Por Vicente Muñoz Milchorena
Las gotas caen sobre la teja, la lámina y el suelo, caen rápido pero desesperan a las dos figuras que se encuentran pegadas a lo que queda de la pared de un primero piso, alguna clase de oficina con los muebles deshechos, la figura más cercana a la pared mira de reojo por el borde del concreto, su respiración es rápida, la pistola en su mano derecha se encontraba a la altura de su cabeza, temblaba sin control difícilmente pudiendo mantener la mira fija, la segunda figura se encontraba escondida detrás de un pilar caído desde donde podía ver a la primera figura, rápidamente movió la vista buscando lo que les había puesto en alerta evitando moverse de su lugar.
El vapor que salía de la boca era un peligro, la primera figura se cubría con el brazo izquierdo para evitar dar su posición, la segunda figura se cubría por completo con su brazo derecho, tosiendo tan leve como podía por el esfuerzo de correr a toda velocidad, el silencio eventualmente terminó por dar dos ideas:
-Lo lograron, no había alguien o algo que vigilare o seguía ahí pero esperaba que se movieran primero. No podían quedarse más tiempo si no querían morir de frío o que las encontraran las patrullas.
-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
La primera figura comenzó a murmurar, la segunda figura comenzaba a mecerse en el lugar donde se encontraba mientras trataba de calentar piernas y brazos, la tos de vez en cuando saliendo control y volumen, más allá de lo que sería seguro.
-Venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Las manos de la primera figura comenzaron a temblar nuevamente mientras sentía como se le erizaba el pelo, el fin estaba cerca, la segunda figura comenzó una búsqueda exhaustiva, no existia todavía una idea clara en su cabeza de que había sido el problema.
-Danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Las venas de la frente de la primera figura comenzaban a marcarse con una palpitación rápida, cerró los ojos por un momento y los abrió con las pupilas casi dilatadas, el cuerpo temblando por completo, no podía moverse, la segunda figura miraba de reojo rápidamente a la primera figura y comenzaba a buscar una posible salida.
-No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal, amén- Al terminar la oración la cabeza de la primera figura quedó plana, sangre y masa cerebral escurriendo al suelo mientras el cuerpo caía con vida.
La segunda figura ya se encontraba corriendo a través de un pasillo que eventualmente le llevo a la calle aledaña, lo que quedaba de un edificio y vehículos ya deshechos por el sol decoraban ambos lados de la calle y las calles alrededor, el correr a través de los obstáculos no era problema, tampoco el buscar donde esconderse, el problema era que una vez que comenzaba la persecución no había un periodo definido para que la cacería terminara, la primera semana era fácil sobrevivir, después de eso la fatiga y el conflicto ganaria.
Sentia la presion en la sien, las venas en su cuerpo dolian, el corazon parecia detenerse por momentos con dolores horribles, los músculos cada vez más duros y respondiendo menos, la respiración pesada y fría, un calambre en la pierna izquierda, la adrenalina ya daba vuelta en su sistema pero no podía alejarse más rápido, un vistazo a un espejo de un vehículo que estaba a su izquierda le lleno el cuerpo de terror, aquello venía a toda velocidad hacia ella, quedaban segundos.
¿Que podía hacer en aquel momento?
Podía parar y acelerar el proceso pero su instinto de supervivencia le impedía eso, podía tratar de esquivar temporalmente tratando alguna maniobra que le daría tal vez un segundo o dos antes de morir horriblemente, que podía hacer más que aceptar su salida de un mundo horrible donde justo acababa de perder a su madre contra algo que ni siquiera entendía, ella solo quería regresar a momentos más sencillos donde podía seguir aprendiendo a tocar el piano, vestirse con vestidos y moños que odiaba y que ensuciaba simplemente para hacer enojar a su madre, todo se desvanecía lentamente mientras su visión parecía extenderse a manera de túnel, brazos y piernas entumecidos, aquella luz blanca cegadora le hizo entrar en parálisis total y sin poder gritar lo único que le quedó fue soltar una lágrima.
Se levantó de golpe de su cama, la oscuridad del cuarto le calmo ligeramente, mano derecha sobre el pecho y repitiendo sus ejercicios de respiración logró ponerse de vuelta en control de sí misma, la música sonaba todavía, los audífonos cubrian totalmente los oídos y si algo pasaba a su alrededor estaba totalmente desconectada de ello, Summer in Love deTrevor Something seguía sonando y por instinto comenzó a recitar parte de la canción mientras sobaba el centro de su pecho. –You can be mine, my summer love, you can be mine, my summer lover–
Se quitó los audífonos y los arrojó violentamente hacia una laptop que estaba sobre su escritorio a la derecha, al hacerlo el monitor se prendió y con ojos entreabiertos observó el monitor, lo ignoró y pasó ambas manos sobre el rostro y masajeo su sien.
