Por Dan Aragonz
Juan llegó a su casa, cerró de un portazo y se sentó en el sillón de la sala. En la entrada había encontrado la factura del proyecto, que nunca llegó a concretar con su esposa, y los diseños del bebé habian sido caros y alguien tenía que pagarlos. Sabía que había sido una locura crear un avatar virtual de un futuro bebé que nunca se decidieron tener.
Su mujer, que estaba en la habitación, lo escuchó llegar y dejó de transmitir en vivo sus clases de gimnasia y fue a ver cómo le había ido a su marido.
—¿Encontraste algo Juan?
—Nada. Estoy harto. No hay trabajo en ningun sitio. Y para colmo me encontré al vecino y me dijo que había encontrado uno en la empresa de la que te hablé.
—¿ Y pagarán bien?
—Sí. Dijo que ganaría mucho dinero aunque podía perder mucho ya que el contrato era por cliente. Pero no entendí bien eso.
—Pudo haberte mentido. Sabes como está la gente hoy en dia.
—No lo creo. Parecía contento y lo entiendo. El asunto es que no hay nada.
—Y ¿ qué haremos ahora?—dijo ella—¿ Cómo pagaremos la factura del bebé?
—¡Está decidido!—dijo Juan, y se levantó y se dirigió a la puerta de salida— Tomaré el trabajo de personaje de videojuego.
—No, no ¿Dónde vas?—replicó su mujer.
—Voy a tomar ese trabajo del que te hablé. El mismo en el que trabaja el vecino.
—Pero es una locura. ¿Y si esos crios te hacen saltar de un edificio o algo?
—No se me ocurre otra solución. Necesitamos dinero cuanto antes.
—¿Y si mejor nos hacemos una cuenta de usuario y probamos cómo funciona?
La mirada de complicidad de ambos bastó para que se fueran a la habitación a investigar si era rentable aquel trabajo.
Juan se sentó delante del ordenador, ingreso a la empresa de entretenimiento y se creó un usuario con el último dinero de su cuenta. Estaba decidido a invertir y conducir a su personaje real en el juego de moda y ver si rendía frutos y ganaba mucho dinero como prometía Ecomilandia.
Seleccionó a un personaje. Llevaban máscaras para no hacerle difícil el trabajo a los clientes y no sentir empatía por ellos.
Juan empezó la partida carente de culpa y empezó a jugar. Su esposa miraba atenta la pantalla y escuchaba como a través de su micrófono, Juan podia darle órdenes a un desconocido y con la cámara que llevaba el sujeto encima podía ver lo que su personaje miraba. Con el gps, que llevaba el personaje lo seguía en un mapa. Así lo conducía por donde queria dándole ordenes.
—Hazlo comprar algo en esa tienda y que se robe algo—dijo la esposa, entusiasmada.
Juan hizo caso y le dio la orden.
—¡Entra a esa tienda y traeme unas!…—pero calló y sin explicación desenchufó los cables del ordenador y todo se fue a negro. No podía abusar de otras personas desesperadas cómo él lo estaba.
—No voy a coger semejante trabajo. Encontraré otra cosa que me genere ganancias. Literalmente te pueden tratar como un títere por algo de dinero sin ninguna garantía.
La mujer se cruzó de brazos y fue cuando escuchó el coche del vecino llegar.
—¿ Quizás el vecino puede decirnos qué tal es trabajar como personaje de ese videojuego?
Salió al patio para hablar con su vecino. Si su marido no quería ella lo haría. Necesitaban dinero urgente.
—Hola vecino¿ podemos hablar un segundo?—le dijo antes que entrara a su casa.
—No lo creo vecina. Conseguí un trabajo y un cliente casi hace que me robé un banco y la policia de seguro estará por llegar—dijo el hombre, que empezaba a llorar— Lo malo es que la empresa de entretenimiento donde trabajo no se hace responsable de las decisiones de los clientes que entran a Economyland.
El hombre se despidió de la mujer y entró a su casa. Ella se alejó a la suya y cuando le iba a contar a su esposo lo sucedido, escucharon un par de disparos.
Juan y su mujer salieron de la casa corriendo y cruzaron hasta la casa del vecino que era donde provinieron los disparos.
Juan derribo la puerta y cuando entró a la sala vio algo horrible.
En medio de la sala estaba su vecino desangrándose y su hijo adolescente jugando Economyland con su padre como personaje del videojuego.
La pareja se miró y entendió que había sido una buena decisión no llevar adelante el proyecto de un hijo en los tiempos que corrían.
Foto: Imagen de QuentinLGH en Pixabay
Dan Aragonz

Chile (1984). Inventar y escribir historias es un vicio. Un vicio que me encanta mantener vivo cada vez que puedo. He tenido la suerte y la oportunidad de poder participar con diferentes relatos cortos en distintas revistas como El círculo de Lovecraft, Historias Pulp y sus antologías, el taller de la Terbi y su mundo de ciencia ficción, Aeternum revista de literatura oscura y la revista mexicana Letras y Demonios. También tengo una antología de 13 relatos publicada “El rastro del miedo y otros relatos” en Lektu y de descarga gratuita.
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