Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Niebla intermitente

Publicamos el relato «Niebla intermitente» de Daniela López Martínez.

Por Daniela López Martínez

La mujer camina por un sendero urbano formado de pedruscos, a veces planos, otras veces voluminosos y resbaladizos. Ella mira su reloj, son las catorce horas. Su paso es lento pero decidido, ese sitio no comprende aún la coincidencia melódica entre el suelo y sus zapatos; la geometría de aquel lugar es clara e inconfundible: la avenida principal se extiende más allá del horizonte de concreto que tiene frente a sí.

          Ella sabe, acaso, que en la vida las preguntas por el sentido son inútiles, «si nuestra existencia tuviera algún sentido —pensó— éste no tendría motivo para llenar el vacío de cada mañana, por lo tanto, si la vida tuviera sentido colapsaría». En el exterior, los rayos luminosos juguetean con las partículas de materia intangible. De pronto, algo distrae sus meditaciones: en la esquina de la próxima calle mira a un hombre, lo que atrae su atención es la túnica azul ocre que lleva puesta. Cuando por fin se acerca a él y sin quitarle la mirada de encima, percibe que su aspecto es agradable. El hombre sostiene su mirada y un momento después dibuja una tenue sonrisa en su rostro perfecto. Ella detiene el paso, sin decir palabra ni emitir ruido alguno, sólo mira y también sonríe.

        De pronto, sin esperarlo, él toma su mano y la conduce hasta la puerta de un templo religioso. Atraída a ese lugar por una sensación irracional se aferra, sin embargo, al  ligero placer que provoca aquella realidad incógnita. Entran al recinto, el suelo está tapizado por símbolos extraños que nunca antes había visto. El lugar es amplio, hay un pasillo largo donde apenas penetra la luz del sol, la textura de las paredes es irregular, semejante a la superficie de roca volcánica, el color grisáceo hace que parezca una pieza arqueológica encontrada por exploradores, amantes de antiguas civilizaciones. Atraviesan el largo pasillo, el hombre no suelta su mano mientras percibe un ligero sudor proveniente de la mano de su compañera. Al fondo, ella mira a algunas personas que también llevan puestas túnicas azul ocre. Las personas forman un círculo concéntrico alrededor de una roca gigantesca parecida a las que viajan miles de años luz en el espacio. Su asombro no le permite ver con suficiente claridad que, más al fondo, de algo que todavía no puede dimensionar, surge una niebla densa color púrpura que titila con  ritmo irregular. Logra escuchar, sin embargo, los cantos de las personas frente a la roca, cantos gregorianos, cuya ejecución es pobre y casi atonal.

          El brillo de la roca es singular y el color opalino le recuerda a uno de sus extraños sueños: en él miraba sin cesar el cielo azul, una lluvia densa caía sobre la ciudad, cuando miraba hacia el piso podía ver que la precipitación estaba compuesta por diminutas gotas cristalizadas del mismo color que ahora cubría con majestuosidad la inmensa roca. Recordó, con mayor nitidez, que ese sueño no era sino un presagio de su visita a ese extraño templo. Como si fuera una pagana, intentó escapar. Su mirada se posó compasivamente en aquel hombre desconocido.

             —Debo irme, por favor, deje que me vaya—dijo al final, sin temor a equivocarse.

             —No puedes irte. Una vez que alguien  entra a Uruk, nadie puede irse.

             —¿Por qué? ¿Acaso no soy libre de partir de este lugar? Los seres humanos somos

 libres de…

              —¿De qué? Termina la frase, señorita, pero procura ser más silenciosa porque

estamos dentro de este hermoso lugar, incomparable a cualquier sitio terrestre.

         —¿Quiere decir que no estamos en la Tierra? Hace algunos momentos yo… Yo me encontraba caminando hacia la avenida principal…—. Como si estuviera bajo el efecto de un hechizo, fue imposible recordar hacia dónde iba. Pronto olvidó su nombre.

              —¿Ah, sí? Dime, ¿qué hacías caminando? Tu único destino era llegar aquí, ¿lo recuerdas?

              —No logro recordar nada más, sólo su rostro y su invitación a este lugar. ¿Qué es esa roca?, ¿por qué están ahí esas personas? Todo esto es absurdo. Ofrecer culto a una roca es la negación de la inteligencia, ustedes intentan comprender los misterios de la naturaleza que la razón es incapaz de aprehender. Engañan a las personas haciéndoles  creer en esperanzas infundadas.


