Eduardo Honey Escandón
El rover avanzaba a buena velocidad en el terreno rocoso. Las luces iluminaban por delante donde era clara la marca de las idas y las venidas de otros vehículos. Más adelante, a intervalos de distancia segura, avanzaban otros cinco róvers y detrás nos seguían varios cargueros con víveres y equipo diverso incluyendo una grúa de tonelaje medio. Alrededor estaban dispuestos un sinnúmero de vehículos militares en modo de sigilo. A veces se distinguían sobre alguna loma o porque los campos de desviación lumínica generaban cromas.
Entre las áridas montañas aparecieron Fobos y Deimos, cruzaron el cielo a gran velocidad y se perdieron tras el horizonte. Un buen número de las casi cien estaciones de órbita baja eran visibles también trazando sus respectivas líneas.
—De nuevo, ¿porqué la urgencia de que detuviéramos la Desdémona en su viaje a Júpiter para que Airen y yo bajáramos?
—Ya se lo dije —contestó Jakat—. No podíamos dejarla ir. Ustedes son lo más próximo a xenopaleólogas y exogeólogas que hay. Sin contar que también podrían ser las fundadoras de la xenoarqueología. ¡Se imagina!
—Suena lindo, pero fuera del mapa del sistema de caverna en el Valle Marineris, unas fotografías y videos pésimamente tomadas en la era del 48K y tanto halago, ni tú, tu jefa ni la Gran Mayar de Marte han querido comentar más.
—Incluso me queda claro que tenemos protección de fuerzas especiales —interrumpió Airen—. Nada discretos esas Aves del Aire Fino —señaló por el ventanal superior a las docenas de naves aéreas que nos acompañaban. Unas directamente sobre nuestra formación y otras patrullaban los alrededores.
—Es mera rutina la protección.
—No me mientas Jakat —interrumpí—. Es inhabitual y bien lo sabes. ¿Cuántos años trabajé con el Sekretariat de las Marsurbes? Expediciones a cada rato, chicas como grandes; supervisión para encontrar depósitos subterráneos, diseño y apoyos en la construcción de neocitáts. Operaciones especiales solo asomaba su nariz si había riesgo de intervención de los primeros arribistas o amenaza de la secta muskiana. Nada como esto —y señalé el panorama a nuestro alrededor.
—Quisiera contarles más, pero la Gran Mayar me lo prohibió de forma explícita.
Airen se echó para atrás y apoyó su espalda en el asiento. Yo recité de forma mental todas las groserías que sabía en varias lenguas. Jakat era el mejor coordinador que conocí en mi vida y podía mencionar decenas de proyectos como asignaciones en Tierra, Lagranges, Luna, Marte, Júpiter y decenas de estaciones en el cinturón de asteroides. No en vano se vive más de trescientos años. Airen, algo más joven, tenía menos experiencia. Eso sí, al nacer en Marte, bien sabía que obligar a un marciano a llevar la contraria a una instrucción explícita de la Gran Mayar era algo utópico.
Así que en silencio completamos las ocho horas totales de viaje.
Antes de que llegáramos a Arkaion-VII estaba impresionada y alarmada. A kilómetros de distancia el resplandor de las instalaciones era notoria en la noche marciana. Cinco generadores nucleón, suficientes para iluminar una ciudad de medio millón de habitantes formaban el perímetro de casi una treintena de instalaciones. Cerca del centro se podían distinguir con claridad las de primera generación, tiendas modulares interconectadas que fueron cubiertas por ladrillos y arcilla creada por robots. Había vivido años en varias de ellas en diversas expediciones pioneras. Por lo general las abandonabas con parte del equipo ya que no era redituable en tiempo ni dinero el levantarlas.
Supe del proyecto Arkaion como parte de la rama que se dedicaba a examinar arqueovida en el pasado geológico de Marte. Desde que tuvimos los primeros asentamientos en el siglo XXI quedó claro que la vida en símiles a bacterias y algas dominaron el planeta antes de que el agua se evaporara o quedara escondida en esos “mares” subterráneos.
