Por José N. Méndez
Despertó alterada, Lorenzo la abrazó al notar ese temor que se había acrecentado en ella durante los últimos meses; él se sintió culpable por no haberle creído cuando le dijo que algo en esa casa estaba mal, como si algo completamente desconocido quisiera enloquecerla a base de ruidos, sombras y descomposturas.
Luego vinieron las agresiones, las lesiones en su piel tan blanca como días nevados; hubo noches en que simplemente no podía dormir a causa de su ser completamente adolorido o del temor a ya no despertar, sólo cuando un mes después, comenzó a experimentar los mismos fenómenos, Lorenzo pudo creer firmemente en lo que ella le decía.
El colapso de su relación y la salud mental de ambos parecía inevitable, luego vino el origen de todo: El espejo.
La antigüedad que más tiempo llevaba con ellos en esa casa, la energía acumulada en su interior y el grito desgarrador de Laura aquella ocasión en que en lugar de su reflejo encontró el de una niña completamente que parecía intentar arrastrarla al interior del cristal.
Una madrugada no pudieron más, el espejo debía ser destruido, pero antes de que siquiera pudieran intentar algo, el estallido de este salpicó varios fragmentos de vidrio de los que apenas pudieron cubrirse, entonces poco a poco las energías se diluyeron y con ellas las sombras, los ruidos y los movimientos extraños.
Laura y Lorenzo podían descansar tranquilamente de ese lado del espejo donde ambos fueron llevados al límite de su cordura y no encontraron más opción que matarse uno al otro; mientras que en algún otro extremo dimensional, una niña por fin dormía tranquila cuando sus padres se decidieron a destruir el espejo de donde la pequeña aseguraba que emergían fantasmas.
Foto: Imagen de KERBSTONE en Pixabay
José N. Méndez
(Ciudad de México, 1986). Egresado de los talleres de crónica “Historia oral y memoria colectiva” y de creación literaria “El lenguaje de la posibilidad”. Sus trabajos han sido publicados en medios digitales e impresos de México, Argentina, Perú, España, Estados Unidos y Túnez y en diversas antologías internacionales de microrrelato y poesía, hasta el momento ha publicado cuatro poemarios:
- Los cuatro abrazos para sobrevivir (Ediciones Canapé, 2013)
- Temporada de Sequía (2014)
- Marítimas Brevedades (Arribos, 2015)
- Doble Filo (Dipsomanía Poética, 2017)
Actualmente se desempeña como miembro de los colectivos artísticos Abigarrados y Qabac Che y en el equipo editorial de la revista Littengineer.
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