Teoría Ómicron

Revista de ciencia ficción y fantasía

CRONISTAS ÓMICRON: Una partida de ajedrez

Publicamos el relato “Una partida de ajedrez” de Carlos Enrique Saldivar

Carlos Enrique Saldívar

Los dos rivales estaban frente a frente. El tablero de ajedrez, las piezas, en medio de ellos. Hantauro Chacarilla observó a su oponente un par de veces, no le sorprendió aquel aspecto lozano, esa mueca de falsa alegría, los ojos vacuos y vidriosos.

Era la final del campeonato mundial de ajedrez. Un peruano contra un estadounidense.

Hantauro Chacarilla, nacido en Huancayo, había ganado diversos torneos desde los seis años, estaba acostumbrado al triunfo, no obstante, en esta ocasión, a sus quince años, se hallaba nervioso, sabía que muchas cosas dependían de si ganaba o perdía. Sus padres y hermanos estaban allí, en el Gran Anfiteatro de Canadá, apoyándolo. El gobierno peruano les costeó los pasajes y las estadías, también habría un condecoración para el jugador si se alzaba con el premio, y un jugoso cheque de cincuenta mil soles. Eso no era lo importante para Hantauro, sabía que era el mejor ajedrecista del planeta, tan solo había de permanecer concentrado y no dejarse intimidar por ese adversario, el cual también era competitivo y genial (aunque el muchacho intentó racionalizar y teorizar para ver si le cabía lo «genial»), pues derrotó a muchos de los mejores ajedrecistas del mundo. Cada quien escaló hasta la gran final, venciendo a todos los que se pusieron en su camino.

Inició la contienda. Cada uno movía el peón por aquí, el caballo por allá, el alfil en otro sitio. Acumularon sus pequeñas ventajas, mejoraron sus piezas, neutralizaron el plan del oponente. Crearon una estructura de peones ventajosa, restringieron las piezas del rival. Ya llevaban una hora jugando, había una ligera ventaja para el peruano, muchos pensaron que ganaría, aunque algunos (de manera siniestra) pensaban que el otro solo se dejaba abatir de a pocos para golpear con más fuerza en cierto momento. Dicho y hecho, el estadounidense salió adelante con una habilidad matemática nunca antes vista en la historia de este juego y, tras dos horas de enfrentarse, puso el jaque mate a Chacarilla.

Hantauro no lo podía creer. El público estaba dividido, las apuestas iban iguales, tanto para uno como para otro. Sin embargo, la conmoción llenó las pantallas de los televisores, celulares y computadoras en todo el mundo, y los sonidos de las radios. El norteamericano ganó. Hubo vítores y su equipo de entrenamiento se mostró contento. El perdedor se quedó mirando al rey caído durante unos minutos que parecieron eternos, se transformaba en una fiera, como las que rondan las selvas de su país se suben a los árboles para abalanzarse en pos de su presa. Así pasó con el sudamericano. Estalló a gritos y vio, sin cuestionarse nada, que encima del tablero caía un enorme martillo que casi partió la mesa. Lo cogió y se lanzó contra el ganador, al cual golpeó una y otra vez en el rostro y cabeza hasta destruirlo. Hasta que solo quedaron cables y engranajes en tanto la fuente de poder (ubicada en su cerebro) se apagaba. Nadie atinó a reaccionar. Todo sucedió con la rapidez de un huracán que los levantó a todos de sus sitios sin darles tiempo siquiera a pensar.

Fue sorpresivo, como un terremoto grado 8 que llega cuando el público se halla en mitad de una fiesta, en el último piso de un edificio. Los agentes del orden se llevaron cargado al adolescente, quien no dejaba de maldecir. En pocos días reaccionaría, se calmaría e iba a meditar sobre sus acciones. De todas maneras era el mejor ajedrecista humano del planeta.

—¡Qué fue lo que pasó allí! —preguntó el dueño de International Robotics Company. Usted lo sabe, no se haga el tonto.

—Simple, tenemos a un ser humano emocional, muy capacitado intelectualmente, pero con una inteligencia emocional poco entrenada. Madurará —respondió su mejor científico.