Fue un debate y un proceso largo determinar proteger o no dichas ecologías. Finalmente se dijo que sí pero era tarde. Nuestras bacterias, virus, hongos y otros microorganismos ya habían contaminado las reservas de agua. Una “guerra de los mundos” se desató cuyo resultado era incierto pero cuyo impacto evolutivo era considerable. Incluso causó pandemias con altos niveles de mortalidad en más de una cúpula marciana.
La anteriores Gran Mayar tomaron decisiones muy drásticas y cerraron las cúpulas infectadas, localizaron a posibles vectores humanos de contagio y los aislaron. La gran mayoría de los marcianos, que viven siempre al borde del desastre, aprobaron las acciones de la dirigente una y otra vez. Cosas que sucedieron en Marte llevarían a condenas permanentes en Tierra. Lo heroico viste ropaje distinto según el grado de necesidad.
Como un mea culpa y, quizás con el fin de conocer la historia biológica de Marte como prever nuevas crisis, se creó el departamento de xenoarcaialogía. Ayudé en su fundación, luego me dediqué a cosas más remuneradas. Airen estuvo en las expediciones I a la III y se retiró cuando descubrió unas protoalgas similares a las terrestres. Logró con apoyos de inteligencias artificiales redescubrir las trece tripletas de su genoma con una precisión cercana al 85%.
Así que no sabíamos de la obra y milagros de las Arkaion IV a la VII.
Cuando el rover se detuvo en lo que sería la base vehicular presurizada (con razón tantos nucleones), bajé y al acercarme al rover que estuvo siempre frente a nosotros, casi me voy de bruces: la Gran Mayar descendió y, al verme, me saludó como si fuéramos amigas de toda la vida.
—Que las aguas sean tuyas, Denira —dijo y unió las plasmas de la mano en forma triangular mientras hacía una leve reverencia. Olvidé la respuesta y subí las manos a mi pecho sin saber qué tenía que hacer.
—Que sean eternidad para ti, Gran Mayar —contestó Airen cuando se puso a mi lado y entrelazó los dedos.
—Gracias. Y también les agradezco a ambas el que hayan aceptado mi invitación para venir —. Su voz era suave lo que no escondía su autoridad. Al estar presente, se explicaba el exceso en fuerzas de seguridad.
—Se lo agradecemos a usted aunque pudo ser un poco más cortés —solté para bajar un poco cierta molestia que aún anidaba. En cuanto a la invitación, en realidad un interceptor marciano alcanzó nuestra nave, forzó a frenarnos y entrar en órbita. Luego abordaron buscándonos en específico, recogieron nuestras cosas de los camarotes respectivos y nos escoltaron a su nave. Donde bajamos, Jakat ya nos esperaba con su rover.
—Lamento que haya sido así y me disculpo. La Desdémona empezó a acelerar y temo que una discusión por radio no habría servido. Menos si teníamos que tocar un tema de alto secreto. Supongo que Jakat les habrá contado.
—Me temo que no. Él expresó que usted lo prohibió de forma explícita.
—¿Eso fue lo que les dijo? Le solicité que les contara lo estrictamente necesario para que entendiera el porqué de la urgencia.
Airen y yo volteamos para buscar a Jakat. Este, hábilmente, subió a rover y simuló revisar algo en el asiento del conductor sin atreverse a mirarnos.
—Bien, no importa —continuó la Gran Mayar—. Hace veinticuatro horas reportaron el hallazgo de vida en la capa IX.
—Eso ya era conocido —contestó Airen con molestia—. Fue lo que encontré cuando participé en Arkaion-III.
—¿Vida inteligente? —fueron las palabras de la Gran Mayar tras una breve pausa.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo y Airen se puso transparente. La capa IX en marcianogeología corresponde a un periodo entre los 3000 y 3700 millones de años terrestres en el pasado. La enorme mayoría eran organismos unicelulares en una combinación diversa de flora, fauna y fungi. La atmósfera era principalmente metano y azufre como fósforo de actividad volcánica intensa.
