Por Ricardo Burgos López
En el ensayo número 467-2 del 14 de enero de 2020, el equipo de científicos comandado por el Doctor Silvio Rodríguez Blasco (que nada tenía que ver con el famoso cantante cubano homónimo) y la Doctora Gracia Schell, por fin consiguió que su máquina del tiempo funcionara. Muy emocionados, la veintena de físicos, cosmólogos, astronautas, astrónomos, geólogos , ingenieros y otros profesionales semejantes, lo primero que hizo fue destapar un sinnúmero de botellas de vino y al menos una semana se perdió en medio de las borracheras, fiestas y gritería celebratoria. Una vez los ánimos se aplacaron, lo primero que decidió el equipo fue no comunicar el éxito a sus patrocinadores dinerarios y tomarse un tiempo para pensar en el asunto. Desde el comienzo del proyecto, tanto los dos directores como los científicos y técnicos involucrados habían resuelto que, si en algún momento de verdad hacían funcionar una máquina del tiempo, no se lo dirían de inmediato a los socios capitalistas pues eran conscientes de que un descubrimiento así no podía dejarse de buenas a primeras en manos de banqueros, millonarios y fauna de esa laya. En vez de eso, desde antes habían proyectado que si el éxito coronaba sus esfuerzos, el equipo desarrollador del artefacto primero debatiría internamente algunas cosas antes de que el mundo pudiera conocer la noticia. Y así fue. Un 23 de enero de 2020, el equipo se reunió en la sala de juntas y, tras verificar que no estaban siendo espiados de ningún modo, iniciaron la discusión. De este modo, Gracia Schell propuso que se escucharían las primeras propuestas acerca de qué debería hacerse con la máquina del tiempo recién estrenada. Para darle un cariz democrático, el Doctor Arnold Floros sugirió un juego consistente en que, en una hoja de papel, cada uno de los veinte integrantes del grupo, de manera anónima escribiera qué sugería hacer primero con la máquina del tiempo, y que luego las veinte papeletas fueran depositadas en una urna de la cual se extraerían y leerían una por una, de modo que aquella iniciativa que recibiera más votos, sería la que se discutiría. Tal vez por su carácter lúdico, la mayoría de personas adhirió a la idea y así, cada uno, con rostro de satisfacción infantil, escribió en una hoja de papel su propuesta al respecto y todos los pliegos fueron a parar a una urna. Terminado el ejercicio, la Doctora Schell empezó a extraer las hojas y comenzó a leerlas en voz alta.
-La primera propuesta dice así: “Sugiero viajar al pasado y matar a Donald Trump que tanto daño le está haciendo al mundo”.
Un murmullo de estupefacción recorrió la sala. En medio de un grupo de científicos, tamaña proposición no dejaba de sonar entre cruel y estrambótica. Algo azarada, tras unos segundos de dubitación, la Doctora Schell volvió a meter la mano en la urna y extrajo la siguiente papeleta.
-La segunda papeleta dice así: “Propongo viajar al día de la concepción de Donald Trump y eliminarlo antes de que ocurra, creo que el mundo estaría mejor sin este tipo”.
Un segundo murmullo se apoderó del lugar y otra vez la Doctora Schell puso cara de sorpresa. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Cómo era posible que las dos primeras hojas coincidieran así? ¿Qué sucedía?
-A ver- tomó la palabra Floros-. No hay que tomarlo tan a la trágica, yo propuse esta dinámica como un juego y veo que mis colegas han asumido esto como lo que es, un juego. Culminemos por favor la lectura de las ideas y luego, en conocimiento de los resultados, sí podremos considerar el asunto de un modo más serio ¿Les parece?
Ante la sugerencia de Floros, la comunidad científica estuvo de acuerdo en continuar la lectura de las dieciocho papeletas faltantes, culminar el recreo y luego sí pasar a la sección seria. Y así fue entonces como ocurrió lo impensable.
-Propongo matar a Trump- decía la tercera.
-Matar a Trump – decía la cuarta.
-Eliminar a Trump – decía la quinta.
-Librar al mundo de Trump viajando al día de su concepción- decía la sexta.
-La máquina debe librarnos de monstruos como Trump- decía la séptima.
-Matar a Trump –decía la octava.