Se quedo asi por un minuto, respirando profundamente, se levantó de la cama con la mayor calma posible y estiró su cuerpo, ya confiada en que la calma había regresado a ella acomodo su cabello y se puso sus lentes, examinó la computadora, el fondo de pantalla era una imagen donde se encontraba ella, más joven, con su madre, quien ya tenía diez años de haber pasado a mejor vida, en un monitor externo un programa de mensajería mostraba cientos de notificaciones de personas que conocia y desconocia, querian hablar con ella, prestaba atención solo a quien realmente lo necesitaba, ignoraba a los demás, cuando prestaba atención a los demás era para levantarse el ego, le daba asco tener que recurrir a eso pero su aislamiento era cada vez peor.
Su celular comenzó a sonar y a vibrar en el escritorio, en la pantalla externa aparecio el número, nombre y foto de la persona que le contactaba, no quería contestar pero tampoco quería problemas, tomo sus audifonos nuevamente y contesto la llamada, la música se cortó inmediatamente.
-Por fin contestas -dijo la voz de un hombre mucho mayor que ella, uno de sus muchos compañeros de trabajo-. Tenemos una situación y necesitamos que te reportes.
-Estoy en mis treinta y seis horas de descanso, que alguien más atienda lo que sea que necesitas -contestó ella con voz algo ronca, dura y sin emoción.
-Lo haríamos si pudiéramos, pero necesitamos que contactes a tu títere para una operación urgente, eres a la única que le hace caso.
-No es mi títere -se escuchaba considerablemente molesta por el uso de la palabra, hubo un suspiro del otro lado.
-Tu agente de campo, necesitamos que la contactes y la pongas en movimiento urgentemente.
-Realicen el contacto ustedes, necesito este descanso.
-Leona, haz la llamada y reportate al centro de operaciones, es una orden directa de mi parte -la voz del tercero en la línea inmediatamente lleno de coraje a Leona Bardock, era el Director del centro de operaciones en el que trabajaba para la Corporación-. Te esperamos en media hora.
[[LLAMADA TERMINADA]]
Leona asoto ambas palmas sobre el escritorio mientras caía lentamente de rodillas, tratando de no llorar, gritar o romper algo, no tenia mas de dos horas de su llegada a casa para descansar, estaba exhausta de estar dentro de un edificio controlado por más de cuarenta y ocho horas seguidas, no quería estar rodeada de gente, llamadas, papeles, equipo electrónico, contacto físico, nada, solo quería estar en la oscuridad, sola.
Sonó el teléfono nuevamente, era su alarma. 12PM, TOMAR CLORPROMAZINA; las enormes letras, los asteriscos antes y después de la frase, la advertencia que se tenía que hacer así misma para mantener su vida en orden le molestaba, no estaba segura si el medicamento estaba funcionando como debía, ya no escuchaba las voces tan frecuentemente ni percibía el mundo alrededor de ella como un infierno, pero a veces pensaba que seguía dormida y sentía un terror completo al no poder distinguir.
Era el terror de su madre cuando se desaparecia por horas y reaparecia con cortes en los brazos y muñecas, cuando tenía doce años fue tan terrible su desesperación que se tiro enfrente de un automóvil que la dejó en cama por casi un año, el que regresará a la vida fue un milagro que le costó a su madre su salud física, emocional y mental, sus ahorros habían desaparecido por completo en todo ese proceso, a sus quince años su madre decidió que la mejor solución a los problemas de su hija era suicidándose, la pesadilla en la que vivía la había extendido a la única persona que la había cuidado y querido, su mundo se acabó al encontrarla colgada del techo de la cocina, la nota que había dejado lo explicaba todo, tres años pasó entre familiares, nadie la quiso, eventualmente se desapareció y las primeras veces hicieron el esfuerzo de encontrarla, al volverse algo común la dejaron perderse en el abismo.
La loca, la alcohólica, la drogadicta, la radical, la lesbiana, la pérdida, la enferma, la suicida, su familia, la poca que todavía pudiera interesarse en ella, amigos, que hacía y perdía conforme avanzaba en el mundo y la vida, conocidos, todos tenían un apodo para ella, fueron escasas ocasiones cuando alguien se tomaba el tiempo de entender su problema y ninguno de ellos se quedaba, nadie, ni ella misma podía soportar la inestabilidad de su vida, eventualmente se topó con un viejo que vio algo en ella, esto la movió por varios canales hasta llegar a la Corporación.
Pasó su mano derecha por el lado rapado de su cabeza, el lado derecho, hasta llegar a la nuca, sobo lentamente como si algo le molestara, no habia nada ahi pero sentía la necesidad de vez en cuando de hacerlo, era su tic. Del mueble tomó un envase con la palabra Clorpromazina escrita en letras grandes y una letanía de advertencias médicas alrededor, abrió el envase, tomó una de las pastillas trato de ingerir pero no pudo, no tenía saliva, cerró el envase nuevamente y se puso de pie, necesitaba agua urgentemente o se le terminarian por quebrar los labios, el dolor podía soportar pero no la sangre, la sangre le causaba un pánico terrible y el tener su ciclo cada mes era su pesadilla más grande, no podía lidiar con eso ni mucho menos con el cambio hormonal, el medicamento no parecía tener el mismo efecto en ella cuando llegaba ese momento del mes, algunas veces lograba mantenerse dentro de un rango que los demas podrian considerar normaly otras no podía salir de su casa, se encerraba en el baño, en su cuarto, ponía los muebles contra la puerta y escuchaba música mientras se mantenía en la oscuridad, al menos en la oscuridad no podía ver nada, la luz era su peor enemigo cuando comenzaba a ver o escuchar cosas.