Así que escuchar “vida inteligente” no cuadraba con lo que sabíamos del pasado de Marte.
—Gran Mayar, ¿se burla de nosotros? —pregunté con tono serio. Mi incredulidad exigía una respuesta.
—Para nada, doctoras. En máximo diez horas nos conducirán al yacimiento. Mientras tanto, por favor, sean mis huéspedes. Descansen, tomen una ducha y coman algo. De nuevo les agradezco que hayan aceptado mi invitación.
Cuando terminó fue rodeada por una docena de elementos de las fuerzas especiales. Caminó rumbo al fondo del estacionamiento.
—¡Jakat! —grité— ¡No te hagas el occiso y trae tu trasero acá! Ya luego charlaremos sobre esto. Antes quiero gastar mucha agua y dormir en una cama de verdad ya que así lo instruyó la Gran Mayar —Airen intentó contener la risa—. ¡Y lo mismo para la doctora Airen Xanti! ¿Entendido?
Agradecí que construyeran una plataforma-elevador para bajar por la pared del cañón. Medía quince por diez metros. Acompañábamos a la Gran Mayar en el centro y alrededor de nosotros estaban en formación guardias, ejército y fuerzas especiales. Las Aves de Aire Fino más drones cruzaban el firmamento como el espacio frente a nosotros hasta la pared del frente.
Al iniciar la bajada me dedique a observar el traje espacial de la líder marciana. Era una obra maestra en cuanto a su diseño y ornamentación. Al mismo tiempo presentía que sería una armadura de defensa en caso de ataque y posiblemente de ofensa por los trajes de combate de sus militares. Tenían un aire de semejanza.
Descendimos más de nueve kilómetros cruzando estaciones intermedias cada quinientos metros. Donde nos detuvimos era la penúltima estación. La pared del cañón presentaba, hasta donde alcanzaba la vista, diversas aperturas. Jakat avanzó por delante de nosotros y nos guio a una de ellas subiendo y bajando escaleras adosadas a la pared rocosa.
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La entrada en realidad era un túnel. Por dentro estaba iluminado cada metro por lámparas de halógeno. A nivel de la cintura se montaron canaletas para colocar cables que alimentaban las luces y se perdían en la primera curva. El espacio era lo suficientemente ancho como para dos personas con trajes espaciales.
—Por favor continúen, son casi novecientos metros antes de subir —solicitó Jakat en el canal público.
—Denira, las paredes fueron formadas por corrientes de agua —comentó Airen por el canal privado—. Aunque puedo estar equivocada, doce metros atrás el contorno es un óvalo casi perfecto. Solo faltaría hacer excavaciones de muestreo en este tramo para confirmar que el suelo es sedimento acumulado.
Presentía que ella tenía razón. Algo en el túnel, en las curvas, en la sinuosidad del camino mostraba una armonía inherente en forma. Empecé a dejar mi lamentación por perder el viaje en la Desdémona.
Al finalizar el tramo llegamos a una cámara cuatro veces más grandes que el túnel y que tenía claramente una forma de un sólido oblongo si no te distraías con las estalactitas, estalagmitas y columnas que había por doquier.
—¿Y ahora? —cuestionó la Gran Mayar. Jakat, frente a nosotros, señaló el techo. En el centro, rodeamos por estalactitas, veíamos algo que sería una chimenea perfectamente elipsoidal y que era del mismo tamaño que el túnel por el que llegamos. Descendieron tres sogas creadas con filamentos de nanocarbono. El ascenso sería fácil ya que con un dispositivo en el traje y dos agarraderas que nos entregaron los servos integrados harían el trabajo.
—El que subió —le comenté a Airen por nuestro canal— por primera vez debió ganar una medalla o agua de por vida. No fue nada fácil.
Subieron primero tres guardias de la Gran Mayar y, tras dar la indicación de que todo limpio, le enseñé cómo debía subir.
Cinco minutos después, unos ciento cincuenta metros arriba, salimos a una cámara cuasiesférica de unos trescientos metros de diámetros. El segmento donde emergimos, el suelo de la esfera estaba recubierto de estructura como altares, columnas y estatuillas integradas al paisaje de estalagmitas.
