Por C.J Scotto
Antepasado mío, sé que cuando leas esta misiva entenderás la importancia del por qué elegí comunicarme contigo. Te escribo con toda la objetividad posible para describir mi actual Mundo ahora extremadamente despoblado y en debacle ambiental.
Al iniciarse el siglo XXII el aumento de la temperatura terrestre llegó a ser más de 12ºC de lo que se pronosticó en el siglo XX. Esta ahora fluctúa entre los 26 a 27ºC comparado con los 14ºC promedio de tu época. Esto fue terrible para la mayoría de la población humana. Pues debido a que la temperatura en algunas partes de la Tierra llegó a ser superior a los 37ºC. Esto produjo una “Hipertermia persistente” y finalmente muchas personas empezaron a morir principalmente los niños y ancianos. Alguien dijo: ¡Que las vacas ya no daban leche sino dan pena..! Y el hambre se apoderó de la humanidad. Los que pudieron huir -muchos de ellos estériles por los choques de calor extremo- dejaron amplias extensiones de territorio deshabitados hace ya varios cientos de años migrando a zonas más benignas. Otros miles huyeron a la Antártida buscando un “Eden climático” más templado. Se decía que se empezó a cubrir de pastos y árboles, pero las noticias fueron difusas y nunca más se supo de ellos. Quizás sobrevivieron o murieron por la radiación producida por el adelgazamiento de la capa de ozono. Nunca lo sabremos a ciencia cierta.
En la costa del Pacífico Sur, al haber más humedad combinada con la alta temperatura su efecto fue terrible. Puesto que nuestro cuerpo se enfriaba menos y aumentó más la “sensación térmica” que en otras zonas. La desaparición de los casquetes polares incrementó el nivel del mar por encima de los 40 a 50 metros de altura por el deshielo provocado por la mencionada concentración de dióxido de carbono y donde se superó las mil partes por millón a finales de siglo XXIII. Es así, que el litoral que tu conociste fue borrado del mapa década tras década. A muchas capitales del Mundo como San Francisco, Londres, Barcelona, Lima, Miami, Nueva York, Tokio, El Cairo, Buenos Aires y otras ciudades nacidas y desarrolladas al borde del mar. Desaparecieron o son ahora “Venecias modernas” con pocos habitantes que se negaron a irse y sobreviven como pueden de los exiguos recursos marinos. Las islas desaparecieron y aparecieron otras en el litoral cuando éstas aislaron zonas altas cercanas a la costa. Ya no queda ningún glaciar en la cordillera de los Andes, Alpes e Himalayas. Todos se derritieron y ahora son grandes lagunas o se fue al mar finalmente. Duraron unas décadas, pero al final se secaron. El lago Titicaca después de una sequía de más de 100 años, finalmente se secó a mediados del siglo XXII. Y sus ciudades representativas como Puno y Copacabana son ahora “pueblos fantasmas lacustres”. Así, poco a poco, los páramos y punas ya no pudieron sostener más a la vegetación y a los animales. Y menos aún a sus habitantes. Se despobló yéndose a las zonas más húmedas principalmente en busca de agua y comida.
Querido antepasado, ya no hay hielo y ahora el planeta Tierra es más agua que suelo. Se ha ido, como sucedió naturalmente hace 50 millones de años. Pero ahora el mar es de color gris y ácido por el exceso de CO2 disuelto en él. Los peces como la anchoveta. Crustáceos como los cangrejos. Y los bivalvos como las conchas de abanico y los “choritos” que consumía la gente. Según me contaron en un popular plato gastronómicos de “Ceviche” que nunca probé. Ya no están. Migraron al Sur más frío o se extinguieron en décadas. Este efecto térmico junto con la contaminación de los océanos que usamos como botadero afectó también al plancton. Rompiendo las cadenas tróficas formadas desde hace millones de años, más la deforestación de los bosques por querer obtener desesperadamente recursos en forma fácil e inmediatista afectó finalmente el nivel del oxígeno planetario. Tenemos grandes zonas planetarias de ingreso prohibido debido a sus bajas condiciones respirables. Muchos de los invertebrados -sobretodo insectos- adaptados a niveles de oxígeno atmosférico finalmente desaparecieron a la anoxia. Asimismo, algunas plantas no soportaron el estrés térmico y el cambio de estaciones. Ya no hay cuatro estaciones, sino ahora hay dos. Veranos infernales e inviernos con temperaturas gélidas bajo cero. Así de abrupto es el clima en éste siglo. Si bien la temperatura favoreció a algunas especies de plantas comestibles. También las malezas proliferaron ahogándolas por ser más agresivas. Y la frontera agrícola verde que manejábamos ya no existe. Las plagas de insectos, roedores y aves termo y radioresistentes a la radiación solar, acabaron con la mayoría de los campos. Millones murieron de hambre y abandonaron las ciudades al quedarse sin suministros. Se pronosticó que llegaríamos a ser 12 o 15 mil millones de humanos para fines del siglo 21 o mediados del 22. Pero eso no sucedió. ¡Quedamos probablemente 10 a 50 millones en todo Mundo…! Y seguimos muriendo por falta de comida y enfermedades. Físicamente, nuestra piel se ha oscurecido y engrosado. Quizás como un mecanismo de defensa por selección natural y debido a las crecientes mezclas multirraciales producto de las constantes diásporas de millones de personas que nos ha ido homogenizando en un solo grupo humano de tez de color marrón. Ya no existen personas de color de piel, cabello u ojos claros. Esos rubios o “catires” desaparecieron.
Pero aun hoy, igual o peor que en tu siglo. Seguimos matándonos entre nosotros mismos. Ya no por un puesto de trabajo o comisión económica. Sino por comida y agua. El homicidio es ahora por alimento o algún recurso necesario.
A veces pienso que quizás la inteligencia humana finalmente fue un “desacierto evolutivo” como un “Gen letal” que nos hizo incapaces y a pesar de nuestros logros tecnológicos de poder sobrevivir como especie por mucho tiempo y de comprender que hay que cuidar nuestro planeta. Nuestra casa.
Antepasado como quisiera retroceder a tu tiempo y hacer que toda la humanidad comprendiera esta realidad, cuando aún podíamos hacer algo y poder salvar la vida de nuestro planeta Tierra y a la humanidad. Por favor, adviérteles para que se preparen al cambio venidero y traten de desacelerarlo, porque no podemos revertir este proceso y que nos llevará a la extinción final.
Ayúdanos por favor.
En algún lugar del Perú (Domingo 28 de julio del año 3021).
Adriana, tu 40a descendiente, en línea recta.
Foto: Image by edar from Pixabay
C.J Scotto
Carlos Jesús Scotto. Magíster especialista en Genética y Biotecnología Animal egresado de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM). Docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemática de la Universidad Nacional Federico Villareal y de las Escuelas de Biología y Medicina Veterinaria de la Facultad de Ciencias de la Universidad Ricardo Palma. Experiencia en publicaciones científicas plasmados en ensayos, libros, artículos y notas científicas en temas relacionados a la ingeniería genética, edición de genes, embriología y reproducción. Cultor de la Ciencia Ficción Especulativa Dura dando especial relevancia a los detalles científicos o biotécnicos y su efecto dentro de la realidad peruana y sudamericana. Publicó las novelas de ciencia ficción: El Cíbrido y Mitocondria (Libro Amor, horror y otros placeres narrativos, Editorial Poetas y Violetas, 2016). Y Neo-Adán, Ginandromorfo, Nanites y Mi Cuy Hulk (Libro Las dos caras de la Tierra, Editorial Poetas y Violetas, 2017).
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