—Eso nadie lo discute, pero no se ha hecho mayor eco sobre el asunto. Esto afectará al negocio en Estados Unidos, nosotros somos la cima del mundo, el modelo Octopus, al cual bautizamos como Ares venció incluso a otros robots. Ahora está hecho chatarra. Replicarlo será difícil y, cuando lo logremos, no tendrá similar efecto.

—No se preocupe, señor Smith, tenemos su copia de procedimiento grabada en nuestros discos duros, podremos sacar un nuevo androide ajedrecista en poco tiempo, el cual no se alejará mucho del original en sus capacidades deportivas.

—Muchos amaban a Ares…

—Tranquilo, Ares renacerá y será aun más carismático.

—…Y ese chiquillo malcriado lo hizo pedazos. No hay pena de cárcel por destruir un robot, pero tendrá que pagar una tonta multa de cien mil dólares. Con seguridad el gobierno peruano se hará cargo de ello.

—No le cobraremos la multa. Es más, le daremos vacaciones gratis a él y su familia para que se relaje. No queremos quedar como los malos.

—¿Qué está diciendo? ¿Vacaciones? ¿Qué más?

—Pues, un crucero, de repente vales de compras…

—No entiende mi sarcasmo…

—Claro que sí. Solo Bromeo.

—No estoy para sus… chistes.

—Yo le recomendaría que se relajara. Esto es lo mejor que nos ha podido pasar. Lo juro.

—Señor Jones, yo sé, y soy el único, que lo del martillo fue cosa suya. ¿Por qué lo hizo?

—Ares se volvió muy competitivo, quería ganar en todo, encontramos restos de deseos en su sistema, quería practicar otros deportes, destacar, su meta era iniciar con el ajedrez, luego pediría que lo incluyésemos en el fútbol, la natación, el salto de garrocha, en fin, sería inmanejable. Lo creamos para ser ajedrecista, pero él quería ganar en lo que pudiera, en lo que quisiera. Por eso le hicimos una cubierta externa fácil de quebrar, por eso le di aquel arma a ese muchacho, menos mal que los medios no prestaron atención a ese detalle, todos creyeron que el chiquillo ya llevaba el martillo consigo.

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—Entiendo, ahora podrá revisar la programación de los nuevos androides para que se enfoquen en una sola labor, y no se vuelvan ambiciosos.

—No solo eso. Ares no dijo nada. Le hicimos un sondeo antes de la competición de unas horas atrás. Desde luego, el robot bloqueó lo que pudo y no se enteró de las terribles cosas que encontramos en su cerebro positrónico. También deseaba una pareja, amar, procrear, en un sentido cibernético, claro, con mecánicos armándole hijitos a quienes criar y volverlos iguales a él: sus espejos. Yo lo interpreté como la conformación de un ejército. Con el fin de batallar contra quiénes ya se está imaginando. No solo iba a derrotar deportistas en simples torneos de lo que fuere. Su evolución fallida sería acelerada. Estaba en juego la humanidad.

—No me lo dijo, porque Ares habría notado mi susto.

—Exacto. No queríamos que usted, señor Smith, peligrara, que el robot tomara acciones en su contra, ya que detectaría sus nervios. Lo más seguro es que él solo lo amenazara, pues sé que usted es lo suficientemente fuerte como para controlar hechos insólitos como aquel.

—Comprendo, comprendo. Fue para protegerme. Los técnicos lo ocultaron y trazaron el magnífico plan, bajo sus órdenes. Bien hecho. Funcionó.

—Así es, todos hemos ganado, Ares tenía que «morir». La empresa no correrá peligro, y yo, como el experto en robótica más solicitado del globo, no tendré problemas. Claro, no se empezará de cero, solo revisaremos qué salió mal y lo subsanaremos, y ya dedujimos cómo.

—Es usted hábil y calculador, señor Jones. Lo felicito.

—Estoy concentrado. Como en una partida de ajedrez.

FOTO: FelixMittermeier en Pixabay

Carlos Enrique Saldivar

Perú, Lima (1982). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Federico Villareal. Codirector de la revista virtual El Muqui. Administrador de la revista en línea Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010), El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019) y El viaje positrónico (en colaboración con Benjamín Román Abram, 2022). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021, 2022), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción (2021) y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

Blogs: http://babelicus.blogspot.com/ y https://el-muqui.blogspot.com/

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