Gabriel Padilla
Las explosiones son continuas y despiadadas, provocando el pánico general de todos los que vivimos aquí, en las tierras de los serviles; mi hermano Hari se perdió durante la primera oleada de ataques, cuando el centro de la ciudad recibió los primeros misiles que, apenas tocando el suelo, desintegraron totalmente a todo ser vivo que estuviera cerca de ellos, dejando las calles desoladas y envueltas en una niebla verde que distorsionaba las siluetas de forma indescriptibles. Mi madre mantuvo la esperanza de verlo, aun en el momento en que uno de estos misiles decidió atravesar el techo de nuestro hogar y hacer añicos nuestros recuerdos.
—¡Ranjit!, ¡Ranjit! ¿Dónde estás? – La voz de mi amada Kala me saca del sopor, provocando que salga de mi escondite, detrás de uno de los pocos muros que quedan aún en pie de nuestro barrio, para encontrarme con ella.
—¿Kala? ¿Cómo es posible? ¡Kala! Estoy cerca de ti, no te…
La colosal imagen de aquel monstruo de varios cuerpos de altura me asusta, dejándome congelado ante él, sin saber cómo reaccionar. Sus múltiples ojos dejan ver en su interior a las decenas de demonios que lo habitan; sus patas de hierro, que destrozan la roca como si esta fuera la endeble superficie de una hoja joven, avanzan hacia mí, a la vez que varias lenguas de fuego se desprenden de sus fauces atrapando y encendiendo las pieles de varios de mis vecinos que, al igual que yo, salieron de sus refugios al escuchar las voces de sus seres amados.
Sigo sin entender cómo es que esta guerra está destruyendo nuestra amada Mohenjo Daro, la “ciudad elegida por los dioses del otro mundo”, como lo decían nuestros dirigentes, los oráculos reyes, cuando vimos por primera vez a estos mensajeros celestiales que se hacían llamar Raksashas, descender de sus ciudades flotantes.
Se me vienen recuerdos de cómo comenzó todo este horror, unos años atrás, cuando todavía era un niño que comenzaba a destetar y salía apenas a las calles para conocer el inmenso mundo que existía fuera de las puertas de mi hogar. Recuerdo que mi padre, el respetado Narendra, nos tomaba de la mano a Hari y a mí, mientras bajábamos al centro de la ciudad para observar aquellas gigantescas naves ovaladas que se posaban sobre los templos y palacios de los reyes de nuestra nación; su superficie brillante como un espejo, reflejaba las nubes del cielo y su lento andar, las nubes parecía que sabían que todos íbamos al matadero mientras cruzaban los espacios entre cada una de estas monolíticas estructuras plateadas que se mantenían flotando sobre nosotros. Hari se emocionaba al ver aquellos gigantes de muchas piernas y rostros permanecer estáticos, como esculturas, custodiando las paredes del palacio y los templos principales, sus miradas se perdían en el vacío del horizonte, mientras el pueblo se reunía a sus pies.
El gigantesco dirigente de los Raksashas, a quienes nuestros gobernantes le llamaban Rávana, emergía del interior del palacio, acompañado de algunos de nuestros sacerdotes; se presentaba silencioso ante nosotros, con sus múltiples caras observándonos con interés, como el de un niño cuando contempla la marcha de los miles de hormigas que van y vienen de su hormiguero imponente, pero pequeño en comparación con el infante que los observa. Recuerdo a mi padre sonreírme, mientras me carga en sus hombros para que tenga una mejor vista, desde ahí (pensando en las maravillas del mundo) mi presente evoca con pesar esa emocionada vista inocente, observando a Rávana que avanza unos pasos, para dirigirse a nosotros, su voz era celestial, como la de un coro de ángeles.
—Papá.
—Dime pequeño Ranjit.
—¿Por qué no estas acompañándolos ahí arriba?
—… Hoy es día de estar en familia, y quise estar con ustedes, mis hijos.
*****
Más de cronistas ómicron
Varios guerreros Hanu aparecen disparando hacia el Raksasha que estaba por aplastarme; sus armas, creadas a partir de uno de los regalos que nos dieron estos demonios, consiguen reventar una de las arterias de las patas metálicas, escapando de ella un líquido viscoso y de un profundo negro que se derrama con extrema premura.
—¡Muévete!
La paralizada extremidad obliga al gigante a tambalearse y caer de bruces, mientras el líder Hanu me arrastra hacia atrás, gritando repetidamente a sus hombres que lanzan varias esferas negras llamadas “gritos de Kali” que explotan destrozando el cuerpo del demonio, de su interior, envuelto en llamas, salen varios seres chillando desesperados intentando quitarse su piel brillante.