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               El hombre lanza una carcajada pero ese ruido no despierta a los oradores. Una terrible angustia embarga el espíritu de aquella joven, desea salir de ese apócrifo lugar, no obstante, algo le impide huir de ahí, una fuerza inexplicable domina su voluntad, esa fuerza nubla su raciocinio. Continúan caminando por el interior de Uruk, mientras la niebla intermitente acompaña sus pasos disonantes. Se detienen en un ángulo desde donde pueden apreciar el ritual: una de las mujeres, perteneciente al grupo de los oradores, da un paso al frente y, despojándose de su túnica, muestra su hermosa piel morena y la belleza de su torso desnudo. Con suaves movimientos de piernas y brazos, contornea las anchas caderas alrededor de la roca. De repente, entre toda aquella encantadora danza, la visitante mira cómo desde la roca se proyecta un destello azul que se dirige con fuerza hacia la bailarina y ésta levita durante unos segundos  hasta caer al suelo. El cuerpo de la mujer yace inmóvil en el piso. Sin pensarlo, la joven visitante corre hacia la puerta principal. Cuando al fin llega hasta allí, reúne todas sus fuerzas y en un solo movimiento logra manipular positivamente la manija y por fin logra salir de aquel lugar.

             Afuera, todo permanece inalterado. Al pisar el concreto de la calle, una alegría inmensa llena su ser y se promete a sí misma no regresar jamás. Pudo recordar que unos momentos  antes iba camino al trabajo, se reconoció a sí misma y se burló de aquel extraño hombre que para ella no significaba nada más que un personaje sin cualidades, de aquellos que aparecen en  los sueños. Decidió entonces regresar a casa.

          El apartamento es frío pero agradable. Los muebles son viejos, el interior tiene ese penetrante olor a perfume natural femenino. El contraste de los colores que tiñen las paredes, semeja la llegada del ocaso; este matiz se va intensificando hasta perderse en un azul profundo. El ajetreo de la mañana ocasionó el desorden de su pequeño hogar, se puso a limpiar, conforme avanzaba el día, para después descansar de los sobresaltos de la pasada tarde. Por fin, pudo irse temprano a dormir. Y entonces soñó con una enorme roca que estaba al interior de un sitio lúgubre parecido a una pieza arqueológica esculpida por gigantes. Alrededor de esa enorme piedra, parecida a un meteorito, algunas personas que vestían túnicas azul ocre ofrecían sus oraciones en forma de cantos y alabanzas, ella también llevaba puesta una túnica y sólo contemplaba a los oradores. Un hombre tomó su mano y juntos caminaron en dirección a la roca. Cuando llegaron, ella se deshizo grácilmente de su túnica azul ocre mostrando su hermosa piel morena, las anchas caderas y la espalda desnuda ejecutaron una danza sutil alrededor de la gigantesca roca. Miraba sus manos, su piel reluciente y entonces se pensó a sí misma como la mujer más hermosa que habitaba aquel planeta desconocido. En un instante, ahogado por la niebla púrpura que emanaba desde el fondo del recinto,  pudo ver cómo se desprendía de la gigantesca roca un rayo azul que atravesó su pecho y con una fuerza inexplicable la hizo levitar, danzar en el aire durante un tiempo que parecía eternidad, hasta que por fín el rayo atravesó su carne. Cayó fulminada al piso y su conciencia poco a poco parpadeó hasta sumergirse en otros universos.

             Días más tarde, los vecinos se enteraron que una joven solitaria había muerto dormida en su apartamento. Pero es absurdo pensar que los sueños pueden terminar con nuestra existencia.

FOTO: Imagen de Gidon Pico en Pixabay

Daniela López Martínez

Ciudad de México, 1992. Es licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Ha participado como ponente en diversos congresos académicos de Filosofía organizados por distintas universidades de México, entre las cuales destacan: la UNAM, UAM, UACM y BUAP. Actualmente es miembro activo de la Comunidad Mexicana de Estudiantes de Filosofía (COMEFI). Ha publicado un cuento en la Revista digital de ciencia ficción Espejo Humeante Número 5, en Febrero del 2020. Escribe cuentos y poesía. Le interesa la ciencia ficción, pues considera que es un género con potencial especulativo que busca comprender el devenir de las sociedades contemporáneas.


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