-¿Ya viene esa época del mes?
Leona reaccionó brincando del susto, se quedó contra la pared justo afuera de su cuarto que daba hacia el baño y un pequeño pasillo que llevaba a la cocina, el comedor a la derecha y a una pequeña sala a la izquierda, en el pasillo, casi al fondo, se encontraba parada una figura cubierta en un extraño caparazón, no sabia que era, nunca lo sabía, partes de la cabeza cubiertas por lo que parecia un caparazon de tortuga, un aro dorado le daba vuelta a la cabeza, pegado a esta, justo donde deberían estar las orejas, los ojos completamente amarillos no daban señal de que observaba o si es que observaba algo, la boca era un par de agujeros que se encontraban a los lados del rostro de donde salía una clase de baba viscosa que chorreaba lentamente al piso, el cuerpo era, o parecía, una estrella de seis puntas, la cabeza en el tope, unas extensiones que podrían llamarse brazossalían de las dos puntas superiores a los lados, cada brazo era entre un tentáculo que se movía libremente, como si se derritiera, extendiéndose hacia el piso con unas manos enormes y ridículas que no concordaban con el resto del cuerpo, de pronto parecían tener espasmos y vibraban hacia todas direcciones y se separaba en dos, tres o cuatro tentáculos más pequeños, como si algo forzara su movimiento, como una piedra que cae al agua y crea una onda que va a todas direcciones, las piernas eran cortas y terminaban en pies con tres dedos frontales y tres dedos traseros, los dedos se movían constantemente de un lado a otro como si buscara un equilibrio en aquella extraña posición, del último punto, el opuesto a la cabeza, salía una clase de cola que se extendía hacia la oscuridad detrás de este, empezaba gruesa y parecía hacerse delgada una vez que entraba a la oscuridad, la piel de la figura brillaba ligeramente y daba señales de una piel color púrpura y rosada, era algo parecido a una piel putrefacta aunque no emanaba ningún olor para hacer juego con esa idea.
En su cabeza sabía que lo que veía no era más que otra alucinación, cuando le hablaba sabía que era ella misma, no habia nada ahi, tampoco las paredes que se transformaban en largas paredes de ladrillo café estaban ahí, el piso de tierra tampoco estaba ahí, la antorcha atorada en un aro de metal a su derecha tampoco estaba ahí, nada de eso era real, nada de eso le hacía daño, todo era parte de un mundo que no existía. No fue fácil pero al tomar un poco de valor camino hacia la cocina y pasó al lado de aquella criatura que le miraba con atención.
-No puedes negar mi existencia.
Aquella voz era como un eco que se pierde rápidamente, era débil, no seguía un orden gramatical correcto ni tenia un acento que le fuera familiar, hablaba de una manera que era difícil de entender y el tono de voz no ayudaba tampoco pero de alguna manera podía entenderle. -Ignorarme solo te hace daño.
No tenía que responder, no tenía que ponerle atención, todo era parte de aquello contra lo que peleaba dia con dia, si respondía perdía una batalla de años, no lo hacia por los demas, lo hacia por que estaba harta de todo esto y especialmente de cosas que le hablaban de cosas extrañas, de constelaciones, movimientos astrales, criaturas, nombres y cosas que no comprendía y que habían llegado al punto de hacerle perder todo, el todo que fue su madre.
-No puedes cortarme, sigo aquí y siempre seguiré aquí.
Continuaba la voz mientras ella urgentemente tomaba un vaso y lo llenaba con agua, el horror que le causaba ver el líquido casi café que salía y llenaba su vaso, el sorbo que le tuvo que dar fue con completa ansiedad pero rápidamente se disipó al sentir un sabor neutro, el medicamento que tomo en seguida haciéndole sentir una enorme calma.
-Todo esta en mi imaginación -dijo, mientras se cubría la boca lentamente con la mano izquierda, mordiendo cada vez más fuerte su dedo índice derecho.
Foto: Imagen de PIRO4D en Pixabay
Vicente Muñoz Milchorena
Nacido en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México, viviendo la mayor parte de su vida en Tijuana, Baja California. Licenciado (casi) en Historia por la Universidad Autónoma de Baja California, laborando en el campo de la informática en la rama de Seguridad Informática, aprendiendo lo que es vivir del otro lado del mundo de los vaqueros del teclado.
1 thought on “CRONISTAS ÓMICRON: El curso de dos mentes”
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