Por María Isabel Galván Rocha
Era un universo viejo
que entró hará edades
en decadencia, respiros mortuorios
extravasaron su agonía
en lentitud cósmica, y no fue
como cuando la gran explosión
sus luces, in crescendo,
multidireccional expansión de energía.
Pero, un día, cosmos, amalgamó
una esplendorosa belleza,
galaxias en mareas de movimiento,
mundos hechos de paraíso terrenal
canto de poesía de las inmensidades
así, transcurrió la época sideral,
y civilizaciones crecieron y despidieron
entonces, el tiempo fatal llegó.
Ahora, el universo decrépito
contrae, los astros mueren
y apagan oscureciéndose,
las razas galácticas sueñan
en un porvenir donde no respire
la muerte y si la vida,
pero, han nacido viejos y cansados
tan agotados, como ocaso final.
De un gigantesco mundo
su último amanecer, y antes
de que llegasen fuegos del Sol
en la gran explosión a su sistema,
lanzan la astronave “Constelación”
reducto de una poderosa civilización
niños del futuro deberán
nacer en otros vientos estelares.
Poderosa astronave a la deriva,
al paso del tiempo inclemente, oscuro
como manto glacial, recorrido veloz
de la masa de desplazamiento espacial,
esfera es mundo interior, donde habitan
en criogenia, los dioses de las estrellas,
fueron creadores, hoy punto Creador,
se agota el tiempo del universo en su final.
Y dormidos los niños del futuro
corazón dormido en plena juventud,
su mundo perfecto ha sucumbido,
Constelación al último eslabón del cosmos,
atrás tan negro que, ya no existe luz,
casi alcanza la moribunda sombra
de destrucción, marea oscura e infinita.
Bordea un gran límite extraordinario
la masa de desplazamiento espacial,
horizonte de sucesos del agujero negro
absorbe con furia y dureza aplastante,
regia astronave espacial despedaza
en capas, las profundas salvaguardan
de la severidad, potente gravedad infinita
así, nave en conclusión de tiempo en lentitud.
Ya dentro del agujero negro, Constelación,
mondado como naranja, desplaza con lentitud,
luces de fuegos artificiales rodean a la nave,
túnel hacia el final es poderoso portal
de entrada, en parpadeo incesante, transforma
todo y así expulsará en tiempos por venir
involuciona todo Creador al punto inicial,
Constelación pasa, un día, de viejo a nuevo.
Tiempo que astronave volvió puro ADN
propulsor de vida en la preciosa carga,
dará a los planetas errantes, y dormida
un día, iniciará en el cosmos, expandirá
en los desconocidos secretos de vida,
no recordará origen en el nuevo destino,
entonces, eternidad acogerá a los portadores,
universo más joven a los verdaderos señores.
Mundos en colisión fragmentarán
hacia los planetas donde nacerán
nuevas civilizaciones, ellos mirarán
bosque y selvas, muros de granito
y el mar, permafrost, caricia glacial
de los mantos, y la lluvia en cascada,
astros rutilantes de esplendor colosal.
Lo que fue destruido, se ha creado en otro lugar.
Un nuevo hogar a los dioses de las estrellas.
Foto: Imagen de WikiImages en Pixabay
María Isabel Galván Rocha
Nací en la ciudad de México el 22 de junio de 1958. Comencé a escribir en 2010, y a participar en concursos de poesía desde 2012. He tenido algunos buenos resultados, primero y segundo lugar en el concurso del Ojo de Uk, revista de ciencia ficción mexicana en los años 2016 y 2017 respectivamente. Diploma de honor en el concurso Ermelinda Diaz de Chile en 2015. La meta es seguir.
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