Cristián Londoño Proaño
A finales de 1937, en el mundo pasaban algunos sucesos. En España seguía la Guerra Civil, en Gran Bretaña se publicaba la primera edición de «El hobbit» de J. R. Tolkien, y en Bali se declaraba al tigre como especie extinta. Pero en Estados Unidos ocurría un hito que cambiaría la visión de la literatura de ciencia ficción. Un hombre joven llamado John W. Campbell asumió la dirección editorial de la revista de ciencia ficción «Astounding Stories». Era un hombre que había nacido en New Yersey en 1910, y había publicado en la década de los 30, una novela de ciencia ficción llamada: «Who Goes There?», con su pseudónimo de Don A. Stuart, que había tenido cierto éxito, y que varias décadas después sería adaptada al cine.
La llegada de John W. Campbell a una importante revista creó olas. Hay que tomar en cuenta que la competidora era la revista «Amazing Stories» de Hugo Gernsback, que contaba con mucho prestigio. Lo primero que se planteó el joven Campbell fue cambiarle de nombre a la revista. La rebautizó como: «Astounding Science Fiction». Luego, quiso darle un giro al género. Y cambió las políticas para aceptar relatos con una mayor carga científica y un mayor desarrollo en las historias. Los autores que querían enviar relatos a la revista de Campbell debían dar historias bien estructuradas con una apuesta a la especulación científica. Miquel Barceló en su libro «Ciencia Ficción – Guía de Lectores» menciona que: «la principal característica de la ciencia ficción que buscaba Campbell no era ya el invento científico, sino sus consecuencias sobre ser humano en la sociedad. Con ello abría nuevos campos para el género, como la antropología cultural, la psicología social, la cibernética, las comunicaciones y la educación».
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Campbell empezó a rodearse de nuevos escritores que nutrieron de relatos a su revista, formando lo que algunos estudiosos llamaron: «Círculo Campbell». Primero subió el precio por palabra que pagaba y segundo, algunas de sus ideas las puso al servicio de los nuevos escritores como el hecho de que sugirió a los escritores que pusieran personajes dentro de sus máquinas. Aquí se forjaron autores como Isaac Asimov, Robert Heinlein, A. E. van Vogt, Theodore Sturgeon, Lester del Rey, y algunos autores de las revistas pulp se pusieron a escribir para «Astounding Science Fiction» como Jack Williamson, Murray Leinster y Clifford Simak. Esto creó un campo fértil para la ciencia ficción y se inauguró lo que se denominó como «La época de Oro» de la Ciencia Ficción. Aunque Asimov la llamaba: «La época Campbell». Miquel Barceló en su libro acota que en esta época «la ciencia ficción norteamericana logró un aire más especulativo, más reflexivo y mucho más eficaz sin perder su sentido de lo maravilloso y su atractivo popular».
Pero en esta época, quedaron fuera de las publicaciones de Campbell, escritores emblemáticos del género como Ray Bradbuy. A Philp Dick le aceptó un solo relato. Lo que sucedía con Campbell era que tenía ciertas ideas del género que quería refundar. El propio Asimov cedió a sus ideas cuando escribió su emblemática «Fundación». Asimov contó en «La edad de Oro II» : «A Campbell le gustaban los relatos en que los seres humanos se proclamaban superiores a otras inteligencias, aunque éstas se encontraran más avanzadas tecnológicamente. […] Sin embargo, a veces me asaltaba la desagradable idea de que esta actitud reflejaba los sentimientos de Campbell a escala, más pequeña, de la Tierra. Me dio la impresión de que aceptaba la superioridad natural de los norteamericanos sobre el resto de la humanidad, y parecía presumir de que los americanos procedían del noroeste de Europa. No puedo decir que Campbell fuera racista en ningún mal sentido de la palabra. […] No obstante, daba por hecho que el estereotipo de blanco nórdico era el verdadero representante del Hombre Explorador, del Hombre Intrépido, o del Hombre Victorioso».
El apogeo de la ciencia ficción campbelliana finalizó en 1950. Luego, Campbell rebautizó la revista como «Analog», que tuvo un éxito regular. Y posteriormente, se desvió hacia otros intereses. Fundó junto con L. Ron Hubbard la iglesia de la Cienciología. Esto hizo que se distanciara de escritores como Asimov y terminara totalmente aislado. El 11 de julio de 1971 murió este escritor y editor que marcó el nuevo pulso de la ciencia ficción.
NOTA
El presente texto forma parte del libro “Entre la ciencia ficción y la fantasía” de Cristián Londoño Proaño. Se puee adquirir el libro en: Amazon, Apple, Lektu o la web del autor.
FOTO: Decadecounter.com
Cristián Londoño Proaño
Quito, 1973. Escritor, guionista, productor y realizador audiovisual, y editor y director de la revista digital “Teoría Ómicron”. Inventó y desarrolló el concepto de la novela de fantasía andina. Sus artículos se han publicado en varias revistas digitales y sitios web de México, España, Argentina, Chile y Ecuador. Publicó el libro de no ficción “Entre la ciencia ficción y la fantasía” (2020). Publicó las novelas “Noches oscuras, bocas grandes” (2021); “Misión Antares” (2019), “El retorno de La Luz” (2018); Doce Horas” (2016), ”Underbreak” (2015), “El Tiempo Muerto” (2015), “Los Improductivos” (2014) y “El Instinto de la Luz” (2011). Publicó los poemarios: “Desojare” y “Luna de Solitarios”. Obtuvo los premios: I Bienal de Joven Poesía Ecuatoriana Jorge Carrera Andrade, el primer premio del V Festival al aire libre del Municipio de Guayaquil y una beca del fondo de fomento a la producción artística del Ministerio de Cultura del Ecuador. Escribió y dirigió las obras de teatro: “Amantes azules” y “Los Cirios Negros”. Escribió, dirigió y produjo varios documentales y series documentales como: “Jorge Enrique Adoum: el poeta desenterrado”, “La Belleza de Sentir” , “Arte de Sentir” y “Literamanía”. En el 2019, ganó la convocatoria de script doctors del Instituto de Cine y Creación Audiovisual. En 2020 ganó la convocatoria emergente del IFFIC 2020.
Web oficial: www.cristianlondonoproano.com
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