Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTA ÓMICRON: Los seres fantásticos de la naturaleza

Juan Mujica nos comparte su relato «Los seres fantásticos de la naturaleza».

Por Juan Mujica Tedin

Los inconscientes humanos estaban haciendo de la suyas, y era en todo el mundo. A vista y paciencia estaban dañando el ecosistema. Donde se mire estaban actuando de manera irresponsable. Unos estaban quemando llantas, disque protestando. Otros tirando desmonte al mar. Otros tantos utilizando el fuego de manera irresponsable, quemando basura o arboledas. Por último estaban ingresando a unas minas para robar lo que encontrasen en su interior. Todo esto fue visto por los seres fantásticos de la naturaleza, quienes ante tantos atropellos, decidieron reunirse para acordar una solución.

            -Esos humanos no tienen remedio. Siempre han sido así -pronunció un silfo (guardián de los aires).

            -Lo peor de todo es que piensan que están obrando de la manera más natural. Merecen ser castigados -expresa una ondina (guardián de las aguas).

            -Ellos creen que viven solos en la naturaleza. No saben la cantidad de “vecinos” que tienen, por eso es que actúan de manera egoísta -exclama una salamandra (guardián de los fuegos).

            -Todos ustedes tienen razón. Y en lo que a mi se refiere, ya estoy harto que penetren en mis dominios y saqueen los minerales, como si fueran plantas que volverán a crecer. Ya es hora de frenar sus malos actos y castigarlos, ¿no creen? – manifiesta un gnomo (guardián de las tierras).


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Es así que los guardianes de los cuatro elementos estaban planificando una estratagema para vengarse de los humanos, de los irresponsables y abusivos humanos. Entonces fue así, que los silfos, las ondinas, las salamandras y los gnomos, se preparaban para dar rienda suelta al gran castigo. Y fue un día en que los humanos estaban disfrutando de lo lindo en un fin de semana, que el primero en actuar fue el silfo, provocando unos terribles huracanes y tornados. Los mismos que hacían volar los autos, desmantelar las casas, e incluso volaban las personas, sin importar su edad, género ni estatus social. Y de fondo se oían gritos de muchas mujeres, quienes huían a toda carrera, pero casi todas eran absorbidas por aquellos fenómenos naturales. Y continuando con la punición, la ondina utilizando su gran poder, hizo cobrar vida a las aguas, es decir, los lagos, mares, océanos, todo lo que era líquido se desbordó. Y ya se imaginan los gigantescos tsunamis que se formaron, y listos para ingresar a tierra firme. Y a vista y paciencia de todos. La gente seguía gritando, pero que poco o nada servía para aplacar o calmar aquel “monstruo marítimo” que se les venía encima. Por si fuera poco, era el turno de la salamandra, quien ya estaba saboreando el momento. Levantó ambos “brazos” y utilizó su gran poder. Controlando los fuegos. Es decir, empezando por los relámpagos, la lava de los volcanes, el calor del sol, los árboles incendiándose como consecuencia de tanto calor. Y la piel de los humanos empezó a quemarse, y los hacía gritar y gritar, como nunca habían gritado. Terminando por tostarse y humear, las pieles de todos ellos. Para cerrar con broche de oro, entraba por pasarela, el gnomo, que desde el principio ya estaba saboreando que llegara su turno. Fue así que empezó, provocando un gran movimiento en las tierras, el movimiento se fue acrecentando. Formándose terremotos. Y la gente gritaba ahora con más fuerza. Estaban todos ante un posible fin del mundo. Muchos humanos cayeron dentro de las aberturas de la tierra. El movimiento continuaba y las casas se movían y se derrumbaban. Incluso las montañas y los volcanes se sacudían y echaban humo y más humo. Por tanto, aquel día los humanos no volverían a olvidarlo. El día en que los seres fantásticos de la naturaleza les dieron una buena lección. Durante aquel día de punición, murieron muchos. Unos calcinados, otros ahogados, otros enterrados y otros tantos desaparecidos por la fuerza de los vientos. Y así pasaron mil años, y durante todo ese tiempo, mediante las tradiciones orales, se fue contando y contando, de boca a boca, aquellos hechos de los cuatro elementos, con sus respectivos guardianes. No obstante, como la memoria es débil, luego que pasaron aquellos mil años. Los humanos volvieron a maltratar el ecosistema, volvieron a quemar objetos futuristas equivalentes a las antiguas llantas, arrojando materia orgánica e inorgánica a los mares y lagos, saqueando de manera irracional las minas de campo cerrado y de campo abierto, y haciendo fogatas y quemando y quemando, lo cual afectó a la ya muy desgastada capa de ozono. Todo esto motivó a los cuatro guardianes de la naturaleza. Entonces, fue en ese momento, que previa discusión, la ondina, la salamandra, el silfo y el gnomo, entraron en escena sin pedir permiso y castigaron a los humanos. Y fue tan poderoso su castigo, que sin quererlo exterminaron a toda la raza humana. Viendo esto los cuatro guardianes, se arrepintieron, y lo lamentaron por algún tiempo, pero como suele pasar. Al no tener enemigo a quien castigar, poco a poco empezaban a soslayarse con remilgos. Aprovechando la mínima causa para sacarse en cara, y llegado el momento inevitable, se enfrentaron todos contra todos. Todo esto fue visto por la madre naturaleza, y usando su incomparable poder, detuvo la pelea, hizo que se estrecharan las manos, y como cereza en el pastel, hizo aparecer una vez más a los humanos, quienes se extrañaban que qué había pasado. Sin embargo, pasaron mil años, y los simientes de los humanos ya no recordaban lo que había pasado entre ellos, los cuatro guardianes y la madre naturaleza. Por tanto, volvieron a hacer de las suyas, y llegado un momento, los silfos, las ondinas, las salamandras y los gnomos, ya no soportaron más y volvieron a castigar a los humanos. Pero esta vez fue tanta su furia, que no quedó en la Tierra piedra sobre piedra. Y cuando se estaban riendo de lo ocurrido, pensando que habían solucionado el problema. Una vez más apareció la madre naturaleza, pero esta vez no volvió a arreglar la paz entre los cuatro guardianes, sino que haciendo uso de su gran poder, convirtió a los guardianes en piedra. Y tampoco volvió a aparecer a los humanos. Y, por último, se quedó tan arrepentida de lo que había hecho, que no resistió y se convirtió ella también en piedra. Quedándose así las cinco estatuas adornando la Tierra, en un planeta despoblado, triste, pero en paz. Pero…¿hasta cuándo?

Foto: Imagen de Steve Buissinne en Pixabay

Juan Mujica Tedin

Lima (1976). Estudió Periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza. Encontró su pasión por las letras a los 19 años, escribiendo crónicas satíricas y poemas. Dirige su blog-revista cultural y de creación literaria Zien mil mitos. Ha publicado los siguientes libros: Paranoia Verde (poemario, 2002), El oráculo de Xarcax (novela 2006; 2014), Tintero Irreverente (cuentos, 2008; 2017), Fictocronías (cuentos, 2010), Alucinógeno (cuentos, 2012), Criptonírico (cuentos, 2016), El fantabuloso Letronia (novela digital, 2017) y El Superman peruano (cuentos, 2018).


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