Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Exploradores del mañana

Pedro Pablo Picazo nos comparte su relato «Exploradores del mañana»

Por Pedro Pablo Picazo

Alystair y Corbin  estaban a punto de conseguirlo. Ambos tecleaban al unísono ante sus respectivas pantallas en aquel despacho sin ventanas del sótano de la facultad. Tenían entre manos la ecuación que les posibilitaría enviar una partícula al futuro reteniéndola en el presente. Si la resolvían obtendrían la formulación matemática que les permitiría poder vincular el momento actual con un instante que aún no ha sucedido. Con eso, entre otras múltiples posibles aplicaciones, se podría conectar un ordenador de hoy con su equivalente en el futuro y poder acceder a su contenido un día en el mañana, o dos, o una semana, o incluso decenas, cientos de años si es que seguían existiendo ese tipo de dispositivos. No habría interacción, pero no por eso el logro dejaba de ser menos valioso. Así un científico sabría qué datos iba a obtener en sus estudios años antes de realizarlo, avanzando de forma inusitada en sus investigaciones. Un escritor podría saber cómo acababa la novela que estaba redactando avanzando notablemente en su escritura. Pero es que habría otros muchos logros posibles con dicho mecanismo. Poder contemplar, por ejemplo, a través de una cámara de seguridad situada en alguna avenida cómo eran las calles de una ciudad varias décadas más allá de la nuestra, permitiría desgranar la tecnología del futuro: cómo sería la arquitectura de los edificios, la iluminación de las vías, los aparatos técnicos que utilizaran los viandantes o incluso averiguar de qué manera funcionaban los coches voladores, si es que los había. Pero es que si lograban conectar con la emisión de un informativo de simplemente dos o tres años lograrían poder prevenir un sinfín de desgracias y desmanes en el mundo. Podrían saber qué le esperaba al planeta: guerras, catástrofes naturales o desastrosos accidentes que todavía eran evitables. Les permitiría también saber si en el presente se estaba plantando la semilla de un probable devenir halagüeño o el de un mañana distópico en el que una mala decisión de nuestra actualidad iba a degenerar en un mundo aún peor del que disfrutábamos, quizás prisioneros de la tecnología que hoy creábamos, o rindiendo pleitesía a tiránicos líderes  elegidos en nuestro presente de forma democrática y libre sin advertir el temible futuro que nos reservaban.

Ambos eran conscientes de la enorme responsabilidad que suponía su descubrimiento. Se convertirían en los vigilantes del futuro, en la conciencia del presente, advirtiendo de todo aquello que se desencadenase en la actualidad y supusiera una amenaza para el día de mañana. Deberían empeñar el resto de su vida a ello, no podrían hacer nada más, porque no dispondrían de tiempo y porque nada podría igualarse en importancia, pero, a fin de cuentas, en sus vidas tampoco había mucho más que esfuerzo y dedicación, y después de semejante descubrimiento, jamás podrían igualarlo con ningún otro, así que daban por bien empleados los días que les restaran en hacerlo a este menester. Alystair tenía pensado crear un equipo de investigación policial que atisbara cada evento desgraciado del futuro y lo rastreara hasta nuestro presente para poder remediarlo en el día de hoy e impedir que se desencadenara. Quizás una organización internacional, con jurisdicción transtemporal, que estuviera por encima de otras como las Naciones Unidas o la Interpol en la que él estaría al frente. Nadie mejor para entender de qué manera hacerla funcional hasta que fuera efectiva. Sería su legado para la historia.


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Corbin, por su parte, optaba más por la creación de un Consejo de Sabios que asesorara a las autoridades de qué manera actuar para prevenir desgracias, pero que se tratara de un cuerpo independiente y sin poder de actuación, que no fueran más que unos consultores, ya que en caso de ser así, como sugería su compañero,  temía que se convirtiera en una potencia de tal magnitud que acabara comandando de forma despótica el designio de sus congéneres, creando un mal mayor que el querían evitar. Temía un aciago futuro en el que la humanidad no pudiera equivocarse, tan perfecta, que acabara siendo prisionera de su propia rectitud.

Las manos les sudaban a ambos de tan sólo pensar que iban a cambiar la historia en tan sólo unos instantes. Y lo tenían a su disposición: el futuro en sus manos. El mañana, tan lejano y a la vez tan inmediato.  Probaban con distintas variables al unísono seguros de lograrlo, pero hasta el momento ninguno lo había conseguido. De reojo se miraban anhelando y temiendo a partes iguales de que su compañero lo hubiera logrado. Anhelándolo porque pondría fin a su espera y sacrificio, a tantos años de trabajo y dedicación. Temiéndolo porque, en caso de no ser uno mismo el que lo lograra,  no sería  el pionero de ese primer viaje que marcaría un antes y un después en la historia de la humanidad, quedando relegado a un nombre menor bajo el de aquel que se adentrara por primera vez en el mañana. Y aquel que tomara ventaja sería también el que decidiría de qué forma se usaría su creación para el futuro, cuerpo policial o consejo de sabios, con todo lo que preveía cada uno que supondría para la Humanidad.

Tras varias horas de intenso trabajo Corbin estaba exhausto, prefería dejarlo, descansar. Empezaba a pensar que la solución les esquivaba, les evitaba de forma consciente con algún propósito desconocido. Atisbaba que la solución estaba cerca, sí, pero eso no suponía que la fueran a encontrar nunca. De hecho, empezaba a concluir que lo más probable es que les rehuyese siempre pero, de ser así, ¿por qué dejarles ver que lo lograrían? ¿Qué propósito oculto podría llevarles a estar tan cerca y a la vez tan lejos? ¿Qué reservaba en realidad el esquivo futuro para ellos? Pensaba demasiado, y eso no ayudaba a su jaqueca. Sin embargo Alystair estaba tan obcecado en conseguirlo ya, esa misma tarde, en ese preciso instante, que no separaba los ojos de la pantalla. Sentía la intuición de que ese día llegaría el porvenir y no iba a dejarlo escapar. El futuro era suyo, lo sentía a su alcance.

La puerta se abrió. Sarah venía buscando a Alystair, pretendía invitarlo a cenar, y después, a lo que hubiera de venir, pero éste ni siquiera se percató de su llegada, concentrado en ese devenir que sentía tan cercano, tecleando sin parar y sin resultados. Corbin si la miró y ambos descubrieron en los ojos del otro que era su propio futuro el que contemplaban: un futuro juntos, y nada les importaba más que eso.  

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Pedro Pablo Picazo

Sevilla, 1974. Es guionista, escritor y dramaturgo. Diplomado en Guión por la ECAM ha escrito diversas series y programas para la televisión, así como ha participado en diversos importantes talleres de desarrollo de largometrajes y series como los de Fundación SGAE o Dama Ayuda. Como dramaturgo es autor de más de veinte piezas de teatro breve, representadas en Madrid, México y Los Ángeles, por las que ha recibido distintos galardones como el segundo premio en Teatronika por la obra de ciencia ficción “Paraísos artificiales”, convocado por Radio 3 y la Universitat Pompeu Fabra. En 2018 se estrenó en el Teatro Lara su primera obra de larga duración: “Extafadas”, prorrogada en 2019. En julio de ese mismo años se estrenó su segundo texto: “Así se escribió tu vida”. Tiene publicadas cuatro novelas, una de ellas de ciencia ficción distópica, “Este sueño está patrocinado” además de varios relatos que han participado en diversas antologías, como es el caso de “El edificio del mañana”, con el que fue finalista del prestigioso premio Domingo Santos de ciencia ficción.

Más información:

www.pedropablopicazo.com


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