Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Imperios del centro.

Daniel Verón nos comparte su relato «Imperio del centro».

Por Daniel Verón

Este título se debe a los diferentes Imperios que la Flota Interestelar halla a su paso en el núcleo de la Galaxia.

Para empezar, Gedeón y sus hombres llegan a las cercanías  de la estrella Beta Argos, en donde dos razas luchan sin piedad entre sí para ver quién prevalece en aquel sistema planetario. La proximidad de la Flota es considerada como una provocación, ya que una considera que es un arma secreta de la otra. Se suceden las comunicaciones entre los organismos de control y diversas naves insignia. Sin embargo, para sorpresa de los federales, cada uno que tomaba contacto con ellos, luego era destruido, como si les hubiesen contagiado alguna peste.

El almirante y sus hombres se trasladan personalmente a Argos-4, uno de los mundos en conflicto pero, apenas son descubiertos, se los amenaza para que se vayan y hasta disparan sobre ellos. Entonces prueban suerte en el otro planeta, Argos-5, adonde los habitantes huyen despavoridos al verlos pero pronto comienzan a ser atacados también. Por un tiempo, se esconden dentro de unas instalaciones pero son descubiertos y por poco se salvan de una muerte segura.

La comitiva regresa a la nave-madre y aquí interviene, entonces, el ingeniero Mártens, un descendiente de uno de los fundadores de la Federación. Este hombre ha ideado, expresamente para esta ocasión, un método que ayudará a paralizar por completo a aquellos seres que luchan salvajemente entre sí. Si bien es preciso el uso de una gran cantidad de energía, el resultado, a cambio, puede ser muy importante. Todo es preparado y se lleva a cabo el difícil experimento en donde dos sociedades completas, de muchos millones de individuos, son paralizadas, incapaces de moverse, aunque conscientes, de modo que comprenderán cualquier cosa que les sea dicho.

Enormes pantallas son transportadas a las principales ciudades y, entonces, el almirante Gedeón Solar toma una vez más su papel de gran líder galáctico, exhortándolos a deponer las armas, a convivir en paz ayudándose mutuamente, y los invita a asociarse a la Federación. Les habla de lo que es el hombre, de sus objetivos, de lo que es la Galaxia, lo que es el tiempo y del valor de la vida. En un gesto imprevisto, establece que Mártens quedará en ese lugar en representación suya. El sabrá guiarlos por el camino de amistad y cooperación que deben seguir. Luego finaliza el experimento. Al principio, la gente está un poco aturdida y confundida pero, lentamente, van reaccionando y parecen aceptar el pedido.

Entonces tiene lugar la reorganización de aquellos mundos. Luego de un tiempo cesan las hostilidades y los máximos líderes aceptan el diálogo. Ahora no hay motivos para luchar. El espacio es lo suficientemente grande para todos  y así comienza una era de paz en un punto conflictivo de la Galaxia. Además, el oficial Mártens se revela como un eficaz embajador, tal como Gedeón lo suponía. Este hombre se traslada allí con toda su familia y poder así supervisar mejor la reconstrucción de aquellas sociedades. El almirante le desea lo mejor y promete que un día se volverán a encontrar.

La Flota sigue su viaje y llega a Valian-6, un interesante mundo totalmente  cubierto por un bosque de características colosales. Allí existen plantas y árboles de toda especie, algunos parecidos a los terrestres y otros muy diferentes. Existen, por ejemplo, ciertos árboles con troncos flexibles cuyas ramas parecen tentáculos que van de aquí para allá buscando la comida necesaria. En ciertos lugares parece haber existido agua, pero luego todo ha sido cubierto por el bosque. Otras formas de vida no hay. En más de una ocasión, los federales se deslumbran con los paisajes que contemplan. Se trata de un lugar por demás extraño pero bello al mismo tiempo. Allí el sol es anaranjado, la vegetación azul y el cielo tiene un extraño tinte violeta.

