Antonio Mora Vélez
La monumental pero original astronave del planeta Próxima b parecía una larga y filosa piedra hendiendo la negrura del espacio interestelar. Había sido construida así por los ingenieros del centro de exploración espacial de ese planeta para que pasara desapercibida por las inteligencias del cosmos que la detectaran en su recorrido; para que la confundieran con una roca desprendida de alguna colisión planetaria o con los restos de alguna nave perdida en los laberintos de la galaxia.
Próxima b era el planeta más cercano a La Tierra de los varios que orbitan la estrella roja Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro sistema solar.
Era la segunda vez que los científicos de ese mundo situado a 4.2 años luz de La Tierra enviaban una brigada de exploración a La Tierra, pequeño astro que, según los datos captados por sus radio-observatorios, albergaba vida racional. Ya antes lo habían intentado, pero con resultados no muy favorables. Los primitivos del lugar confundieron la astronave con una serpiente y dado que solo las aves vuelan, la bautizaron la “serpiente emplumada”; y sacrificaron a los expedicionarios que bajaron a tierra sacándoles el corazón, luego de aprenderles y aplicar algunos de los conocimientos de astronomía que trajeron consigo.
–Debo decirte algo sobre ese planeta– le dijo uno de los robots al ordenador comandante de la expedición.
–¿Algo? ¿Como qué?
–Los hermanos biológicos que nos antecedieron encontraron vestigios de una civilización de otro mundo que dejó unas inmensas huellas de piedra en forma de pirámides, que después supieron no eran sepulturas de reyes sino inmensos condensadores eléctricos que captaban la luz radiante de la estrella de origen.
–¿Y a qué viene eso?
–En que ya no usan las pirámides, sino que tienen sus propias fuentes de energía; las llaman centrales atómicas. Y tienen armas muy superiores a las de los primitivos emplumados que nos derrotaron con el veneno de sus dardos y de sus humores…
–Pero nosotros tenemos un arma superior que los destruirá en horas…
–Pero hay algo más…
–¿Algo más?
–Sí…Yo creo que no va a ser necesario destruirlos…ellos se van a autodestruir con sus virus y bacterias. Las mismas que destruyeron a nuestros visitantes biológicos del pasado.
En el nuevo radio-observatorio chino, construido para reemplazar el de Arecibo, que se vino al suelo por el abandono de sus propietarios.
–Yo creo que se trata de una nave tripulada y no de una piedra, como lo han sugerido varios colegas de otros países– afirmó Teng Chen, jefe del radio-observatorio– Una piedra que transmite en la frecuencia de 980 Mhz que ningún cuerpo celeste ni ningún satélite o nave terrestre utiliza.
–Y sospecho que pasaron de largo pero que van a volver– sostuvo un astrónomo de Harvard.
–Un regreso que va a revolucionar el conocimiento que tenemos de nuestra historia y las bases mismas de todas las religiones– agregó un poeta colombiano aficionado a reinterpretar los mitos de la Biblia.
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La Humanidad -debo decirlo a esta altura del relato- estaba a la expectativa de una posible visita alienígena. Ya eran casi diarias las apariciones en el cielo de lo que parecían ser naves o artefactos del espacio exterior y muchos los radio-mensajes que llegaban a todos los radio-observatorios del planeta con aparentes señales de vida inteligente en otras latitudes del universo. La NASA -incluso-había revelado fotos que demostraban que desde hace largos años estábamos siendo monitoreados por alguna inteligencia del cosmos y el Pentágono había revelado que en la llamada zona 51 de los EEUU guardaban una de esas naves, la que parecía tener vida, y los restos disecados de uno de sus tripulantes, que no parecía ser del todo humano.
–Se trata de la llegada del juicio final y esos mensajes y esas apariciones nos lo están anticipando-afirmó en Colombia un pastor aborigen de una iglesia de garaje. Y la noticia le dio la vuelta al globo terráqueo.
–Jesús de Nazareth no mintió, él volverá– agregó J.J. Benítez por la prensa mundial, para darle mayor tensión a la espera.
–Pero vestido de astronauta– agregó el poeta de los versos fantasiosos.
