecho de velar por el futuro de sus hermanas y temía las represalias que ya se estaban manifestando contra las familias de los antiguos militares venusianos. Fue en estas circunstancias que supo del Proyecto Terrícola pero no le dio mayor importancia al carecer de los recursos económicos necesarios para ser parte de la tripulación que viajaría a Terra en su misión exploratoria.
Por su parte, El Proyecto Terrícola era la iniciativa impulsada por el Círculo de Científicos Venusianos para la Exploración Intergaláctica (CCVEI) con la finalidad de explorar la factibilidad de asentar una comunidad venusiana entre los terrícolas sin que ellos supieran de su existencia. Tras los fracasos de la Liga por la Integración Interestelar en Marte debido a la hostilidad mostrada por sus habitantes, el directorio conformado por los líderes de Mercurio, Venus, Titán, Sacsayhuamán, Ceres, Encelado, Europa, Miranda, Saffar, Plutón, Majriti, Eris, Samh, Tritón y la Confederación del Sistema Trappist decidieron iniciar los contactos con los terrícolas a pesar de la mala fama que presentaba el planeta Terra por el exceso de oxígeno en su atmósfera o la alta nube de contaminación radioactiva tras sus guerras nucleares que obligaría a la expedición a usar escafandra durante su permanencia en Terra. Sin embargo, uno de los principales argumentos esgrimidos por la CCVEI en la última reunión anual de la Liga por la Integración Interestelar (LII) para coordinar la primera expedición a Terra fueron los reportes conseguidos por los shukt’ars que viven actualmente en ella y que enfatizan sobre el bajo nivel cognitivo de los habitantes terrícolas a los que denominan como “seres humanos”. La tecnología, la ciencia y las armas nucleares que poseen no serían inconvenientes ante una posible hostilidad que podría representar al conocer a la primera expedición venusiana. Agregan, además, un comportamiento de esclavitud frente a un ser superior al que llaman dios y que puede manifestarse de diversas formas, por lo que era imperante convertir a la primera expedición bajo el paradigma de ser los dioses de los humanos. Estos argumentos fueron los que impulsaron a llevar a cabo esta primera expedición que estaría compuesta por venusianos, sacsayhuamanes y trappistas.
Más sobre CRONISTAS ÓMICRON
M’onh supo de este proyecto mientras trabajaba de guardia en el Observatorio Interplanetario de Vig’ets. Intentó por uno y otro medio de ser parte de la tripulación. Ya sea como soldado, cocinero o mecánico. Sin embargo, la respuesta siempre era la misma. No hay cupos. Sabía que era una oportunidad extraordinaria para él y sus cuatro hermanas para escapar de Venus y empezar desde cero, pero sus sueños se enfrentaban al muro de la realidad ante la inexistencia de cupos disponibles para ser parte de la expedición. Deprimido, agobiado, deambulaba día tras día por el observatorio intentando buscar alternativas que le permitieran lograr su objetivo. Las bombas gamma explotaban de vez en cuando cerca del observatorio. La guerra se aproxima, pensaba. Debo escapar de aquí antes de la gran guerra. Envuelto en estas incertidumbres M’onh sintoniza de casualidad por una interferencia telepática la conversación que tiene Omiel con agentes venusianos. Hablan de la gran guerra pronto a ocurrir, de unirse a algún bando, de escapar rumbo a Terra. ¡Escapar a Terra!. Omiel le comenta que junto a su familia serían parte de la expedición a Terra debido a que era primo del Secretario General Venusiano para la Defensa contra las fuerzas Intergalácticas y éste le había otorgado cinco cupos ultra secretos para escapar de la gran guerra que era inminente. ¡Cinco cupos!, ¡Gran Guerra!, ¡Escapar!.