Luego de diversos incidentes menores o pintorescos, los visitantes terminan descubriendo algo totalmente inesperado. Cada tanto han venido oyendo extraños sonidos parecidos al trueno, sin saber de qué se trataba. Aquí, es una pareja de jóvenes tripulantes que, al subirse a lo alto de una colina, asisten a un extraño espectáculo. En la cima crecen cierto tipo de plantas con unos tallos extensos que se elevan, ocasionalmente, a muchos metros de altura. Es de allí de donde proceden los sonidos. En cierto momento alcanzan a distinguir algo que sale despedido como una flecha, hacia el cielo, perdiéndose de vista.

Imprudentemente, seccionan una de estas plantas  pero, entonces, toda la vegetación que hay alrededor parece venírseles encima. Los jóvenes huyen y alcanzan a llegar al campamento para ser luego transportados a bordo. La planta cortada es analizada en el laboratorio. Así se sabe que en esos tallos hay una serie de semillas. Por diversos medios calculan la velocidad a que son eyectadas. Para su asombro, la fuerza es suficiente como para llegar hasta la vecina luna Angela, que orbita el planeta (Topacio-3) como si se tratara de un planeta doble. La fuerza de gravedad de la luna es lo suficiente para hacer el resto. Una simple observación telescópica demuestra lo que está pasando. De a poco, la luna Angela se está llenando de esas mismas plantas. Por siglos, esta especie ha ido conquistando el mundo vecino, transformando lo que era un lugar desértico en un hábitat parecido al suyo. En resumen, estas plantas también están llevando a cabo la conquista del espacio pero de otro modo, sin máquinas, en forma natural.

Más adelante llegan a Seynar-8, otra sociedad humana en donde sus gobernantes se muestran interesados por ellos y el organismo al que representan. La recepción es espléndida, en algo parecido a un palacio europeo, adonde unos y otros intercambian información de sus respectivos mundos. La raza de los seynarenses es una civilización no demasiado antigua que anteriormente ha recibido otras visitas exteriores a su mundo, pero sin que llegaran a concretar  ningún acuerdo especial. Esta parece ser la oportunidad, pero a Gedeón le llama la atención una serie de preguntas sobre su condición moral personal y luego sobre sus subordinados. Salvado este punto, son invitados a asistir, al día siguiente, a una función especial en el anfiteatro.

Esa noche, el almirante y los suyos comentan entre sí, algo de la conversación que han tenido. Las dudas comienzan a aclararse al día siguiente, cuando asisten a una curiosa ceremonia en el anfiteatro. Luego de la ejecución de cierto tipo de música y reverencias, en medio de la escena aparece un hombre, hablando de una serie de cosas. Habla de moral pero continuamente repite exhortaciones a alejarse del “pesti”, a deshacerse del “pesti” que corrompe y engaña. Todos, cualquiera que sea, deben consagrarse enteramente a llegar a esto y cuidarlo como el mayor tesoro de su vida. Incómodo, Gedeón termina preguntando al sabio Fontán que lo acompaña, qué cosa es el “pesti”. Es lo que en la Tierra se conoce como el “pecado”. El almirante presta atención aunque la exposición sigue por largo rato.

Cuando todo termina, Gedeón pide hablar con aquel hombre, llamado Zemri. Este los ve con recelo pero acepta hablar con ellos. Por años y generaciones ha estado viajando de un planeta a otro en aquellos mundos del halo galáctico, tan próximos entre sí. El propósito que le ha animado es siempre el mismo. Enseña la limpieza interior y a cómo deshacerse del “pesti”. Gedeón lo trata como un amigo y así lo gana. De a poco le hace ver que lo suyo es algo incompleto. La raza humana posee en sí misma fallas de las que no se puede deshacer por sí sola, del mismo modo que una máquina no se puede reprogramar sola. Hace falta alguien de afuera que la programe de nuevo. Del mismo modo sucede con el hombre. Por sí sólo no puede mejorar sino que necesita la ayuda externa del creador, de la divinidad. Zemri no entiende y pregunta más cosas.