Y continuaba la sociedad humana siguiendo las noticias de los centros científicos sobre los posibles mensajes y las posibles misiones de alienígenas dispuestas a repetir las historias grabadas en piedra del pasado, las que tuvieron que ser contadas por los narradores y poetas de ciencia-ficción porque los antropólogos seguían aferrados a sus tesis anacrónicas sobre la naturaleza mítica y religiosa de todas esas huellas que registran las leyendas y libros sagrados de la historia.
Mientras esto ocurría en La Tierra, en el exoplaneta de origen se daba, pero con una diferencia de varios miles de años, este diálogo aleccionador.
–Es una lástima que nuestra segunda expedición llegue cuando de nosotros no quede sino el recuerdo– dijo el presidente del consejo científico mundial a los demás miembros.
–Nos queda la satisfacción de haberles advertido. Si alcanzan a entender nuestro mensaje sabrán que no pueden cometer los mismos errores que cometimos nosotros– agregó otro de los integrantes de ese organismo de Próxima b.
En la sala de sesiones de la ONU.
–Señores miembros. Yo creo que debemos ponerle fin a esta carrera infame de destrucción de la Naturaleza que adelanta el capitalismo– dijo el delegado de Cuba.
–La Naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre, si la destruimos, destruimos al Hombre– sostuvo el vocero de Suecia.
Y mientras los delegados de los países representados en la ONU discutían sobre la manera de enfrentar la realidad de una Naturaleza cada vez más inhóspita, menos apta para la vida humana, la extraña nave en forma de piedra alargada regresaba y empezaba a dar vueltas alrededor de nuestro mundo y a enviarnos extraños discos de metal brillante como el sol que aterrizaban en bosques o montañas, lejos de los conglomerados humanos, uno de los cuales fue finalmente descifrado en un laboratorio ruso.
–Se los dije, los Anunakis han vuelto– dijo el vocero de los etnólogos irakíes, antes de que las primeras noticias sobre el contenido del disco fueran divulgadas.
El mensaje fue finalmente leído y su lectura desconcertó al mundo. Cuando muchos esperaban una sentencia de destrucción como castigo por el daño que le habíamos hecho a La Tierra, y se realizaban innumerables maniobras militares en Rusia, China y Estados Unidos para preparar la defensa y en Suramérica organizaban círculos continentales de oración porque creían que era el Mesías el que llegaba para salvarnos, el mensaje de uno de los discos dejó a los jefes de todas las naciones sin palabras ni ganas de establecer contacto con sus autores.
Decía:
–Ustedes son unos seres podridos por dentro y por fuera y poco falta para que toda La Tierra los reciba como abono. Los nuevos terrícolas que los reemplazarán y crearán la nueva civilización que habrá de salvar al planeta de la muerte, ya están almacenados en los ciber centros del planeta y solo esperan de ustedes su total extinción. Mientras tanto, nosotros vamos a estacionarnos en Ganimedes para enseñarles después a esos nuevos habitantes racionales sin virus ni bacterias en sus cuerpos, lo que todos ustedes olvidaron.
FOTO: Imagen de Yuri_B en Pixabay
Antonio Mora Vélez

Colombia, 1942.Abogado, docente y directivo universitario, poeta, cuentista, novelista, ensayista y gestor cultural. Nació en Barranquilla el 14 de julio de 1942. Es considerado uno de los precursores y un clásico de la ciencia-ficción colombiana, el escritor colombiano del género que más libros de CF ha publicado y que más veces ha sido incluido en antologías internacionales. Ha publicado diez libros de cuentos, cuatro novelas, tres poemarios y dos libros de ensayos. Sus cuentos y poemas figuran en varias antologías nacionales y extranjeras, entre las cuales destacamos: Joyas de la Ciencia Ficción (La Habana, 1989), Antología latinoamericana de Ciencia Ficción (Paris, 2008), Ficción y Realidad (Stuttgart, Alemania, 2015) y Tricentenario (Buenos Aires, Argentina, 2012). Ha obtenido varios premios y distinciones. Su cuento Yusti ganó el concurso internacional de cuento de Cf auspiciado por la Unión Hispanoamericana de Escritores (Lima, 2013). Su poema Los jinetes del recuerdo ganó el concurso internacional de poesía fantástica auspiciado por la revista española Minatura (2015). En agosto de 2014 el Parlamento Nacional de escritores le hizo entrega del Libro de Oro de las Letras colombianas como un reconocimiento a su obra literaria. Reside en la ciudad de Montería, Colombia.
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