Desde ese día supo lo que tenía que hacer. La expedición no saldría hasta en tres años solares, tiempo más que suficiente para poner en práctica el plan elaborado para ir a Terra. Lo primero era acercarse a Omiel, un trabajo difícil debido al carácter irascible de su jefe. Para esto, investigó sobre su comportamiento concluyendo que era un aficionado a las menores de edad venusianas. Comenzó entonces, a entrenar a su hermana menor en el arte de la seducción para obtener el pasaporte directo a Terra. El inicio de la táctica estuvo en encontrarse de manera fortuita con su jefe, intercambiar un par de palabras y hablar de casualidad de su hermana menor, de lo hermosa e inteligente que era, de lo preocupado que estaba ante la inminente gran guerra, de lo frágil que sería su vida ante esta catástrofe. Entonces, proyectaría una fotografía, una que mostrara a su hermana menor de manera seductora pero sin llegar a la vulgaridad, que atrajera la atención de su jefe sin espantarlo.
Resultó ser un éxito el encuentro fortuito. Omiel se sintió atraído por la hermana menor y prometió resguardar por M’onh y sus hermanas ante la posibilidad de la gran guerra. Desde ese día la relación entre Omiel y M’onh fue de una gradual amistad interesada en las necesidades de cada uno. Por un lado, M’onh trataba de prolongar, sin disminuir el interés de su jefe, el encuentro entre él y su hermana menor, aduciendo cuestiones morales para preparar a su hermana antes de conocerle. Por otro lado, Omiel desviaba sutilmente la conversación cada vez que M’onh comentaba sobre el Proyecto Terrícola evitando deslizar alguna conexión hasta el punto de negar la existencia de este proyecto mencionando que eran falsos rumores para desviar la atención sobre los conflictos existentes que pueden provocar la gran guerra en Venus.
Y así pasó el tiempo hasta que M’onh concertó el encuentro entre Omiel y su hermana menor, solo cuando tenía asegurada la siguiente carta dentro de su plan. Para esto, sus otras hermanas debían jugar un rol fundamental. Había descubierto que la pareja de Omiel y sus tres hijas eran fervientes seguidoras del Partido Nacionalista Venusino, antiinmigrantes, por lo que las hermanas de M’onh se mostraron como viudas de militares venusianos, que sentían la misma repulsión por los inmigrantes shukt’ars, sacsayhuamanes o saturninos y un profundo odio hacia los mercurianos. Comenzaron a participar en reuniones nacionalistas, ir a protestas, escribir en la prensa manifestando las virtudes del nacionalismo hasta el punto de lograr la confianza y cercanía con ellas.
El tercer punto del plan era de exclusiva responsabilidad de M’onh. Para esto, necesitaba conseguir a un empleado corrupto del Registro Nacional para que falsificara cinco pasaportes venusianos intergalácticos. De la misma manera, debía parecerse físicamente a su jefe, imitar su desplazamiento, su forma telepática de comunicación y la luminosidad de su cuerpo cefalópodo.. Por suerte, la estatura no era un problema y el inconveniente de la extrema gordura de su jefe era fácil y agradable de solucionar. Comía doble porción en cada almuerzo y dejó de hacer los ejercicios militares a los que estaba acostumbrado. Solo quedaba practicar los gestos y alcanzar el grado de luminosidad para poder imitar adecuadamente a Omiel.
La noche previa a la realización del plan, M’onh se reunió junto a sus hermanas para que cada parte del plan saliera a la perfección. Su hermana menor recibiría en la casa a Omiel, le invitaría a tomar unas copas, reírse de sus malos chistes, debía acercarse un poco en el salón, sonreírle, eso era muy importante, si se tornaba brusco o ansioso, empujarle pero sin dejar que se fuera, ir a la cocina, preparar la cena, esparcir el inhibidor de luminosidad de rayos alfa dentro de la cena, dejar que los tentáculos de Omiel interactúen con los suyos, permitir que se comportara grotescamente mientras hiciera efecto el inhibidor. No caer en la desesperación, la dosis puede tardar o ser prematura en su efecto. Sonreírle, dejar que el pequeño tentáculo deposite un par de huevos. Una vez muerto, hacer contacto telepático con su hermano y hermanas, decir la frase: “Está linda la noche en Terra” y desconectarse, esperar el retorno de sus hermanas y desaparecer el cuerpo. Por su parte, sus hermanas se reunirían con la pareja de Omiel y sus hijas, saldrían al teatro, irían por unas copas en donde insultarían a los inmigrantes, debían hacer que bebieran descontroladamente hasta que estuvieran con su luminosidad atenuada en el brillo, hacerles ver que ellas las llevarían a su hogar, esperar a que se quedaran dormidas, ya que era esencial que confiaran en ellas como sus amigas protectoras. Una vez que estuviesen dormidas, teletransportarse a la superficie de Venus rumbo a las ruinas de la extinta ciudad de Aaam, disimular si la hermana menor hacía contacto telepático, exponerlas a la lluvia ácida y esperar a que estuvieran muertas, conectarse telepáticamente con su hermano y hermana menor y decir la frase: “Está linda la noche en Terra” y desconectarse, ir a buscar a su hermana, trasladar el cuerpo sin vida de Omiel, traerlo a las ruinas y terminar el plan.