Debido a la disposición de la iluminación, las paredes, aunque maltratadas por el tiempo y las filtraciones, mostraban trazos que podrían pasar por ideogramas o pictogramas, nichos diversos en cuyo interior había bajorrelieves de figuras u objetos que no podía reconocer.
Y en plena cúspide, aunque marcado por las estalactitas, había una estructura (por decirle así) cual torre de Hanoi con nueve niveles.
—Maladicta infieris —susurró Airen por el audio público—. No hay forma de que esto sean formaciones naturales. Además, hay un patrón asociado al tres estoy segura. Se nota en la disposición de lo que queda de las esculturas y altares, en la estructura misma.
—Llevará décadas examinar bien este sitio. Es extraordinario —dije a manera de admiración y como disculpa—, Gran Mayar, en verdad es impresionante.
—¿Habrán sido los marcianos primordiales? —preguntó con voz juvenil, sin autoridad, maravillada.
—No lo sé y dudo que lo podamos saber con certeza. Tenemos todo esto en piedra porque es lo que perdura. Si trabajaron metales o materiales orgánicos, estos se desvanecieron hace cientos de millones de años. Quizás logremos saber algo sobre sus formas en el caso de que en los nichos haya esculturas. De su forma de pensar, ya tenemos un punto de partida: el número tres y recuerde que el genoma marciano usa tres cadenas.
—Aún así algo o alguien usó herramientas y dejó esto tras de sí cuando la Tierra contenía vida muy simple.
—Una posibilidad es que hayan sido viajeros que se quedaron —comentó Airen—, lo cuál puede llegar a ser indemostrable también.
—Pues tienen una caverna doctoras para que la estudien, las invito a sumarse al equipo que estará designado en este sitio. No escatimaremos recursos y bueno, para la Tierra será un golpe duro.
—Este… mmmmhhh… Gran Mayar, ¿me permite? Creo que es incorrecta su afirmación —preguntó tímidamente Jakat.
—¿Cuál de todas?
—La doctora Airen Xanti tiene razón. Estos seres, esta cultura, marciana o no, tenía pasión por el número tres.
—¿Y? —casi grité desesperada por el rodeo.
—Hay ocho sitios más alrededor de este, nueve en total y si se maravillaron con este pues bueno… ¿quieren verlos?
En lo que regresábamos por la chimenea de plano, agradecí que fuera una invitación tan contundente y que la Desdémona partiera sin nosotras. Cualquier otra labor sería aburrida y un completo desperdicio comparado con lo que teníamos frente a nosotras.
—Oye Denira —interrumpió mi amiga por el canal privado.
—¿Qué pasó?
—¿Crees que eso de “no escatimar recursos” incluya agua para bañarnos a diario? Es algo que siempre he querido toda la vida. Y te hace oler mejor.
Al llegar al suelo de la primera cámara, estábamos muriendo de risa. La Gran Mayar nos miró por unos segundos, se alzó de hombros y se apresuró rumbo a la salida.
—Doctoras, apúrense que hay mucho por ver y el día es corto.
FOTO: Imagen de WikiImages en Pixabay
Eduardo Honey Escandón
(México, 1969). Ing. en sistemas. Autor de Códex obsidiana y Cósmicos espejos humeantes. Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet. Textos suyos fueron primer lugar (Teresa Magazine 2020, Nyctelios 6ª. Ed.), segundo lugar (bokker Awards 2021) o finalistas (Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2021 y 2020, 1er. Concurso de Cuento Breve Plétora Editorial 2020, Mención de Honor del Jurado, Quequén 2020, Supraversum 2021, Novum 2021, VIII Concurso Internacional de Microrrelatos “Jorge Juan” 2021, Madrid Sky 2021, II Concurso Literario “Relatos legendarios” 2021). Ha sido seleccionado para participar en diversas antologías. Prepara su primera novela.
Página personal: https://www.facebook.com/eohoneyewriter
Twitter, Instagram: @eohoneye
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