—¿Tú eres Ranjit? —El médico del grupo de guerreros Hanu me habla, obligándome a mirarlo, mientras sus compañeros eliminan a los incendiados engendros del Raksasha derribado.
—Si…
—Tu padre nos envió por ti.
—¿Mi padre?
Los cielos se han pintado de rojo, a causa de los cientos de incendios descontrolados que están aniquilando la ciudad, yo, al igual que muchos sobrevivientes, somos guiados por los Hanu hacia uno de los refugios que creímos destruidos al inicio de los ataques; nos alejamos de las fértiles tierras del río, evitando a las hordas de demonios que siguen exterminando a los heridos y ancianos que dejamos atrás, en algunos puntos, tenemos que escondernos entre los edificios destruidos, mientras los Hanu enfrentan a alguno de los Raksashas para abrir paso a nuestro destino, a pesar de que esto causa bajas en las fuerzas humanas.
El médico llamado Anand, no para de hablar conmigo, revelándome lo que mi padre ha hecho en los últimos meses, mi padre, el jefe militar de la “gran ciudad” que siempre desconfió de las buenas intenciones de los mensajeros celestiales y que, por su desconfianza, fue enviado a cuidar las fronteras de nuestra nación, el mismo que abandonó a mi madre cuando yo comencé a convertirme en un joven hombre que no entendía la razón de su partida.
—Mi padre – Cansado, decido preguntar por él, el Gran señor de los Hanu – ¿Cómo supo dónde encontrarme?
—Tu padre nunca dejó de mantener contacto con tu madre, se preocupó cuando nos llegaron noticias del traicionero ataque de estos demonios y regresó a la ciudad con todos sus hombres para defenderla y salvar a nuestra gente.
Finalmente llegamos al puesto de mando de los Hanu, a varias leguas de distancia de la ciudad, muchos de nosotros estamos abatidos, con las plantas de los pies destrozadas por caminar desnudos en medio de los restos, un vacío en mi estómago crece, recordándome que no he probado alimento desde un par de días; mi padre Narendra aparece en el puesto de vigía, mirándonos con aire desafiante mientras acicala su barba encanecida y afila su visión queriendo reconocerme, el médico me toma del brazo y con algo de nerviosismo me obliga a caminar más rápido que el resto, levantando sus brazos para llamar la atención de su señor, mi padre lo nota, bajando presuroso a nuestro encuentro.
******
Las blancas habitaciones reales del anciano patriarca del pueblo de los exiliados, como son llamados por los esclavos locales que les sirven, se mantienen en silencio, varios candelabros dorados iluminan con su fuego las esquinas del lugar, haciéndolo ver más como un mausoleo que la recámara real del último de los Hanu. Un pequeño, de no más de cinco años, entra corriendo al lugar sin que nadie se percate de esto, mirando al padre de su pueblo dormir profundamente, con inocente ilusión se acerca a él, sonriéndole mientras toma su mano.
—Abuelo, abuelo, ¿Sigues dormido a estas horas de la tarde? Abuelo, despierta por favor ¿Quieres contarme otra vez cuando los demonios pisaron nuestras tierras? – La insistencia del infante despierta al último Hanu, que con pesadez intenta reconocerlo.
—Jaidev, deja a nuestro abuelo descansar; perdón gran Ranjit, mi hijo no entiende que debe evitar entrar a sus habitaciones reales – La joven toma del brazo al pequeño, levantándolo y envolviéndolo con sus brazos para salir de la habitación, mientras el anciano Ranjit se sienta, intentando reconocer a las personas que están frente a él.
—No te disculpes pequeña, mis fuerzas me han abandonado lentamente, pero aun puedo satisfacer la curiosidad de los más jóvenes – las manos arrugadas y marchitas de Ranjit intentan acariciarlos, invitándolos a acercarse – ¿Qué quieres saber Jaidev?
—Quiero saber cómo es que los guerreros Hanu acabaron con los demonios.
—¡Pequeño curioso! ¿Por qué quieres saber de aquellos tiempos oscuros?
—Mi madre me ha dicho que tu estirpe eran seres que no temían a la muerte y que por ellos nosotros no existiríamos. ¿De verdad eran poderosos los demonios?
—Lo eran, pero también sangraban, y eso, mi pequeño, nos ayudó a entender contra qué nos enfrentábamos. Han pasado muchos años, mis hijos aun no nacían cuando esto pasó; mi padre Narendra y sus hombres sacrificaron todo para salvarnos, sin embargo, también perdimos nosotros, nuestras tierras se volvieron yermas, nuestros animales morían inundados de un veneno invisible y sus crías nacían deformes y enfermas. Nosotros abandonamos las tierras de nuestros ancestros, viendo que nuestros cabellos y uñas caían como resultado de ese último ataque con el fuego de Kiran.