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Gedeón entonces le revela la existencia de Dios como el Hacedor supremo. Es importante que él lo sepa. Le anima a seguir viajando y enseñando, pero ahora con esta nueva luz. El Cosmos tiene un orden y un propósito que, evidentemente, están fuera del alcance humano. Para insertarse dentro de ese orden y revertir el mal (o deshacer el “pesti”) el hombre debe llegarse a Dios. Es El quien lo limpiará, el que le enseñará, el que le guiará. En cada mundo, quizá, lo concebirán de manera diferente; tal vez surjan diferentes formas de religiosidad, pero lo importante es creer en El y no en otra cosa. El, Zemri, como habitante de esta zona de la Galaxia, puede ser la persona adecuada para transmitir este formidable conocimiento. Aquel hombre, entonces, se postra ante ellos y, con expresión cariñosa, Gedeón pone la mano sobre su cabeza en un acto consagratorio. Prometen volver a comunicarse y Zemri es transportado. El almirante sabe que ha sembrado una semilla importantísima en aquel gesto.

Más tarde la Flota arriba a Sarmant-2, un gigantesco mundo que orbita en torno a un viejo sol rojo. Aquí es donde los exploradores se encuentran con una gran sorpresa. Todo aquel mundo es puro océano. Un vasto e inmenso océano en donde pululan multitud de seres. Desde luego, se trata de diversas especies acuáticas que han habitado esos mares por miles de años. Sin embargo, pronto descubren una extraña raza mitad hombre y mitad pez, eternos habitantes, también, de las profundidades. Con la ayuda de cámaras submarinas, los científicos hayan que estos seres han construido enormes estructuras en diferentes puntos, en donde habitan miles de seres. Sucesivos contactos les permiten comunicarse con ellos y así es como los federales son transportados a aquel mundo submarino.

Todo lo que ven es sorprendente. Los sarmantinos son bastante parecidos a los humanos de la cintura para arriba pero abajo, poseen una complicada estructura en donde, lo que parecen ser dos piernas sobre las cuales caminan donde no hay agua, aparecen una especie de aletas que son las que luego utilizan  para desplazarse en el agua  con la ayuda de sus brazos también. Pero esto no es todo. Las mujeres parecen verdaderamente sirenas extraídas de la mitología terrestre, con un cuerpo exuberante  y una especie de cola de pez que les surge debajo de la cintura, en la parte de atrás. Es más. Aquel extraño lugar es gobernado por una reina, Casia, que les es presentada poco después. Así aparece ante ellos una mujer de una belleza indescriptible que asombra aún a los federales. 

Ahora, a través de Casia, logran conocer algo de la historia de su pueblo. Miles de años atrás, todos ellos vivían en tierra firme. Existían ciudades  y estaban adelantando en lo tecnológico. Es cierto que su sol era viejo y que todo aquel sistema planetario se encontraba en decadencia, pero les era suficiente. Sin embargo, una guerra con un pueblo enemigo, los kúos, alteró por completo las cosas. Cuando ya estaban prácticamente derrotados, los kúos provocaron una explosión colosal en los hielos polares y el mundo entero se cubrió con el agua. Desaparecieron las ciudades y toda la civilización. Sólo se salvaron unos pocos  que acostumbraban a vivir  en casas submarinas como una especie de deporte. De allí en más todos ellos quedaron confinados a aquel inmenso océano. Se realizaron experimentos genéticos pero los sabios no eran muchos y pronto fueron muriendo por causa de su edad.

Gedeón recibe otra revelación por parte de Casia. A causa de su historia y de todo lo sucedido, aquella sociedad premia la belleza y castiga la fealdad de sus individuos, tal vez como un método para huir del temor ancestral que habían vivido. Por eso ella es la reina, porque es la mujer más bella de la raza. Sin embargo, expresa igualmente cierto temor, porque ya no le queda mucho tiempo. Hay otras mujeres jóvenes que se están disputando su lugar y, cuando eso suceda, tendrá que abdicar. El almirante se interesa en saber qué pasa con los más viejos o los que no reúnen esos ideales de belleza. Simplemente los matan. Lo feo no debe existir en su cultura. 