En cambio, la misión de M’onh era mantener las apariencias. En la mañana debía ir a buscar los pasaportes falsificados, invitar al empleado del registro nacional a unas copas y entregarle el dinero por el trabajito, esperar a que fuera al baño para verter veneno en su trago. Pagar la cuenta, hacer que testigos vieran como el empleado tomaba la locomoción pública y se alejaba solo del bar. Ir al observatorio, trabajar como cada noche, supervisar los perímetros exteriores, realizar un registro de lo observado, pasar unos minutos a observar el radiotelescopio 7HJ9, desde hace semanas veía al planeta Terra como si ya estuviera habitando ahí. Esperar la llamada de su hermana menor, esperar la llamada de sus hermanas, terminar su turno, dirigirse al hogar, ducharse e ir junto a sus hermanas a la Base Intergaláctica perteneciente a la LII para registrarse con sus pasaportes como parte de la tripulación de la primera expedición que saldría en una semana.
Cuando llegó esa noche todo era tranquilidad. El plan se mantenía intacto. Viendo la hora suponía que el empleado del registro nacional estaría agonizando en su morada y solo era cuestión de minutos para que su hermana menor hiciera contacto telepático. Tenía unos minutos para observar por última vez a Terra desde el telescopio. Ahí estaba absorto mirando el universo. Bajo la oscuridad del espacio podía distinguir el azul terrícola. Ensimismado en su futura vida en Terra no se percató de la repentina aparición de un bólido que provenía desde la órbita marciana con destino a Terra hasta colisionar con el planeta. Cuando miró nuevamente por el radiotelescopio pensó que estaba descompuesto. El azul terrícola estaba siendo reemplazado por el rojo, por el amarillo, por el gris. Terra se estaba descascarando ante su vista mientras su hermana hacía contacto telepático con él entregando la frase: “Está linda la noche en Terra”. Ironía de la vida. M’onh fue consciente de que el Proyecto Terrícola era ahora parte del pasado y debía sobrevivir, nuevamente, a la gran guerra que se aproximaba a Venus junto a sus hermanas.
Foto: Pexel
JP Cifuentes Palma
Los Ángeles (Chile 1985 – )
Escritor chileno que ha publicado los poemarios “Dile a Jesús que tenemos hambre” (2016), “Dios castiga pero no a palos” (2016), “A oscuras grité tu nombre en el muro de Berlín” (2016), “Destrucciones a las 11 AM (2018); las novelas breves “El ataúd” (2016) y “El último que muera que apague la luz” (2016), la colección de relatos de ciencia ficción y terror “La supervivencia del caos” (2018), el poemario de space opera “Sacsayhuamán: El exilio de los Shuk’tars” y la novela histórica “Crónica de Terezin”. Desde hace unos meses soy miembro de la Asociación de Literatura de Ciencia Ficción y Fantástica Chilena (ALCIFF) y desde hace unos años de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (SELAE). Felizmente casado, amante de la naturaleza, agente en Cambia el Clima, una temática fundamental bajo la cual pretendo seguir explorando a través del género de “clima ficción”.
Más historias
INFORME ÓMICRON: La jornada de lo fantástico y maravilloso
CRONISTAS ÓMICRON: Esas luces que parpadean
CRONISTAS ÓMICRON: Una partida de ajedrez
CRONISTAS ÓMICRON: Todos los males
CRONISTAS ÓMICRON: Trampantojo
CRONISTAS ÓMICRON: Misterios del número tres