*****
Por horas mi padre y yo hablamos, volviendo a reconocernos, a recordar lo que nos hace familia, a nuestro alrededor, los sobrevivientes intentan acoplarse a su nueva realidad, reuniéndose algunos a rezar y pedirle a nuestros dioses que vengan a ayudarnos, otros en cambio les reclaman entre murmullos, por su abandono, otros más deciden acercarse a los Hanu y ver cómo pueden ayudar en las defensas de la ciudad, qué pueden hacer para tener una retribución y recuperar lo que ha dejado de ser nuestro hogar, para convertirse en un montículo de muerte y destrucción.
Anand no deja de acompañar a mi padre, a nuestro padre, quien me revela que él es el mayor de sus hijos, el de su primera esposa, el que tuvo que dejar bajo la protección de los sacerdotes del Preservador de la vida, los médicos reales de nuestra nación caída. Yo aprendo también a conocerlo y quererlo, aprender de él, que muestra el temple y el corazón del señor de los Hanu.
Los días pasan muy rápido, en medio de esta guerra con los Raksashas y sus ciudades flotantes; mi padre y sus fuerzas penetran una y otra vez las calles de Mohenjo Daro, salvando a los más pequeños, abandonados a su suerte como ratas, comiendo de los desperdicios y los cadáveres de nuestra gente, yo los apoyo organizando a los sobrevivientes, racionando el agua y la comida y preparando con los más fuertes las defensas de nuestro refugio. Sin embargo, la miseria no deja de herirnos, de golpearnos, provocando que mi padre Narendra se sienta impotente, y decida, en un arranque de furia, realizar el último intento por derrotar a los demonios del cielo.
—¡No puedes hacer eso padre! – Discuto con él, tratando de disuadir su decisión, tratando de hacerle entender que no podría sobrevivir si lo hace.
—Nuestro padre decidió Ranjit.
—Pero lo que quieren hacer sería el fin de nuestra nación Anand ¿Cómo reconstruiremos la ciudad?
—La ciudad está perdida desde el principio de esta guerra, hijo mío – El peso de su mano en mi hombro me hace entender que no hay otra solución, que debo resignarme – Tu hermano y yo llevaremos a lo Hanu hasta el palacio, donde está el primer regalo de los Dioses, el eterno fuego de Kiran y lo haremos explotar. Tú debes preparar a nuestra gente y llevarla lo más lejos posible de estas tierras.
La mañana siguiente fue la última vez que pude compartir el alimento con mi padre y mi hermano; desde tempranas horas, comenzamos a mover a los refugiados, avanzando hacia las costas, con el poco ganado que recuperamos, mi padre Narendra, a quien todos lo reconocían como “Hanuman” el señor de los Hanu, se despide de mi con un abrazo, tomando su casco con el sello de nuestra familia, el mono imperial y entregándomelo como recuerdo. La gente avanza al sur conmigo al frente, con la orden de no mirar atrás, de evitar que el fuego de Kiran alcance sus ojos y terminen ciegos, mientras los Hanu inician su último ataque, entrando nuevamente a las abandonadas calles de nuestra ciudad.
IMAGEN DE PORTADA: DALL-E
Gabriel Padilla

Guadalajara, México, 1979. Lic. En educación primaria de la B y CENJ; Lic. En ed. Especial de la escuela normal superior de especialidades de Jalisco. Maestro de nivel primaria y locutor del programa de radio en línea “Bajo la mira: Arte, cultura y educación a tu alcance.” En http://www.radiomorir.com. Publicaciones principales: Novela negra “Detrás de las sombras (Espejos distorsionados)”, editorial Proyección Literaria. Noviembre de 2019 Guadalajara, México. Antología de cuentos de terror “Historias detrás de las sombras” (spin off de la novela negra “Detrás de las sombras”) Editorial Proyección Literaria. Octubre 2020. Guadalajara, México. Colección de plaquettes “Perlas de Horror”, Editorial Proyección Literaria. Octubre 2021. Guadalajara, México. Antología de relatos de Horror cósmico “En las Puertas de N’Ajjer”, Editorial Edhalca. Junio 2022. Guadalajara México. Antología de relatos “Relatos que cruzan el mar” Volumen 3, Editorial Señor Valdez. Agosto 2022. Guadalajara México. Antología de poesía erótica “El encanto de lo prohibido”. Mandrágora ediciones. Septiembre 2023. Guadalajara México. Novela de Ciencia Ficción “Sombras y cráneos. Lazos de sangre”. Editorial Edhalca, Octubre 2023. Guadalajara Jalisco. Antología de cuentos de terror y fantasía “Enigma y travesía”. Editorial Cositos cartoneiros. Octubre 2023. Guadalajara México.










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