-Usarla para matar a Trump antes de su nacimiento- decía la novena.
-Un mundo sin Trump sería el mejor uso del descubrimiento- decía la décima.
-Ejecutar a Trump por el bien de la humanidad –decía la undécima.
-Impedir que Trump nazca –decía la duodécima.
-Sugiero matar al futbolista Lionel Andrés Messi Cuccittini antes de su nacimiento para llevar a cabo un experimento controlado sin mayores traumatismos –anotaba la decimotercera papeleta.
Aquí la extracción de papeletas se detuvo. No solo porque era la primera propuesta diferente a matar a Trump, sino por el personaje elegido para llevar a cabo el experimento.
-Es obvio que quien escribió esto, detesta al fútbol- apuntó la Doctora Schell.
-O a Messi –sugirió otro.
-La verdad es que, a diferencia de Donald Trump, Messi Cuccittini no le hace daño al mundo ni pone en peligro la supervivencia de la especie humana- manifestó otra.
-Por eso señala que es un experimento que no causaría mayores traumatismos- anotó alguien más.
-Bueno –dijo el Doctor Rodríguez, claramente disgustado-, continuemos.
Y al proseguir, el grupo se encontró con el inesperado hecho de que las hojas 14, 15, 16, 17, 18, 19 y 20, todas coincidían en la necesidad de eliminar a Donald Trump antes de su nacimiento para proteger así a la especie humana.
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Cuando la lectura finalizó, la Doctora Schell no sabía qué decir y hubo un silencio general de varios minutos. Entonces tomó la palabra el Doctor Jacob Relish, un matemático.
-Como aficionado a las matemáticas, estoy absolutamente pasmado, sé que no nos pusimos de acuerdo con antelación y que cada uno de los participantes escribió de modo espontáneo, y por eso las probabilidades de que 19 de las 20 papeletas coincidieran en su elección como lo han hecho, son insignificantes.
La totalidad de asistentes estuvo de acuerdo con Relish.
-¿Cómo es posible que 19 de las 20 personas aquí reunidas pensaran y escribieran lo mismo en el mismo instante y sin acuerdo previo? –intervino Rodríguez-. La verdad es que poco importa si decidimos usar la máquina del tiempo para matar a Donald Trump el día de su concepción, o para cualquier otro objetivo, lo aterrador es que a todos se nos ocurriera lo mismo en el mismo momento, sin importar si la proposición es una broma o no.
-¿Sí es una broma?-interrumpió Relish-. A ratos pareciera que no.
Tras otro incómodo silencio de minutos, Schell retomó la palabra.
-Es decididamente extraño que el juego propuesto por Arnold obtuviera semejante resultado ¿Cómo es que todos pensamos lo mismo? Soy agnóstica declarada, pero ante una situación así, pareciera que hubiera ocurrido algo sobrenatural, como si el Espíritu Santo del cual hablan los cristianos, al mismo tiempo nos hubiera infundido la misma idea en todos los cerebros.
-En todos, menos en uno – intervino Relish-. El que escribió matar a Messi parece no haber sido influido por el Espíritu Santo.
-Por cierto –interrogó Rodríguez-. ¿Quién fue el que escogió a Messi?
-No importa –siguió Schell-. Lo anómalo del asunto es que todos los veinte cerebros, ante una misma pregunta, contestaran que era necesario matar a alguien ¿Cómo es que inventamos una máquina del tiempo y lo primero que se nos ocurre para usarla es viajar al pasado y matar a alguien? ¿De dónde esa coincidencia?
-Lo que no deja en segundo lugar de asombro que 19 de 20 personas tengan la misma idea de matar a Trump al mismo tiempo-remató Relish.
-Claro que no –agregó Schell.
-Casi no leo o veo ciencia ficción –inició Daedana Elis, una cosmóloga-, pero esta coincidencia tan improbable desde el punto de vista matemático, hace pensar en que a todos o casi todos se nos ha condicionado previamente para responder “Matar A Trump”; como si se nos hubiera lavado el cerebro sin que nos diéramos cuenta, para contestar de ese modo. Casi que se podría crear un argumento policíaco donde los enemigos de Trump deciden lavarle el cerebro a unos científicos ingenuos para que si descubren una máquina del tiempo, lo primero que se les ocurra sea emplearla contra Trump.