En un tiempo que tienen de descanso, los federales conversan sobre todo lo que han oído y he aquí que el ingeniero Kogan imagina un plan para evacuar de agua, enormes zonas del planeta, y que los sarmantinos vuelvan a pisar tierra firme. Ha concebido un plan en base a partículas subatómicas, muy fácil de lograr, pero necesita la aprobación  del almirante. El motivo es que… se ha enamorado de aquella mujer Casia. Al otro día le comunica su plan. Ella apenas lo puede creer y rápidamente son llamados sus principales asesores. Así, en poco tiempo, el planeta experimenta una fuerte sacudida e inmensas cantidades de agua desaparecen, literalmente, dejando descubierto al cielo, enormes porciones de tierra firme. Los sarmantinos apenas pueden creerlo. Casia está feliz y aquí es donde Kogan la toma para sí como su esposa. El se quedará con ellos y, con la ayuda de la ingeniería genética, esos seres volverán a caminar al aire libre, olvidando su pasado submarino. En una emotiva escena final, Kogan, que tiene tomada de la cintura a Casia, le promete a Gedeón ser un digno representante de la Federación y desarrollar allí una importante civilización. Se dan la mano y la comitiva parte hacia nuevos destinos. La pareja los saluda hasta que se pierden de vista.

Así, la Flota llega al pequeño mundo de Varkas-5, en donde subsiste un antiguo pueblo, compuesto por unos pocos miles de seres. Su llegada allí tiene una serie de incidencias altamente emotivas. A poco de su arribo, el gobernador les comunica que ellos no son originarios de allí sino de mucho más lejos. Para sorpresa de Gedeón y sus acompañantes, los varkasenses constituyen una antigua colonia procedente, nada menos que desde Altair, hace miles de años. Allí están. Con esfuerzo y perseverancia han subsistido pese a haber perdido todo contacto con la civilización de origen. Extrañamente no han tenido interés en los viajes espaciales y casi nadie los ha visitado en mucho tiempo.

Con gran emoción, el almirante procede a reseñarle brevemente  a Gemayor algo de lo que ha sido la historia del hombre en la Galaxia. Miles y miles de años son resumidos en un tiempo a través de las palabras. La civilización de Faetón y su catástrofe cósmica, las luchas del hombre terrestre, la conquista del espacio, la Federación, las miríadas de civilizaciones que existen en la Galaxia, ante la absorta mirada de su interlocutor. Finalmente, y por la voz quebrada por la emoción, Gedeón lo reconoce como un representante de la raza, gracias a la cual él mismo y todo lo que representa ha llegado a existir. 

–Gracias –dice– muchas gracias.

Por último, es Gemayor quien toma la palabra. Para él, este encuentro es el acontecimiento cumbre de su vida. La extensa historia de la civilización, los adelantos y regresiones, la lucha contra la Naturaleza, los viajes, las conquistas, este mundo, tal vez lo último que queda de Altair en esa zona, todo, absolutamente todo tiene sentido, tiene otro significado. Gemayor ve en Gedeón y en su raza, a los verdaderos descendientes del hombre de Altair. 

–Soy yo quien debe darle las gracias –dice– gracias por venir aquí, gracias por haberlo visto, gracias por todo lo que representa. Ahora puedo morir en paz. Quiero decirle que valió la pena. Sí, claro que valió la pena.

Y diciendo esto, reclinó su rostro en paz, mientras el sol de Varkas caía sobre el horizonte.

Foto: Image by Gerhard Bögner from Pixabay

Daniel Verón

 Argentino. Tengo 62 años, recibido en filosofía en la uba, soy profesor de teología, doy charlas sobre ciencia ficción y expongo mi libro que es una novela de casi 300 págs. de ciencia ficción. Lo expongo en ferias del libro por todo el país.


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