-Incluso se puede ir más allá en términos literarios –añadió Arnold Doxiadis, un pequeño ingeniero que hasta ese momento había estado muy callado-. Quizá todo esto del proyecto para desarrollar una máquina del tiempo, solo es un complot para conseguir que nosotros termináramos matando a Donald Trump en su cuna. Quizá quienes financiaron este programa, sabían que ésta sería la aplicación inicial del descubrimiento. Voy a hacerles una revelación que creo que les espantará.
Ante las palabras de Doxiadis, toda la agrupación puso cara de interés y diecinueve pares de ojos se clavaron en el ingeniero. En el rostro de Doxiadis se advertía un raro estupor que no lo dejó hablar por unos segundos, pero luego lo logró.
-Yo fui quien votó por matar a Messi –inició-. Pero debo confesarles algo que a mí mismo me asusta, un milisegundo antes de votar por la muerte de Messi se me pasó por la cabeza escribir que era necesario eliminar a Donald Trump cuando era un bebé para que ahora como adulto y Presidente de Estados Unidos no pusiera en peligro a la humanidad con tanta política fascista y desacertada. En el último instante, y no sé por qué, se me ocurrió escribir Messi, pero la idea de Trump fue la primera que tuve. Así pues, para horror de todos ustedes, sí coincidimos los veinte cerebros al mismo tiempo y en la misma circunstancia. De verdad pareciera que alguien o algo nos ha manejado como marionetas y no somos conscientes de ello; de verdad, como anota Gracia, pareciera que el Espíritu Santo existe y aquí y ahora ha soplado lo mismo en los veinte cerebros.
Ante la primicia de Doxiadis cundió el pánico general y un silencio pesadísimo cayó sobre la sala ¿Qué estaba pasando? ¿De qué estaba siendo víctima el equipo constructor de la máquina del tiempo? ¿Las personas del equipo constructor realmente eran conejillos de indias de algún macabro experimento, pero lo ignoraban? Alguien apuntó con evidente humor negro, que lo que estaba sucediendo era tan retorcido que parecía haber sido diseñado por el mismísimo y maquiavélico Donald Trump.
Los siguientes días, el equipo desarrollador de la máquina del tiempo estuvo entre alarmado y estuporoso, sabía que apenas comunicara a sus financiadores que la máquina del tiempo estaba construida, el artefacto solo se emplearía para obtener más poder y más dinero con consecuencias imprevisibles. Ante la certeza del hecho, hubo quien propuso destruir la máquina para que no acarreara nuevos males a la humanidad, pero otros arguyeron que si ellos habían podido construirla una vez, solo era cuestión de tiempo para que otra brigada de científicos hiciera lo mismo. Finalmente, se convino en que incluso si esa máquina del tiempo terminaba aumentando la opresión de unos hombres por otros hombres o tal vez terminara acarreando el fin de la humanidad, era preferible dar a conocer la noticia.
De esta manera, un 21 de marzo de 2020, el grupo de hombres de ciencia dio a conocer a los magnates que los financiaron, el resultado de sus arduas investigaciones. Cuando en la reunión donde se dio a conocer la nueva, uno de los potentados dijo medio en broma medio en serio que el artefacto podría emplearse para matar a Donald Trump en la cuna, ninguno de los científicos presentes sonrió.
Foto: Imagen de PIRO4D en Pixabay
Ricardo Burgos López

Nació en Bogotá (Colombia), se graduó de psicólogo, pero no ejerce la psicología, y en vez de ello es docente universitario en las áreas de español y literatura. Obras suyas son Libro que contiene tres miradas (Premio Nacional de Poesía Colcultura,1993), José Antonio Ramírez y un zapato (novela, 2003), Pintarle bigote a la Mona Lisa: las ucronías (crítica, 2009), El clon de Borges (novela, 2010), Otros seres y otros mundos. Estudios en literatura fantástica (crítica, 2012), Introducción al estudio del diablo (crítica, 2013), Planeta Homo (novela, 2016) y Notas para una historia de la literatura fantástica colombiana (1997-2015). Asimismo, compiló la Antología del cuento fantástico colombiano (2007).
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